Excéntrica desde donde se la mire (como un elogio, y también de modo literal), Hoy partido a las tres es una película que simula estar ambientada en un pueblito de Corrientes pero fue filmada en el Chaco, y que además acompaña a lo largo de un día las peripecias de un equipo de fútbol formado por mujeres (¿existe el fútbol femenino?). La primera película de Clarisa Navas, una directora joven nacida en Corrientes que jugó al fútbol desde chica, tiene como centro a Las indomables, un equipo que al principio de la película se muestra en plena acción, jugando un partido nocturno. La pelota empieza a rodar y enseguida salen a la superficie los conflictos propios de cualquier equipo (quejas de unas compañeras hacia otras, resentimiento, críticas) y al mismo tiempo, significativamente, las chicas deben aguantar la cancha frente a un grupo de varones que, en lugar de esperar su turno, quiere ocuparla antes de tiempo.

Allí ya se plantea el espíritu de Hoy partido a las tres, que pretende mostrar un mundo en buena medida oculto sin idealizarlo y en el mismo movimiento, constituirlo en un espacio de resistencia que las mujeres que gustan del fútbol pueden ocupar por y para ellas mismas (aunque estén bajo la mirada de un director técnico varón que, como se verá a lo largo de la película, no tiene la última palabra). Después empieza el largo día de espera en que transcurre la mayor parte de la historia: Las indomables están por participar en un campeonato regional de fútbol femenino muy mal organizado por la intendencia, con interés demagógico pero no lo suficiente como para supervisar que todo se lleve a cabo como corresponde, y mientras tanto se realiza un acto de campaña en el mismo lugar. Navas, de modo bastante explícito, contrapone a la política partidaria -representada por un animador altisonante que habla para nadie la mitad del tiempo- otra práctica que, por supuesto, también puede leerse de modo político, aunque muchxs todavía no lo entiendan así, y es la de esta reunión espontánea de mujeres que encuentran en el fútbol la oportunidad para tejer otras relaciones y alianzas al margen de la vida laboral, familiar, institucional, es decir, de lo impuesto.

La tarde que transcurre morosamente mientras las chicas esperan y una tormenta amenaza con convertir la cancha en un barrial es la ocasión para mostrar, en conversaciones casuales que se tejen y destejen, desplazamientos de los personajes en apartes casi teatrales, idas y venidas o miradas intercambiadas con disimulo que conducen a levantes, ciertos modos de vivir el cuerpo, las relaciones con lxs otrxs y la sexualidad que tienen quizás sus puntos culminantes en dos hechos distintos pero relacionados: en primer lugar, a varias de las chicas les gustan las mujeres y es de lo que se habla (y lo que se ve) a lo largo de toda la película, con picardía y sensualidad. Incluso conversan, en un momento y con el entusiasmo de quien sabe y gusta del tema, sobre lo distinto que es estar con una mujer, en un pasaje que parece destinado a ese público “otrx” (quizás los varones, quizás los heterosexuales en general) al que la película, evidentemente, quiere interpelar. En otro momento, unos tipos que están mirando a las chicas jugar empiezan a gritarles insinuaciones sexuales mientras festejan entre ellos y las chicas, literalmente, los re cagan a piñas. Por todo eso Hay partido a las tres tiene un aire de manifiesto, de proclama, pero no es un problema porque al mismo tiempo es una buena historia bien contada. Y otra manera de acercarse al mundo del deporte que, no solo no estaba retratada en el cine argentino, sino que lo aborda desde un relato bien distinto a los caminos de héroes o el régimen éxito/fracaso al que estamos acostumbradxs.