“La música puede hacerte sentir cosas a las que usualmente no se accede con palabras”. La máxima podría pertenecer a algún compositor de música culta o popular y es perfectamente aplicable a todo el espectro que va de la más rabiosa experimentación al craso comercialismo. Pero quien la expresa no es un destacado solista o miembro de una banda de rock, sino el realizador irlandés John Carney, quien más allá de aplicarse al métier de los fotogramas en movimiento suele dedicar esfuerzos a componer las canciones de sus películas. De hecho, la filmografía de Carney está llena de compases y melodías, con títulos como Sing Street (2016) y Once (2007). Sin abandonar las calles de Dublín, trasfondo de esas dos y de otras películas del director nacido allí en 1972, Flora e hijo, que llega a la plataforma Apple TV+ este viernes 29, narra el reencuentro emocional entre una madre joven y su hijo adolescente, quien enfrenta seriamente la posibilidad de pasar una temporada en el reformatorio. Fiel a su costumbre, Carney permite que el encuentro azaroso con una guitarra –y con un profesor de clases online radicado en California– sea el que habilita las posibilidades de la comedia dramática y, tal vez, un poquito de romance.

Si a Flora e hijo se le eliminaran las puntas más filosas y las superficies más ásperas sería similar a una comedia ligera, pero el director de Viviendo al límite, que en los últimos siete años dirigió solamente algunos episodios de la serie Modern Love, evita en gran medida los excesos de sacarina y otros endulzantes con varias pátinas de realismo social y psicológico. Para el papel de Flora, madre apenas treintañera separada del padre de su hijo, aún dispuesta a salir de noche con amigas y terminar amaneciendo al lado de un desconocido, Carney solicitó los servicios de la actriz Eve Hewson, otra dublinesa que no es otra que la hija de Bono, el cantante de U2. Como su contraparte del otro lado del océano, Joseph Gordon-Levitt le aporta un carácter melancólico y resignado a Jeff, el profesor de clases de viola virtuales, demostrando de paso que es capaz de afinar las cuerdas vocales con elegancia. El debutante Orén Kinlan, finalmente, compone a Max, un chico de 14 años amante del hip hop que, al comienzo de la historia, vuelve a ser atrapado robando una máquina de ritmos de un local de música.

En una entrevista grupal realizada vía videoconferencia de la cual participó Página/12, John Carney vuelve a insistir con la idea de que la música toca fibras que las palabras no logran hacer vibrar, y aclara que, “en el terreno del cine, esas palabras equivaldrían a los diálogos". "El romance, por otro lado, es algo con lo que la gente suele lidiar, entendido como anhelo y posibilidad pero también de manera concreta, en las relaciones familiares. A veces es difícil expresar el amor que se siente por ciertas personas y la música es una ventana a esa parte de cada uno de nosotros. Tanto para quien escucha como para quien canta, toca un instrumento o compone, la música puede ser una manera de recibir o dar amor de una forma que las palabras no pueden alcanzar. La música es una construcción muy humana, es algo que permite acercarse al otro sin depender del lenguaje. Ni siquiera depende exclusivamente del intelecto. La música te hace sentir algo elemental, como el viento o un olor. Pero por supuesto que la música viene de otra persona: su creador. Eso me parece fascinante, cómo un acorde puede vibrar en el aire y vincular a dos seres humanos, entrar por los oídos, y tocar la mente y el corazón. Es algo muy complejo y creo que nunca podremos comprender por completo cómo ciertas notas en determinado orden producen ese efecto”.

-Flora e hijo toca tópicos recurrentes en las comedias románticas pero no termina de cumplir a rajatabla las reglas del género. ¿Eso estuvo presente desde un primer momento o fue algo que surgió a medida que escribías el guion?

-Creo que eso siempre estuvo en mi cabeza. Me tientan los puntos de partida de las comedias románticas aunque no termino de creer en ellas. Supongo que intento subvertirlas un poco, jugar con las expectativas. No es que quiera pasarme de listo o hacerme el superado, porque me gustan muchas de las ideas de esas comedias, el potencial de las situaciones románticas simpáticas y divertidas, pero al mismo tiempo me gusta no tomármelas a pies juntillas. En el fondo, se trata de sorprender a la audiencia.

-¿Cómo definirías el proceso de crecimiento personal de Flora a través de la música?

-Creo que la colaboración entre Flora y su hijo Max tiende un puente que los acerca y, asimismo, los aleja de los conflictos cotidianos, del hecho de que tienen que compartir un espacio pequeño. Los deja verse a sí mismos y al otro bajo una nueva luz. Tal vez estaban demasiado cerca para poder verse y el hecho de alejarse unos pasos les permite hacer foco. La música es lo que ambos necesitaban pero no lo sabían. Es como ese ejemplo clásico, cuando un padre y un hijo van a pescar juntos y se reconocen como nunca antes. A mí me interesaba la dinámica madre-hijo y cómo podían acercarse a través de la música.

-Es interesante que esa conexión con otro también pueda darse, como en el caso de Flora y Jeff, a la distancia, utilizando tecnologías como la videollamada.

-Es asombroso cómo podemos mirarnos a través de una pantalla y mantener ese tipo de comunicación. De hecho, estamos haciéndolo ahora mismo. Supongo que la pandemia hizo que las videollamadas se transformaran en algo mucho más común, y supongo que Flora e hijo no hubiera sido igual si eso no hubiera ocurrido. El público puede entender rápidamente la conexión que se produce entre los personajes de una forma que probablemente no hubiera sido posible antes de la covid-19. Por supuesto, la gente hacía videollamadas antes de 2020, pero no con la misma intensidad ni frecuencia. De una manera indirecta, el “hacer un zoom” como algo usual y frecuente permitió que la película existiera.

-¿Cuáles fueron las razones a la hora de convocar a Eve Hewson para interpretar el papel central?

-Con Eve tuvimos una charla cuando el guion estuvo más o menos terminado, y al leerlo me dijo que le había parecido muy divertido. Creo que el hecho de ser dublinesa le permitió captar de inmediato el tono de la historia, y la manera en la cual Flora actúa, habla y se relaciona con la gente. Lo interesante era interpretar a ese personaje como si la película fuera una comedia hecha y derecha, porque si lo hubiera hecho de una manera más naturalista o cruda, el resultado sería muy diferente. El hecho de interpretar a Flora como una comediante permite acercarse al personaje de una manera más profunda.

-¿Cuánta gente estuvo involucrada en la composición de las canciones?

-Usualmente en mis películas las canciones las componemos Gary Clark y yo. Flora e hijo no es la excepción, aunque en este caso les pedimos a los actores que participaran del proceso creativo, para ver si podían crear una parte de las letras. Fue una manera de expresarse, de ver si se sentían cómodos con las canciones, ya que ni Eve ni Joseph Gordon-Levitt son cantantes profesionales. Me parecía interesante sumarlos al proceso de escritura de las canciones, no tanto como Eve y Joseph sino como Flora y Jeff.

-Hay una tendencia creciente que es la de adaptar películas populares al formato del musical teatral. ¿Es posible imaginar una versión sobre las tablas de Flora e hijo? Ya ocurrió antes con tus películas Sing Street y Once.

-Es posible, sí. Creo que sería relativamente fácil hacerlo. No sé si un gran musical de Broadway, tal vez algo más pequeño y sencillo. Me gusta hacer películas pequeñas y, en el caso de la versión teatral de Once, lo que hicieron los responsables de la adaptación fue quedarse con el corazón, el germen del relato, y desarrollarlo en otro formato a partir de ahí. Creo que la gran diferencia entre el cine y el teatro es la sutileza. No quiero entrar en detalles, pero en Once, la película, hay cosas que se sugieren sin ser demasiado explícitas, y al llevarlas al teatro a veces hay que explicarlas de una manera más clara. Lo complejo, el gran desafío, es lograr el mismo efecto que tiene la película en otro espacio y con otras herramientas.