Los investigadores
Somos los nerds, los solitarios, los que en otros rubros hacemos agua. Somos malos jugadores de fútbol, generalmente malos cantantes y preferimos no jubilarnos. Tampoco nos sobra el sentido del humor. Pero sabemos pensar, generar hipótesis, y probarlas. Los investigadores que hacemos ciencia básica buscamos plantearnos preguntas inéditas. Algo que nadie se preguntó o ha podido responder. ¿Cuál podría ser el valor de intentar plantear y responder preguntas nuevas? ¿La investigación básica es un juego? ¿Es dejar volar la imaginación y responder preguntas nerds? El mundo evoluciona constantemente en todo sentido. Siguen evolucionando las especies (el ejemplo más evidente fue el surgimiento de distintas variantes del coronavirus); siguen evolucionando las ciudades, las sociedades, el ecosistema y la forma de pensar. Asociados a estos cambios permanentes surgen problemas nuevos que muchas veces son productos derivados del avance de la tecnología que año a año lanza mejoras; mejoras que suelen ir acompañadas de efectos secundarios no predichos ni evaluados a priori. ¿Qué opciones tenemos para enfrentar los nuevos problemas y desafíos de un mundo en permanente cambio? Una opción ha sido siempre hacer lo que nos recomiendan los países desarrollados. En este caso, no estamos seguros si sus recetas están exentas de colonialismo (un colonialismo también evolucionado disfrazado de ayuda humanitaria). Otra opción para enfrentar los nuevos desafíos es usar estrategias desarrolladas por nuestros profesionales e investigadores.
La utilidad del conocimiento inútil
¿Tiene sentido sostener un sistema de ciencia y técnica con investigación básica? Hacer ciencia es un circuito que implica por sobre todas las cosas mucho estudio. Estudio para entender el estado del arte y poder generar hipótesis, plantear abordajes experimentales y metodologías. Implica también la elaboración y escritura de un proyecto que será evaluado por colegas pares nacionales e internacionales para obtener financiación. En caso de que el proyecto tenga buen puntaje por parte de tres evaluadores y se financie comenzamos a realizar los experimentos propuestos, analizarlos, repetirlos, hacer las estadísticas; y escribir artículos donde damos a conocer nuestro trabajo. Durante el estudio y desarrollo de la investigación formamos un criterio personal, pero sustentado en la bibliografía leída y en nuestros propios resultados; un criterio que utilizamos cada vez que analizamos un experimento nuestro o de otro. No creemos de entrada en las conclusiones cuando leemos un artículo o escuchamos una charla: jugamos, osamos sacar nuestras propias conclusiones. El ejercicio de la ciencia básica lleva a desarrollar un tipo de pensamiento crítico que busca la solidez o la falla lógica, que cuestiona las premisas y el conocimiento aceptado. En nuestro caso, esa forma de pensar se desarrolla al darnos cuenta de que la interpretación de nuestros resultados está sesgada por el conocimiento previo. Es decir que atamos cabos con el conocimiento que tenemos; sin embargo, un nuevo hallazgo o un dato que no teníamos puede cambiar totalmente la interpretación de nuestros resultados. Este mecanismo nos permite tomar consciencia de que el conocimiento establecido en nuestra área- y creo que en todas- es además de una gran simplificación del fragmento del estudio que llegamos a entender, fugaz. El conocimiento que generamos se reinterpreta, se fragmenta, y no está exento de contradicciones. Esta forma escéptica de analizar los conocimientos se transmite en las buenas clases a estudiantes y becarios, y también se transmite en la vida cotidiana.
Del conocimiento básico a la ciencia aplicada
La ciencia básica estudia y muchas veces descubre los mecanismos del funcionamiento de procesos físicos, químicos y biológicos, brindando herramientas para que la ciencia aplicada construya encima. Encima de bases sólidas, en base a teorías demostradas, de ahí su nombre: Ciencia Básica. Utilizando el conocimiento de la ciencia básica es como han surgido empresas de base biotecnológica. En los últimos años ha habido un gran estímulo estatal para que los científicos den el salto desde la ciencia a la empresa. Luego de una gran apuesta nacional que ha financiado la ciencia argentina estamos viendo los frutos. En este momento tenemos el tren en movimiento: contamos con el conocimiento y las metodologías para generar empresas de base tecnológica. Sólo en Rosario se han generado más de 10 emprendimientos con producción de compuestos con valor agregado como son la producción de enzimas y productos para diagnóstico. A nivel nacional se ha puesto en marcha Galtec, empresa que surge sobre la base de conocimientos generados por el grupo de Gabriel Rabinovich, investigador argentino en ciencia básica y aporta ahora al tratamiento de cáncer y enfermedades inflamatorias y autoinmunes. Actualmente, los investigadores argentinos estamos a la altura de los grandes descubrimientos mundiales. Podemos entenderlos, explicarlos y generarlos. Sin embargo, si abandonamos esta práctica, el tren se para y no será sencillo volver a hacerlo mover. El desarrollo y mantenimiento de la ciencia básica alimenta un sistema de pensamiento crítico y permite la comprensión de los nuevos fenómenos. Un país que quiere crecer no puede pensar en detener. Si queremos ser competitivos a nivel mundial, comprender las nuevas invenciones y las tecnologías -que nos dominan más de lo que quisiéramos- debemos seguir participando, generando hipótesis, estando a la vanguardia de los descubrimientos, aunque no seamos los primeros del ranking. Voy a mencionar dos ejemplos recientes que evidencian la transferencia de los frutos de la ciencia básica a la sociedad. Un ejemplo palpable y fresco es el desarrollo de la vacuna ARVAC. Este proyecto para producir vacunas contra nuevas variantes de coronavirus en Argentina fue desarrollado por el equipo de investigación que coordina Juliana Cassataro de la Universidad Nacional de San Martín-Conicet y el Laboratorio Cassará. Este proyecto que ya se encuentra en la última etapa de evaluación abrió un camino que no existía, no solo para la producción de vacunas 100 por ciento argentinas sino que también allana las tareas, procedimientos y metodologías para la producción de vacunas contra otros microorganismos, incluso microorganismos aún desconocidos. El otro ejemplo de transferencia de conocimiento básico hacia la sociedad es justamente la transferencia de conocimiento básico: Unos días después del lanzamiento de GPT- el buscador que opera con inteligencia artificial- el mundo estaba alborotado. Todos los noticieros y redes hablaban del enorme poder de la inteligencia artificial. Nos sentíamos abrumados e indefensos por los cambios desconocidos que este invento humano podría generar. En Rosario tuvimos el lujo- a esto llamo lujo yo- de asistir a dos charlas que pusieron luz sobre este tema. Una fue en el ciclo de Interciencia del IBR-CONICET-UNR a cargo del doctor Pablo Granitto, director del Instituto de CONICET, CIFASIS y profesor UNR en Machine Learning y otra fue en el marco de las Jornadas de Ciencia y Tecnología de la Facultad de Ciencias Bioquímicas y Farmacéuticas de Rosario, a cargo de Patricia San Martín y Guillermo Decoppet, docentes e Investigadores IRICE-CONICET-UNR. Ellos hablaron sobre el pasado, presente y futuro de los sistemas inteligentes, nos explicaron cómo aprende la máquina y nos contaron de los peligros y limitaciones del sistema de etiquetado y también de las maravillas que puede hacer la Inteligencia Artificial. Sin investigadores nacionales que tengan el conocimiento y la preparación para entender estos sistemas, quedaríamos abrumados por un Ser poderoso y sin capacidad siquiera de saber de qué se trata, simplemente abrumados e indefensos ante un nuevo Dios: la investigación, el conocimiento generado por nuestros investigadores, nuestros hermanos, es también tranquilidad, criterio propio, criterio nacional.
El día a día
La búsqueda es incesante, el pensamiento no para siquiera cuando vamos manejando. También trabajamos a la noche, cuando todos duermen y hay silencio. Hasta solemos soñar con experimentos y a veces el sueño tira una pista. Con nuestros experimentos, a veces realizados con tecnología de punta y a veces con tecnología casera -pero con precisión y lógica férrea- un investigador argentino asiste a un congreso internacional y se para ante científicos de todo el mundo a contarles lo que pensó, qué experimentos hizo y qué dedujo. A veces sentimos que estamos con un taparrabo y un fusil herrumbrado, tratando de hacer buena ciencia y mostrar que somos competitivos –nos atacan lo nervios, y hay que hablar en inglés, muchas veces aprendido a los ponchazos-. Pero tenemos la convicción y la solidez de un guerrero, que puede convertir a ese fusil viejo en un rayo luminoso que despeja y aclara problemas complejos. Los argentinos estamos acostumbrados a resolver cuestiones complejas. Nuestro entorno es siempre complejo, y esa versatilidad nos hace valiosos en todo el mundo, no sólo en ciencia, también en deporte, música, ajedrez, literatura, psicoanálisis. Somos esa mezcla de indio y europeo; villas de lata y boulevard haciendo magia para sacar lo mejor. Estamos acostumbrados a pelearla siempre. Además, somos permeables a las críticas. Esperamos críticas constructivas. No aplausos. La crítica pertinente es señal de que la idea se entendió. Un buen comentario ayuda a crecer, a fortalecer o repensar la hipótesis. También podemos desbaratar creencias con una pregunta. Y puede que esto moleste.
Sistemas de evaluación. La clave
Los científicos confiamos en el sistema científico. Hacemos lo que nos pide el sistema y respondemos a criterios de evaluación establecidos, muchas veces sin pensar. Actualmente, en gran medida, la vara con la que se mide la capacidad y prestigio de un científico en Argentina y en todo el mundo es la producción de papers. Los papers son artículos que se escriben en inglés en los que damos a conocer nuestros experimentos, protocolos, resultados y conclusiones y se publican, luego de un arduo proceso de revisión, en revistas internacionales que poseen alto factor de impacto. Esta dinámica o circuito ha sido criticado por distintos investigadores a nivel internacional (Declaración DORA, Boicot de MIT contra la editora Elsevier, incluso el premio Nobel Randy Schekman ha criticado la presión para publicar en revistas "de lujo"). La crítica viene porque además de dar a conocer el producto de nuestras investigaciones, los autores pagamos aproximadamente unos 2000 dólares a las editoriales por gastos de publicación. Sin embargo, en Argentina los investigadores de Ciencias Naturales no hemos reflexionado exhaustivamente sobre el tema. ¿Por qué pagamos para dar a conocer el sabroso fruto de nuestro trabajo en revistas internacionales? ¿Tiene sentido seguir evaluando a los investigadores con este sistema? ¿No será el momento de crear un sistema científico autónomo que fomente la edición y publicación en revistas nacionales?
Ciencia y Política
Algunos gobiernos han apoyado el desarrollo de la ciencia argentina, pensando quizá que un sistema científico sólido contribuye generando no sólo conocimiento y valor agregado a nuestros productos, sino también construyendo perspectivas y nuevas interpretaciones. Uno de los candidatos a Presidente de la Nación propone reducir drásticamente el sistema científico. No es una idea nueva. Otros gobiernos también han abortado el desarrollo de la ciencia y la tecnología en Argentina. Ya pasó en la "Noche de los Bastones Largos", y más recientemente un ministro de Economía nos mandó a lavar los platos. Una estrategia típica de gobiernos liderados por hombres sin arraigo ni conexión. En nombre de la libertad, se propone a reducir el consejo de investigaciones científicas y tecnológicas a una oficina y reducir gastos. La ciencia sería financiada por empresas. ¿Qué tipo de proyectos le puede interesar financiar a una empresa privada? ¿Cómo se administraría el dinero generado por las empresas beneficiarias para retroalimentar al sistema científico, que permitió la formación y capacitación de los investigadores argentinos? Si bien la gran mayoría de los científicos pensamos que somos apolíticos y que la ciencia y el conocimiento también lo son el panorama actual deja en claro que tanto el tipo de investigación que se decide financiar en un país, como el mantenimiento de un Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, sí son decisiones políticas.
Perspectiva y problemas a resolver
Las ciencias Naturales y Exactas han avanzado inmensamente y dado sus frutos (incluidos frutos tóxicos). Sin embargo, en Argentina, muchos problemas centrales siguen siendo problemas económicos, sociales y políticos. Son la falta de distribución de dinero, la inflación vertiginosa, el enredo de valores, la imposibilidad de proyectar, la falta del cuidado de nuestros ríos, nuestro aire, nuestra tierra. ¿Tendrá sentido comenzar a debatir sobre los temas de investigación que necesitamos en Argentina? ¿Cómo surgen los temas que estudian nuestros investigadores de ciencia básica? ¿En qué contexto surgen las curiosidades que rigen las investigaciones? En este punto podríamos plantearnos también qué tipo de tecnología necesitamos importar y fomentar. A veces sentimos que nuestras investigaciones son guiadas por la tecnología -una zanahoria que siempre está lejos y nos distrae. ¿Cómo se construye la agenda de temas de interés de la ciencia? Podría ser un buen momento para integrar intereses y búsquedas con las ciencias sociales. Mediante la creación de una comisión transdisciplinaria que genere un listado de problemas concretos a resolver, donde se planteen los temas que necesitan ser ejecutados y aportar a la conexión del sistema científico con su entorno. ¿Qué tipo de investigaciones deberían ser publicadas en revistas extranjeras y cuáles se deberían cuidar como patrimonio nacional? ¿Cuáles son los retos que deben enfrentar las publicaciones nacionales para prosperar? ¿Se debe promover un modelo de evaluación que revalorice la comunicación a través de revistas locales? Estas son algunas de las preguntas sobre las que podríamos comenzar a debatir en foros y congresos. La revalorización y reflexión sobre sobre prácticas naturalizadas de las ciencias experimentales, podrían generar nuevos abordajes para mejorar la vida, el entorno y el compromiso de los argentinos. Creemos que la investigación representa una gran fortaleza para sostener el esqueleto de un país soberano y que jugar con ideas, darlas vueltas patas para arriba y volverlas a unir, preguntar, ayuda a resolver rompecabezas y compatibilizar lo incompatible.
Investigadora de CONICET-FBIOYF-Rosario. [email protected]