Desde San Salvador de Jujuy

En Los lugares cambian, obra escrita por Elena Bossi y dirigida por Rodolfo Pacheco que acaba de estrenarse en el Teatro Mitre de San Salvador de Jujuy, no hay una sola madre sino tres. Las figuras maternas que protagonizan la pieza tienen más de 90 años y son tres hermanas viudas que viven enredadas en las madejas de su pasado: a lo largo de una conversación evocan recuerdos, discuten detalles y contrastan sus versiones. La realidad no es unívoca sino que hay múltiples interpretaciones. El estreno se realizó en el marco del programa federal que lleva adelante el Teatro Nacional Cervantes, TNC Produce en el País, en coproducción con el Ministerio de Cultura y Turismo del gobierno provincial. La obra podrá verse los jueves y viernes de octubre a las 21.

Las tríadas tienen mística propia: las Hermanas Fatídicas que vaticinan la gran tragedia en Macbeth constituyen una de las más conocidas en las artes escénicas, pero también hay otras de carácter mitológico como las tres Diosas Griegas (Hera, Atenea y Afrodita), las tres Moiras (Cloto, Láquesis y Átropo), la tríada osiríaca (Osiris, Isis y Horus), la tríada hindú (Brahma, Visnú y Siva) o, más cerca, la tríada andina (Inti, Illapa y Viracocha). En este caso, la tríada está compuesta por María del Carmen (Noemí Salerno), Blanca (Silvia Gallegos) y Encarnación (María del Carmen Echenique).

Ellas provienen de una familia jujeña de alta alcurnia y comparten un secreto, un pacto de sangre y silencio. Cuando eran jóvenes y tenían toda la vida por delante, una quedó embarazada y el “percance” fue ocultado como si se tratara de un pecado mortal; el chico fue dado en adopción y el secreto enterrado. Pero el conflicto surge cuando ese hijo perdido, Juan Antonio (Roberto Cruz), descubre el secreto y decide visitarlas para desentrañar cuál de esas tres mujeres es su madre biológica. Ese es el primer acto. En el segundo, él las enfrenta para eliminar su duda pero las mujeres se oponen a romper el acuerdo. En el tercer acto, Encarnación muere y Juan Antonio asiste al funeral con la esperanza de resolver el misterio de una vez por todas. Estos no son spoilers porque todo eso está contado en el programa de mano, pero lo interesante es ver cómo lo resuelve Pacheco en su puesta.

“La anécdota principal que involucra a las tres hermanas me la contó una señora en un gabinete cosmetológico. Nos habíamos hecho amigas y charlábamos un montón. Ahí me pasó algo que ocurre pocas veces en la vida: mientras me contaban la anécdota, yo la escuchaba e iba imaginando las escenas. Salí de ahí con la obra completa en la cabeza. No pensé en un cuento ni en una novela sino en una obra”, recuerda Elena Bossi, quien siempre había escrito teatro por encargo; esta es la primera obra que surgió del deseo propio de contar una historia. En el proceso de escritura leyó materiales sobre la vejez (Simone de Beauvoir, Cicerón), después obtuvo una beca para escribir durante 20 días, elaboró su primer borrador en 2018 y le pidió una clínica a Sandra Franzen para trabajar la cuestión de la charla femenina: “Creo que nosotras podemos hablar de muchos temas al mismo tiempo y mezclar algo muy filosófico, académico y profundo con unos zapatos que estamos viendo en la vidriera sin perder el hilo. Me encanta eso”, explica Bossi.

Con Franzen hizo el pulido final y luego le mostró el resultado a Pacheco “con la esperanza de que se enganchara”, aunque se daba cuenta de que ya no era una obra de bajo presupuesto para pocos actores porque requería otro despliegue. Al poco tiempo se enteró de la convocatoria del TNC y le propuso al director que se postularan: “Aramos dijo el mosquito. Yo había escrito la obra, pero el proyecto lo tenía que armar él porque yo de teatro no sé nada. Estoy encantada con el resultado; es un lujo. No cualquiera que escribe una obra cuenta con un artista de este nivel y con estas actrices”.

La pieza de Bossi pone el foco en varias cuestiones: en primer lugar, se abordan problemáticas de mujeres de la tercera edad; por otra parte, se pone en cuestión una dimensión de clase porque las tres pertenecen a la elite más conservadora (ese punto quizás podría haber estado algo más desplegado considerando que Jujuy es una de las provincias con mayor desigualdad en el país y hubiese estado bien explorar algo de eso); en tercer lugar, de algún modo ellas están atravesadas por el deseo y todo lo que no pudieron hacer en su juventud. ¿Por qué el deseo está tan poco asociado a las personas mayores?

Todo parte de una conversación, por lo tanto, la puesta podría haber caído en cierta monotonía pero Pacheco logró imprimirle a su trabajo un aire novedoso con la incorporación de dos “técnicos-actores” (así aparecen nombrados en la ficha artístico-técnica) que se mueven entre los personajes al ritmo de la danza urbana callejera y empujan la acción dramática. Los intérpretes (Tupac Pelaez y Ezequiel Boris) son la cuota de frescura en este elenco conformado por actrices que trabajan con el director hace más de veinte años y fueron su primera elección a la hora de armar el proyecto.

Otro elemento interesante es la música en vivo (Bruno Romero), que contribuye a generar climas (sobre todo en los segmentos de baile) sin subrayar demasiado la acción. Los sonidos llegan a oídos de los espectadores desde las alturas del precioso Teatro Mitre. La escenografía (J.C. Fabio Sánchez) es sencilla –tres sillas, una mesita, una planta, un florero y un árbol de fondo– pero el diseño de luces (Saturnino Peñalva) y las visuales proyectadas en la pantalla gigante de un escenario con buenas dimensiones habilitan un trabajo con la profundidad y permiten llevar el montaje un poco más allá de las tradicionales puestas de living naturalistas.

Por momentos el trabajo presenta algunos problemas de ritmo y aparecen resabios de esa monotonía que puede tener cualquier conversación, pero la solvencia de las actrices permite un coqueteo con el humor, varios momentos hilarantes que incluyen cambios de vestuario (Vanesa Vázquez), la aparición de pelucas grotescas y un par de gags físicos; ese matiz cómico también podría haber estado más explotado porque las actrices tienen con qué, aunque la pieza vire hacia el drama. En Los lugares cambian emerge algo arquetípico que esquiva la caricatura, esos modos de hablar y comportarse que pueden registrarse en las tías o abuelas de cualquier familia: las derivas, las digresiones, los olvidos, el humor involuntario, el chisme, la ausencia de filtros sociales y también la ternura. Los lugares cambian es la octava posta del mapa que el TNC fue coloreando este año. La producción de Pacheco se suma a las obras De quién es el mar (Santa Rosa, La Pampa), Mientras los filósofos duermen (ciudad de Córdoba), Otilia Buenaventura (Monte Caseros, Corrientes), Hedda Gabler (ciudad de Santa Fe) y Los establos de su majestad (Las Heras, Mendoza), en el marco de una iniciativa que ilumina las teatralidades y poéticas de todo el territorio argentino.

* La obra podrá verse el 12, 13, 19 y 20 de octubre, y 22 de noviembre a las 21 en la Sala Mayor del Teatro Mitre (Alvear 1009, San Salvador de Jujuy). Las localidades se adquieren en meinscribo.com. El jueves 26/10 se presentará en San Pedro y el viernes 27/10 en Perico.