LA MONTAÑA 7 puntos

Francia, 2022

Dirección: Thomas Salvador.

Guion: Thomas Salvador y Naila Guiguet.

Duración: 115 minutos.

Intérpretes: Thomas Salvador, Louise Bourgoin, Martine Chevallier, Laurent Poitrenaux, Andranic Manet.

Estreno exclusivamente en salas de cine.

El actor devenido cineasta Thomas Salvador debutó detrás de la cámara con una de las películas de superhéroes más extrañas de la última década. En Vincent (2014), él mismo se encargaba de interpretar al protagonista, un hombre común que un buen día descubre que adquiere superpoderes en cuanto entra en contacto con el agua. Por supuesto, aquella apuesta minimalista, despojada de efectos especiales y villanos excéntricos, poco y nada tenía que ver con el género cinematográfico de moda, e inició una filmografía que ahora apoya su segunda baldosa con otro largometraje fuera de norma, en el sentido de que esquiva las expectativas que el espectador podría depositar en él. Pierre (otra vez Salvador) es un ingeniero especializado en robótica que viaja a una pequeña ciudad a los pies del Mont Blanc para presentar el último desarrollo de su empresa: un brazo mecánico capaz de manipular con precisión elementos de cocina. En medio de la presentación frente a los posibles compradores, sus ojos quedan congelados y la voz se le paraliza ante la visión de las montañas nevadas allá a lo lejos.

A los diez minutos de proyección, de manera directa y veloz, La montaña ya ha establecido el punto de partida de lo que vendrá. Tal vez cansado de las rutinas, quizás alienado al punto de la opresión, Pierre miente en el trabajo y decide quedarse unos días acampando en medio de la blanquecina sábana de nieve, aplicándose al berretín de la escalada. A punto de volverse a París, el protagonista se baja del tren justo antes de que arranque, echando en la mesa las cartas de su destino, abandonando carrera y profesión con la intención de iniciar una nueva vida. Todo ello puede adivinarse en las actitudes de Pierre, ya que su semblante impertérrito y tendencia al silencio rotundo no lo hacen particularmente fácil de escrudiñar. Poco tiempo después, antes de que la madre y su hermano se acerquen a la zona, con toda la lógica del mundo, a preguntarle qué pretende hacer de su vida, el hombre conoce a Léa (Louise Bourgoin), la chef del parador al cual se accede exclusivamente en teleférico y posible candidata para el emparejamiento.

O al menos eso es lo que podrían indicar los juicios previos del espectador, cuya imaginación supone a esa altura que el de Salvador es un típico film de reinicios existenciales con romance a la vista. Algo de eso hay, pero La montaña pega un volantazo de varios grados cuando el origen de unos pequeños aludes de piedras es descubierto en una noche despejada. Como Vincent en el film homónimo, Pierre se lanza de lleno a la investigación de los más extraños fenómenos, que empujan al relato a terrenos inesperados, más cerca de Estados alterados que de La aventura y el hombre. Película mutante, de desarrollo pausado y ribetes imprevisibles, La montaña utiliza de manera muy efectiva el rodaje en locaciones reales de la Alta Saboya, en el corazón de los Alpes franceses, para narrar un cuento que parte del realismo extremo para ingresar al más fantástico de los terrenos cinematográficos.