Rara avis de su tiempo; rara avis también ahora. TecGnosis, mito, magia y misticismo en la era de la información fue publicado en 1998, junto a otros libros que pintaban una era posmoderna y posthumana. Incorporaba la singularidad de cruzar a la tecnología con la espiritualidad. Acaba de editarse por primera vez en español. A pesar de los años que pasaron desde que salió, sigue siendo revelador para adentrarse en los confines de la cultura digital. El principal planteo de su autor, Erik Davis --investigador, escritor y periodista que vive en San Francisco--, es que la historia de los medios tecnológicos --desde los jeroglíficos hasta el código informático-- es indisociable de los intercambios con algo de otro mundo. "Algo divino", como resume el filósofo estadounidense Eugene Tacker en el prólogo de la edición 2015.

"Quizás ya seamos más posthumanos de lo que imaginamos", advierte Davis en un rico intercambio de mails con Página/12. "Si los 25 años que han pasado entre la publicación inicial (del libro) y ahora sirven de guía, los temas extraños y marginales que cubro sólo se volverán más mainstream", vaticina, consultado por el mundo que imagina en el futuro.

Este clásico de la cibercultura, complejo mapa sobre el tecnomisticismo, editado por Caja Negra y con traducción de Maximiliano Gonnet, desarma una idea que rondaba en la época de su aparición: la premisa de que el avance de la razón técnica traería aparejado un desencantamiento del mundo. No pasó entonces, tampoco ahora: la dimensión espiritual sigue viva; convive, dialoga y se entrecruza con el desarrollo de Internet y todas las evoluciones que nos dejan perplejos. A la par que usamos el chat GPT, necesitamos más que nunca de lenguajes como el del Tarot o de prácticas como la del yoga. Es esa paradoja la que impulsó el texto: una "cultura hipertecnológica, cínicamente posmoderna" evidenciaba, a su vez, una poderosa atracción "hacia las evanescentes llamas de la mente premoderna"

"Cuanto más tecnificamos nuestra experiencia del mundo más socavamos la confianza en la razón que nos permitió desarrollar esas tecnologías en primer lugar", completa Davis en la entrevista. Para él, la IA contemporánea es "el ejemplo perfecto". "Ahora, posiblemente por primera vez, los científicos que desarrollan el sistema no pueden explicar por qué genera las respuestas específicas que genera. Se abren nuevas posibilidades: tanto el deseo reaccionario de regresar a formas premodernas o religiosas de confirmar el mundo como nuevas técnicas ocultas para navegar en lo que se siente cada vez más como un ensueño (y a veces una pesadilla) en la textura del mundo actual."

TecGnosis puede ser leído como un "estudio de la religión sin religión" (otra definición de Tacker). Con un tono que no es ni apocalíptico ni ciegamente entusiasta en torno a las tecnologías, salta entre las máquinas y los sueños, la información y el espíritu, el "basurero de la historia" y los "alambres del alma" (la enumeración figura en la introducción). En sus páginas --más de 500-- se mezclan los cultos religiosos, los virus informáticos, la historia de la cibernética, Gaia, el electromagnetismo del siglo XIX, las raves, la bioenergía, el antiguo Egipto, la magia renacentista, Marshall McLuhan, el tecnopaganismo, la realidad virtual, las enseñanzas de Hermes de Trimegisto, Tesla, la alquimia, los juegos en línea, la transmutación de almas, la cábala, la escritura de los ángeles. El resultado es "una historia secreta de los impulsos místicos que continúan trillando y alimentando la obsesión del mundo occidental con la tecnología, y especialmente con sus tecnologías de comunicación". 


-¿Qué impacto considerás que tienen los avances tecnológicos --y el modo en que nos vinculamos con ellos-- en nuestras subjetividades?
-Hay tantas razones posibles para el estrés y los desafíos que tantas personas experimentan hoy en día que sería simplista culpar únicamente a la tecnología mediática por el aumento de la depresión, la ansiedad, el trastorno por déficit de atención o hiperactividad, la polarización política y la identificación del "trauma" en el corazón de la personalidad humana. Pero obviamente todo esto está fuertemente influenciado por el nuevo entorno de medios y comunicaciones en el que vivimos, con su complejidad, su "doomscrolling" (N. de R.: la práctica de consumir malas noticias en las redes sociales), su distracción y su vaciamiento de la experiencia física. Esto es anecdótico, pero percibo una especie de desmoronamiento masivo y a la vez una apertura hacia una genuina transformación espiritual y existencial frente a estos desafíos. Si pudiéramos detenernos en nuestro nivel actual de tecnificación podríamos salir adelante con algún tipo de adaptación. Pero el hecho de que la aceleración tecnológica continúe a buen ritmo y se vuelva más extraña y más “de ciencia ficción” sólo sugiere que vendrán más tensiones. Mi esperanza es que todo esto anime a las personas a enfrentar más directamente los desafíos y posibilidades centrales de la existencia consciente.

-¿Creés que la tecnología podría superar las capacidades de la mente humana, como muchos temen?
-Sospecho que hay dimensiones extraordinariamente importantes de la experiencia humana, algunas basadas en nuestra particular evolución natural y otras que surgen del misterio de la consciencia, que no pueden ser superadas sino simuladas. Pero sí creo que es bastante probable que las tecnologías lleguen a superar suficientes capacidades de la mente humana (comprensión racional, gestión de sistemas complejos y tal vez plena facilidad para el lenguaje) como para que haya que afrontar las disrupciones que la gente teme. Aquí hay otra parte aterradora: incluso si las tecnologías no fueran tan buenas, incluso si no pudiéramos probar la AGI (la “inteligencia general artificial”, que es el objetivo de OpenAI y otras empresas) o pasar la prueba de Turing, muchas y poderosas empresas y tecnologías querrán que imaginemos esas capacidades. Así, las cosas se volverán probablemente muy confusas.

-¿Cómo imaginás la evolución de los tópicos tratados en el libro?
-Bueno, si los 25 años que ya han pasado entre su publicación inicial y ahora sirven de guía, los temas extraños y marginales que cubro solo se volverán más mainstream. A medida que los medios y la tecnología apoyan y recirculan una amplia variedad de visiones del mundo, y que las personas son confirmadas y apoyadas en sus experiencias cada vez más tecnificadas, el sentido de la realidad consensuada misma puede volverse más fantástico. Al mismo tiempo, a medida que avances alocados como la realidad aumentada, las tecnologías psicoactivas y los chatbots con inteligencia artificial vayan apareciendo en el mundo, es probable que pierdan parte de su rareza, lo que quizás resulte algo reconfortante. Los seres humanos se adaptan y, aunque las circunstancias puedan parecer aterradoras desde afuera, desde dentro todavía hay margen para adaptarse. Ésa es una de las características especiales de los seres humanos, al menos de los modernos: con el tiempo pueden experimentar cosas extraordinarias (buenas y malas) como normales, incluso predecibles. Quizás ya seamos más posthumanos de lo que imaginamos.