En medio de tanta fake news, ¿por qué esta tenía que ser real? Me agarró en medio de la felicidad de un viaje a Turquía, de noche, sin saber qué hacer con eso que leía y no aceptaba. Adopté la salida absurda de las turbulencias emocionales: le escribí un WhatsApp en broma y en serio, diciéndole que no había que creer lo que decían los diarios y portales y que “vamos a seguir hablando del país, de fútbol, de la vida y del becario de Estocolmo que debe estar más desorientado que yo”. 

Leí todos los homenajes y crónicas, supe cosas que ignoraba de su vida y palpé esa combinación de admiración profesional y enorme afecto que todos expresaban.

En el medio de la noche volví sobre varios años de WhatsApp. Conseguí sonreírme con intercambios futboleros, encontré un mensaje que mencionaba un elogio que hacía de una nota suya para empezar con la mía sobre la renuncia de Máximo Kirchner tras el acuerdo con el FMI. “Una vez más Mario Wainfeld ordenó lo que yo percibía más o menos caóticamente en el desmesurado acontecer argentino”, escribía. Escuché el mensaje que me mandó. “Te agradezco las menciones generosas que hacés a mi respecto. Las valoro un montón, pero ya está, date por cumplido”, me decía con ese pudor que a veces tenía. Ni se imaginaba todo lo que me había contenido en mi elogio, todo lo que había dejado fuera por decoro y las exigencias del texto.

Leí y escuché muchos de los mensajes, no todos. Tengo tiempo porque hay noticias como esta que tienen un lado inevitablemente “fake”, porque los mensajes no se van a ir, ni se va a ir el café Lucio de nuestras charlas, y el becario de Estocolmo y todos nosotros vamos a seguir hablándote y escuchándote. Son noticias que están, que desgarran, pero no ganan del todo. Esta seguirá siendo así por mucho tiempo. Gracias y un abrazo inmenso, Mario.