Desde Rosario

Plataforma Lavardén, Rosario. Encuentro Nacional de Músicos en pleno desarrollo. Con el cuerpo metido en una túnica color damasco, Cecilia Todd empuña su cuatro y da un paso al frente. Toca, canta, expone su mundo, y no habrá paso atrás para el hechizo colectivo. El público aplaude a rabiar cada vez que la venezolana termina un tema, o anuncia otro, o dice ciertas cosas de las que otros no quieren ni hablar. “Nosotros, los venezolanos, compartimos muchas cosas con Colombia, claro, pero hay otras que no. Por ejemplo, las siete bases militares que tienen apuntando hacia nosotros. O que sus paramilitares se nos quieran meter por la frontera”, sentencia, comprometida como siempre, al concluir una gema musical que aman ambos pueblos: “Tu boca”, de Illan Chaster. Ella agradece y su voz deviene, toda la noche, como una bocanada de aire fresco ante el odio inoculado. Así será, antes y después. Ella con su cuatro, solita nomás, y todos siguiendo esas austeras melodías, que enaltecen a la patria grande. Así será, entre “Flor de mayo” y “La pena del becerrero”, ambas gemas de Simón Díaz, por caso. 

Ocurre también durante en el clima bucólico que ubica en su justa impronta a una hermosa canción para niños de Conny Méndez (“Oración ratona”), que la cuatrista dedica a Marcelo Nocetti, histórico difusor de la música latinoamericana, mientras la hija de éste (Painé) conduce el evento. “El norte es una quimera”, merengue compuesto hace unos cien años por Luis Fragachan, es otra de las piezas que ilumina la cerrada noche rosarina. “Me fui para Nueva York, en busca de unos centavos, y he regresado a Caracas como fuete de arrear pavos”, canta ella y su veredicto es el esperable: “esta sí que sigue siendo actual”. Además de dar un concierto brillante, justo el día en que PáginaI12 aterriza en la tierra de Nebbia y el Che, la Todd no sale del asombro tras escuchar a una de las sorpresas que presentó el encuentro en su decimocuarta edición: el dúo La Perilla. 

Formado por Matías Trovant y Julia Pistono, dos excelentes cantantes de la región, motivan el reconocimiento público de la venezolana. “Una maravilla el dúo la Perilla”, le sale en verso y, tal como le pasa en sus músicas, no se excede. El dúo abre la noche con una propuesta que oxigena entrañas. A veces se valen de invitados (batería y vientos) para encarar uno de los temas propios (“Quinta pata”), otras se quedan solos para activar una notable y sentida versión de “Nicanor”, chamamé de Teresa Parodi y el Chango Farías Gómez. También se lucen en trío para recrear una conmovedora visita bien guiada por “Te recuerdo Amanda”, de Víctor Jara, dedicada a Santiago Maldonado. Una cerrada ovación atestigua lo que se comenta en la platea: el dúo tiene un futuro luminoso. Tal vez como el presente de Lilian Saba y Mora Martínez, la otra díada de la noche, en este caso a piano y voz. Ambas dedican su tiempo a recorrer piezas de autoras y compositoras. Finezas y sutiles texturas se combinan en “Solita mi alma”, introspectiva chacarera de Lilian; en “He sido”, con el aporte percusivo de Juancho Perone, uno de los organizadores del encuentro, además. El tándem Saba-Martínez destella además con “La lagueadita”, pieza que la pianista compuso pensando en Eduardo Lagos, y a la que Jorge Marziali (aplausos en su honor) le puso letra. Y en otra pieza para la catarsis: “El otro país”, de Parodi. 

La flexibilidad del encuentro permite que Marcelo Torres y su trío (Abel Rogantini en piano más Diego Alejandro en batería) puedan mostrar lo suyo. El toque del trío prende mecha con un jazz de aires folklóricos llamado “Festejo”, sostiene el reguero a través de “Identidad”, tema que el ex bajista de Los Socios del Desierto grabó en su disco Constructor de almas,  y explota con “Vidala de Uquía”, compuesta por Torres, mientras miraba a un coya sembrar la tierra. Una vidala eléctrica, en clave spinetteana, que da paso a “Adivino del tiempo”, el toque centroamericano de la noche. Swing al palo, y una musicalidad que el mismo Torres había puesto en palabras en uno de los dieciseis talleres que propuso el ENM en esta ocasión. Había sido por la tarde, en el quinto piso de la Lavardén, donde el también ex bajista del Indio Solari y Lito Vitale, ofreció la charla pedagógica llamada “Una mirada sobre el bajo contemporáneo aplicado al folklore”. 

“El bajo eléctrico es un instrumento popular que no le pertenece a ningún estilo particular en el planeta. Vos escuchás música africana y tiene un bajista eléctrico; vas al norte argentino y cada vez hay más bajistas, también en Brasil, o incluso en Cuba, que tiene una gran historia relacionada con el contrabajo, pero el bajo el eléctrico se impone con mucha naturalidad… hay grandes pianistas tocando con bajistas eléctricos, y no tienen ningún conflicto en ese sentido. Es importante entender que todos nosotros estamos tocando un instrumento que no pertenece a ninguna secta estilística, por lo tanto lo podemos tocar en cualquier género musical con total libertad, y si alguien te viene a decir algo… problema suyo”, sostiene el bajista que, ante más de veinte talleristas, se puso como ejemplo. “Yo, acá en la Argentina, he tenido problemas por tocar tango, folklore y jazz con el bajo eléctrico, ¿pero a quién le importa eso?, son tonterías que trata de imponer gente que está fuera del ámbito musical, y que a veces tiene influencia en cuanto al negocio de la música. Es importante que tengan conciencia de esto”, detalló Torres, que recurrió a experiencias propias con Pat Metheny y Anthony Jackson, para que se entienda mejor. “Ellos solo piensan en tocar”, dijo, dando vida a la pata formativa del encuentro.  

Otros que dieron su taller durante el par de días que PáginaI12 pasó por Rosario fueron Roberto Calvo (“Arreglos vocales espontáneos en la música folklórica”); Embichadero (“Entrenamiento rítmico en música latinoamericana para melodistas”) y la cantora de Andalgalá Nadia Larcher, que reunió unos cincuenta curiosos y curiosas de su arte para hablarles, en ronda abierta y participativa, de la interpretación como proceso creativo. “Les voy a pedir que hagan una lista y anoten qué es lo que más los moviliza, lo que los vuelve locos, porque el deseo es el motor de todo lo que hacemos. Una vez que éste se enciende, no podemos parar de buscar, y no necesitamos una beca del Fondo Nacional de la Artes para ponernos a investigar. Irremediablemente vamos a hacerlo, por más escollos que se nos interpongan”, se enciende la catamarqueña, que traduciría tal intención en música el sábado por la noche, junto al grupo Don Olimpio. La semana intensiva y extensiva también participó un cartel de los mejores que se  pueden colgar hoy, en términos de MPA y aledañas: la Bruja Salguero, el Chango Spasiuk, Víctor Heredia, Leo Masliah, Jairo, Carlos Aguirre, Marita Londra, Florencia Dávalos, Coqui Ortiz (su versión de “Los obreros de Morón”, de Marziali fue uno de los puntos más altos del encuentro), Ethel Koffman y el dúo Falú-Moguilevsky, que clausuró la semana, mientras el lunes por la madrugada le cerraba los ojos a la ciudad.