La madeja de lo explícito a la que Copi empuja a sus personajes supone una emoción acuchillada por la farsa que deberá ser desentrañada como el mayor secreto para encarnar sus textos. Marcial Di Fonzo Bo decide hacer de las posibilidades visuales de la puesta, que en estas obras se convierte en partitura narrativa, en un montaje donde la disposición del espacio tiene una potencia dramática que ubican al trabajo actoral en un segundo plano.

Es que las limitaciones para interpretar a Copi quedan planteadas en las dos obras como un tema a debatir. En El homosexual o la dificultad para expresarse, Rosario Varela encuentra la forma culminante y perfecta de esa estética donde la parodia se une con un sarcasmo propio de un tiempo en el que la transgresión tenía alguna relevancia. Rosario compone una Irina que hace de la actitud machona de un hombre que se cambió de sexo y deviene mujer, la síntesis de ese garche diario en los mingitorios como una práctica que lo impregna todo. Porque tanto esta obra como Eva Perón pueden leerse como la fragancia de un mundo de putos que se apropia de la historia con mayúsculas o de la vida loca en las estepas para contar desde su sexualidad hecha idioma.

Esas montañas de nieve un tanto cavernosas donde los copos caen para desafiar cualquier decorado realista, hablan de un espacio que se acomoda a una estética donde la inventiva puede más que el conflicto. Las paredes del escenario se rompen, los personajes aparecen por cualquier lugar y esa lucidez de la imagen entra en tensión con una composición actoral que parece pensar a Copi como un drama donde los hombres se disfrazan de mujeres en una suerte de evocación de la comedia televisiva de los años ochenta.

En Eva Perón, lo falso de la trama, el modo insolente con que Copi se niega a trabajar cualquier dato de lo real para reemplazarlo por el chiste rabioso del final, no duda en invocar al cáncer como el estado donde Copi fundará su parodia. En ese dato humanista que debería ser intocable, Copi se arriesga a instalar la risa. En la puesta de Di Fonzo Bo la enfermedad aparece, sabiamente, delatada en su impostura.

En el cuerpo de Benjamín Vicuña el director va a situar esa poética donde los géneros están presentes en un acoplamiento performático. Vicuña se diferencia de la interpretación de Carlos Defeo y de los actores de El homosexual… porque es mostrado claramente en su masculinidad. La escena donde el lomazo de Vicuña captura el cuerpo diminuto de Rosario Varela, la enfermera convertida en el doble de Evita, es erótica y política. La enfermera es la verdadera Evita proletaria y lo que la Eva Perón de Copi mata en ella es la idea de pueblo, allí radica la crueldad del texto. Si Vicuña no logra entender a Copi, Di Fonzo Bo se ocupa de hacer visibles todos los sexos de Eva en el cuerpo de Vicuña. El hombre que se asoma por el vestido blanco nunca desaparece, entonces esa Evita imposible pone en crisis el vínculo con su pueblo. Copi instala una sexualidad equívoca allí donde habría que hablar de problemas de estado y de muerte. De ese modo interviene Di Fonzo Bo en sus actores en una lógica de la interpretación que se fundamenta en la dirección y en la puesta.  

La representación es un procedimiento hacia el interior de la trama. Lo que consigue Copi es poner la palabra escénica en un lugar donde su potencia no se mide por la emotividad ni por su correspondencia con los hechos. Debilita su crítica al peronismo en esos parlamentos que no pueden entenderse desde el realismo pero encuentra la materia de su encono en una dimensión donde la verdad no importa, de hecho puede reemplazarla por el final más alocado. 

Eva Perón y El homosexual … se presentan de jueves a domingos, a las 20, en el Teatro Cervantes. Libertad 815. CABA.