Unas dos mil personas, entre ellas docentes, padres y alumnos, marcharon ayer al Ministerio de Educación de la Ciudad de Buenos Aires para expresar su rechazo al proyecto “Secundaria del Futuro”, la reforma educativa impulsada por el gobierno porteño que busca reestructurar los cursos, modificar la metodología de trabajo en las aulas y estipular que los alumnos del último año trabajen en empresas y organizaciones. Los manifestantes presentaron en el ministerio un petitorio para convocar una reunión con la ministra de Educación porteña, Soledad Acuña. Al reclamo se sumaron once escuelas de la Ciudad que fueron tomadas durante la jornada de ayer. En diálogo con PáginaI12, el presidente del Centro de Estudiantes de la Escuela de Música Juan Pedro Esnaola, Juan Alam, advirtió “no estamos en contra de mejorar el sistema educativo, pero si quieren hacer una reforma deberían consultar a la comunidad educativa. Esta no es la manera”.

El proyecto de la reforma educativa fue presentado la semana pasada por el Ministerio a través de un documento que explica que el secundario quedará dividido en un ciclo básico de dos años, un ciclo orientado de igual duración y un “año integrador y formativo más allá de la escuela”. Ese año estará repartido en dos partes: “50 por ciento del tiempo escolar destinado a la aplicación de los aprendizajes en empresas y organizaciones según talentos e intereses de cada alumno” y la otra mitad “destinado al desarrollo de habilidades y proyectos relacionados al emprendedurismo”, apunta el documento. Según el proyecto, el nuevo plan se implementará en 17 escuelas en 2018; en 42 escuelas en 2019; en 42 en 2020 y en otras 42 en 2021. 

“Nos preocupan no sólo las pasantías durante el último año, sino principalmente el rol que van a tener los docentes y el riesgo que corren sus trabajos”, indicó Alam. “No está mal que se quiera aplicar tecnología en las aulas, pero hay muchas escuelas que ni siquiera tienen wi-fi”, agregó. En la misma línea, el presidente del Centro de Estudiantes del Normal 1, Federico Echagüe, dijo a este diario que la nueva reforma “es una profundización de la Nueva Escuela Secundaria pero que cambia la dinámica y metodología dentro del aula. Cambia el rol de los docentes y de los espacios”. “Tuvimos una reunión en el Ministerio y no supieron explicarnos cómo la iban a implementar”, añadió.

El Normal 1 es uno de las once establecimientos tomados en la Ciudad, junto con la escuela de Bellas Artes Manuel Belgrano, el Normal 10 Juan Bautista Alberdi, el Liceo 9 Santiago Derqui, el Antonio Devoto, la escuela Nº 8 Julio Argentino Roca, la escuela de Bellas Artes Rogelio Yrurtia, la técnica Nº 33 Plumerillo y el Comercial 7, la escuela medio Nº 1 Julio Cortázar y el Carlos Pellegrini. 

“Nuestra posición es: primero el presente y después el futuro. Hay un montón de problemas y falencias para atender en la escuela pública, como los problemas de infraestructura, la invasión de ratas, las viandas que mandan con comida podrida y el hecho de que cuando llueve muchas escuelas se inundan”, sostuvo Echagüe. En una reunión que tuvieron docentes y estudiantes el martes con miembros del Ministerio, una de las preguntas fue quiénes serán los “facilitadores” o “tutores” que se incorporarán a la cursada. Según Echagüe, las respuestas sobre este tema no fueron claras.  “Toda la información que nos dieron es muy ambigua. La funcionaria no supo distinguir entre una escuela media y una técnica y tampoco nos respondió qué iba a pasar con las escuelas que sí tienen pasantías rentadas. No supieron decirnos cómo van a implementar esta reforma y faltan cinco meses”, apuntó.

“Estamos en contra de una reforma que le quita horas de estudio a los jóvenes; hay medio año de quinto que no van a estar en el colegio. Con esta reforma pretenden recortar de un plumazo 90 días de clases”, dijo a este diario Eduardo López, secretario general de la Unión de Trabajadores de la Educación (UTE). Para López la reforma propone “menos horas de estudio, pérdida de calidad educativa y un ahorro para compensar el recorte presupuestario. No estamos en contra de articular con el mundo de trabajo pero hay que hacerlo sin perder un segundo de clase. Las prácticas no pueden encubrir mano de obra barata”.