Las recientes elecciones en Francia en 2017 mostraron que el país transitaba por una senda económica y política peligrosa ya que el fracaso de las elites políticas, culturales, mediáticas y financieras, en las tres últimas décadas, había provocado una situación inédita en la cual la extrema derecha aparecía como una opción de gobierno. El “entusiasmo” y las expectativas suscitadas por los medios adictos al presidente Emmanuel Macron, miembro de esas elites y ex ejecutivo de un banco de inversiones, anunciando “transformaciones revolucionarias” se van diluyendo. Era poco probable que un gobierno formado por tránsfugas de la derecha de los Republicanos (neogaullistas), algunos desertores socialistas y ecologistas reciclados, pudieran crear algo novedoso y positivo. 

La retórica electoral de Macron condenaba tanto a la izquierda como a la derecha que, según él, se “neutralizaban y dilapidaban las fuerzas de la Nación y le impedían avanzar”. Con el apoyo de los medios y de la oligarquía financiera, Macron prometió que limitando la protección social de los trabajadores y de los jubilados, se obtendrían cambios que sacarían a Francia de lo que llamó “la estrategia perdedora de sus predecesores”. 

Su propuesta es en realidad el truco de magia de la economía vudú, que sostiene que el conjunto de los habitantes de un país se enriquece si se empobrece a la mayoría. Esta narrativa es un viejo sueño de la derecha ultramontana. Cuando se aplica una política económica inspirada por la Vulgata liberal en sus aspectos más perversos, darles a los ricos lo que se les saca a las capas medias y a los sectores populares, el país en su conjunto se empobrece ya que decrece la riqueza que produce.

El primer punto de la política de Macron es reducir la protección de los trabajadores modificando el derecho laboral para disminuir el costo salarial global que según el nuevo presidente es la causa, en Francia, del desempleo masivo. Keynes explicó en La Teoría General que la variación del empleo depende de la evolución de la demanda efectiva. La demanda de trabajo de las empresas está determinada por sus carteras de pedidos y cuanto mayor sea ésta mayor será la demanda de trabajo. Para los patrones el salario es un costo, como cualquier otro insumo, y no esperan que bajen los salarios para incorporar personal si tienen que satisfacer una demanda fehaciente. El nivel del empleo no depende del costo que es un dato sino del gasto global, de la demanda efectiva. La política macronista busca simplemente ayudar a los patrones incompetentes y, en particular, facilitar y disminuir el costo del despido. 

Los economistas ortodoxos franceses afirman que los patrones no emplean más asalariados porque temen afrontar costos importantes cuando quieren despedirlos. Es la versión francesa de la impronta macrista sobre “la industria del juicio”. Se puede sostener que los cambios que Macron quiere introducir en el derecho laboral son los más neoliberales que se hayan imaginado desde la anulación de la Autorización Administrativa del Despido realizada por Chirac en julio de 1986. 

El segundo punto de la política macronista es la reducción del Estado de Bienestar. Inspirándose en la Vulgata neoliberal, el Primer Ministro Édouard Philippe afirmó en el Parlamento para disfrazar está política de regresión social, que Francia era la campeona mundial de la presión impositiva y que los franceses eran “drogadictos del gasto público”. Esta afirmación no es una novedad, los franceses la conocen bien puesto que es desde hace años enarbolada y reiterada por la derecha neogaullista de la cual Philippe se inspira. Pero esta afirmación es falsa.  

Para lograr su cometido, Macron impondrá una disminución de las jubilaciones vía un incremento de la Contribución Social Generalizada, que compense la disminución del salario indirecto de los trabajadores en lo que hace a la cobertura del desempleo y la salud que pagarán los jubilados. Se trata de una puñalada en la espalda al sistema de la jubilación por reparto impuesto por el Consejo Nacional de la Resistencia que reunía las fuerzas políticas que lucharon contra la ocupación alemana y fundador del Estado de Bienestar en Francia. 

El tercer punto, por el momento, será una disminución del seguro de desempleo y la ayuda social a las familias que tendrá una clara repercusión sobre su situación, ya que esta disminución incrementará de manera significativa la cantidad de pobres, en particular los jóvenes y las familias monoparentales que en Francia llega al 10 por ciento de la población. Esto tuvo una primera aplicación en julio con la disminución de 5 euros por mes (100 pesos) de la Ayuda Personalizada al Alojamiento. 

El cuarto punto involucra los cambios en la política fiscal, con una disminución del impuesto a las grandes fortunas llamado ISF (Impuesto solidario de las fortunas) y a los beneficios de las empresas. Los cálculos realizados por el Observatorio Francés de Coyuntura Económica, que depende del Instituto de Ciencias Políticas de París, donde se forma la crema de las elites francesas, muestran que el 50 por ciento del valor en euros de los cambios fiscales previstos beneficiarán al 10 por ciento de los que ganan más. 

La “luna de miel” de Macron con los franceses a durado poco. Las encuestas muestran que la prensa adicta no ha logrado prolongar la fascinación y la percepción positiva que tenían sus electores ya que sobre las primeras medidas 54 por ciento de ellos estarían en desacuerdo. Pero lo más grave es que solo 36 por ciento aprueban su gestión.

* Doctor en Ciencias Económicas de la Universidad de París.

bruno.susani@wanadoo.fr