Un día más para morir - 8 puntos

Boss Level, Estados Unidos, 2020

Dirección: Joe Carnahan

Guión: Chris Borey, Eddie Borey y Joe Carnahan.

Duración: 100 minutos

Intérpretes: Frank Grillo, Naomi Watts, Mel Gibson, Michelle Yeoh, Will Sasso, Annabelle Wallis, Selina Lo, Ken Jeong.

Estreno: Disponible en Netflix.

Desde los años ‘80, cuando vivieron su era dorada, los videojuegos arcade, por acá llamados “fichines”, se volvieron parte de la cultura popular. Dentro de ellos están los denominados “de desplazamiento lateral”, en los que la acción tiene lugar sobre un eje bidimensional, donde se encuentran algunos de los que terminaron alcanzando mayor éxito. Super Mario Bros es el más conocido, pero también se pueden mencionar otros bien distintos como el Galaga o Street Fighter

El formato de un personaje obligado a moverse siempre hacia adelante para sobrevivir resulta perfecto para el cine de acción. A veces de forma oficial, pariendo adaptaciones mediocres como Principe de Persia (2010). Pero otras tomando solo el dispositivo para aplicarlo a historias originales. Crank: veneno en la sangre (2006), es una de las que mejor lo replicó, obligando a Jason Statham a producir adrenalina para mantenerse vivo, mientras corre en busca de sus enemigos. En esa misma línea se encuentra Un día más para morir, en la que un increíble Frank Grillo interpreta a Roy Pulver, un hombre que cada mañana se despierta con un asesino queriendo cortarle la cabeza a machetazos, sin que él sepa por qué.

Como Crank, Un día más para morir dialoga directamente con la estética de los arcade, pero de forma mucho más evidente, incluyendo un contador de vidas. Es que, como en los videojuegos, exactamente el mismo día vuelve a empezar cada vez que Roy muere, asesinado por alguno de los integrantes del ejército de sicarios que lo persigue. Ante cada nueva oportunidad, el protagonista aprende cómo sortear las diferentes pruebas que le permiten avanzar, en su intento por descubrir qué es lo que pasa y por qué se encuentra atrapado en ese bucle temporal. En eso, el personaje utiliza la misma lógica que el periodista interpretado por Bill Murray en Hechizo de tiempo, de Harold Ramis.

Como ocurre con TODAS las películas basadas en un dispositivo moebiano, la gracia inicial de Un día más para morir (cuyo título original, Boss Level, o “Nivel Capo”, remite de forma directa al universo de los arcade, haciendo referencia al nivel que alcanza solo quien es capaz de completar uno de estos juegos) radica en las distintas formas en que se resuelven las consecutivas repeticiones de ese día infinito. Acá la violencia es utilizada como un recurso de humor físico, en el que las desventuras de Roy, siempre resueltas de modo imaginativo, acaban por convertirse en un chiste con remate (en los dos sentidos de la palabra). En paralelo, la sarcástica voz en off del propio personaje va introduciendo algunos detalles útiles para completar el panorama.

Lo interesante de Un día más para morir es que logra ir más allá del límite básico de su propio dispositivo, poniéndolo a disposición de una mirada más amplia de la realidad. Así se permite utilizar el juego bidimensional en el que el personaje se mueve siempre hacia adelante, para colar alguna cita respecto del valor del pasado, que no deja de resultar interesante dentro del molde del cine de acción, sobre el que siempre pesa la sospecha del pasatismo. “El pasado está diseñado para ser dejado atrás: tenemos que aprender de él y seguir viviendo”, dice Roy, atrapado en un presente continuo. Nada mal para un marine.

Pero la película va incluso más allá, tendiendo algunos hipervínculos con el mundo real. Como cuando Ventor, el malo de la película, otro militar que es la némesis de Roy, al enterarse de que su plan ha sido saboteado por una de sus científicas no puede evitar exclamar: “¡Malditos liberales!”. La gracia de la escena radica en el hecho de que el personaje es interpretado por Mel Gibson, cuya figura cayó en desgracia luego de haberse convertido en uno de los voceros de la derecha más conservadora en Hollywood. Bienvenida la autoconciencia.