En 2002, la cadena Al Jazeera puso su mirada en Latinoamérica y mandó a la joven corresponsal Dima Khatib a Venezuela. Ávida de contar historias que emparenten el mundo árabe con nuestra región, tan diferentes y a la vez tan similares, uno de sus primeros contactos fue con los indígenas del pueblo Pemón, al sureste del país. Un día de avión, traslados en auto y largos trayectos por ríos solitarios la llevaron al destino junto a sus camarógrafos. Ella no  sabía que una sola persona de la comunidad hablaba español. “Nosotros pensábamos que yo iba a poder hablar con todo el mundo en América Latina, pero llegamos a este pueblo y yo solamente podía hablar con un señor, que era como el cacique, y resulta que hablaba muy mal español. Intentaba yo, en vano, decirle de dónde habíamos venido: le dije Palestina, le dije Siria, le dije Egipto, le dije Qatar y nada. Me preguntó cuánto demoramos en llegar. “Veinticuatro horas” le dije yo y él pensó que habíamos caminado todo ese tiempo. Ahí le expliqué que habíamos llegado en avión y él no lo podía creer. Mi equipo no entendía nada. Luego me iluminé y le dije: “¿Eres católico? ¿Conoces a Jesucristo? y ahí me dijo: “Por supuesto, él es mi señor”. Entonces por fin pude decirle “Tu señor viene de mi país. Yo vengo de Palestina, donde nació Jesús, en Belén. Él es palestino” y allí él quedó enamorado. “Todos se juntaron en el pueblo, él se los contaba y fue muy impactante. Al final nos hicimos amigos. Esa fue la primera experiencia que me impactó en esta región, así que cómo no amarla”, dice Dima a Las12 en su castellano perfecto. Cubrió la época de Chávez, la llegada de la izquierda al poder en Brasil, Bolivia, Argentina, Uruguay y Ecuador. “Cada elección que yo cubría la ganaba la izquierda por primera vez en la historia del país en años, entonces yo viví ese momento de cambio y también de nacimiento de una nueva Sudamérica. Y lo que encontraba era que ustedes y nosotros éramos muy parecidos, por lo que me parece lo más lógico que hayamos tenido esa mirada puesta en ustedes. Lo que pasa con los países anteriormente colonizados es que se quedan en contacto con la cultura del colonizador. Esto da como resultado que la colonización cultural siga. Es el caso de muchos países del sur, como los de América Latina, pero también del mundo árabe y de África y creo que el acercamiento de Al Jazeera como el medio más poderoso del mundo árabe (de hecho, es el único medio del mundo árabe con impacto global) abre la vinculación directa entre países del sur.”.  

Pero imagino que debe haber, y sigue habiendo, muchos obstáculos.  

–Yo recuerdo cuando me instalé en Venezuela que mi objetivo como periodista era romper la narrativa del norte sobre los países del sur. Es decir que las historias de Latinoamérica que nos llegaban al mundo árabe y las historias que a ustedes les llegaban del mundo árabe, sucedía a través de agencias del norte, entonces una visión de París, de Londres, de Washington, de Roma, de Madrid, son visiones respetables y deben ser tomadas en cuenta, pero de ninguna manera pueden ser las únicas porque esos países nos han colonizado, nos han cambiado la cultura, la lengua, y siguen mirándonos desde arriba. Yo quería contar las historias de Latinoamérica al mundo árabe de manera directa y con mis ojos árabes. La mía no va a ser la misma historia que narre un periodista de la BBC o de The New York Times, y todos somos profesionales y honestos pero cada uno de nosotros ve la historia desde su punto de vista. Eso es lo que quería romper cuando fui a América Latina y de hecho lo hice, y lo considero uno de los logros más importantes de mi vida, de mi carrera y también de Al Jazeera porque ningún otro medio ha logrado ese tipo de acercamiento. Nos unen además muchas causas, como la pobreza, el desempleo, la polarización política, tenemos más guerras que ustedes, ustedes tienen más democracias, nosotros tenemos más plata, en algunos países más que en otros, entonces en general tenemos más dinero. Ambos tenemos países con muchos recursos, pero relativamente pobres como Estados. 

Los años que pasaste girando por nuestra región fueron muy importantes para nosotras porque los cambios en las formas de gobierno fueron impactantes. ¿Cómo se traducía eso en tus coberturas? 

–Viví muchas cosas positivas, mucha esperanza. Muchos países como Bolivia me han dejado una marca muy profunda porque lo de Evo Morales fue increíble. Podría escribir un libro sobre esa experiencia. Morales nos dio la primera entrevista después de haber sido electo, en su casa en La Paz, que era tan pequeña que no se podían poner bien las cámaras. Era un señor muy modesto, y transmitir esto al mundo árabe y que ellos vieran a un indígena hablando de Palestina… Eso es lo que quería decir con romper, con informar de otro modo. No puedo creer que hasta el día de hoy la gente me para en el mercado y me pregunta si fui yo la periodista que entrevistó a Morales aquella vez.  

¿Qué crees que cambió en estos quince años de Al Jazeera en Latinoamérica, en la forma de cubrir nuestra región? 

–Hubo varias fases. La primera de mucha información, donde cualquier historia era interesante. Luego pasamos a la fase difícil que era la de nuestras revueltas, cuando de un lado mucha gente del mundo árabe buscaba aprender de las experiencias revolucionarias de Latinoamérica: cómo salieron de las dictaduras, cómo se pudieron levantar Argentina, Chile o Uruguay de todo el dolor, de la tortura y de los y las desaparecidas. Me pedían “dime cómo viven ellos, queremos mirar hacia el futuro”. Y lamentablemente ese no fue el caso del mundo árabe porque no hemos llegado a salir de las dictaduras. Sin embargo, ese tiempo fue muy interesante y también fue un tiempo de muchas diferencias porque muchos revolucionarios en América Latina no apoyaron las revueltas árabes por una diferencia política obvia, geopolítica, y después los revolucionarios del mundo árabe lo entendieron, pero en aquel momento no. Chávez dijo, por ejemplo, que lo que había pasado en Egipto era un golpe de Estado y no una revolución. Ahora lo dicen ellos mismos (los revolucionarios egipcios), pero en ese momento no fue tan sencillo. En esa segunda etapa hubo una decepción y también un apetito por saber más. Luego de eso, el interés del mundo árabe en América Latina ha caído mucho porque nos encerramos en nuestros problemas y cada vez éstos son más complicados.  

¿Cómo construyen la agenda informativa de estos últimos años? 

–La estrategia de Al Jazeera está dividida en varios idiomas. Tenemos Al Jazeera English, canal de televisión que sigue cubriendo América Latina. En Argentina tenemos una corresponsalía, y seguimos cubriendo Latinoamérica para el mundo. Por otro lado, como dije antes, el canal árabe ha bajado mucho el interés en la región. Nada que ver con lo que se cubría en mis tiempos: yo hacía informes todos los días. Me volví cuando murió Chávez en 2013. Ahora, en Al Jazeera, tenemos una nueva estrategia que es entrar al mercado de Latinoamérica para los y las latinoamericanas, o sea, en español. El producto que yo tengo ahora bajo mi cargo AJ+, es un nuevo canal digital para jóvenes, y lo tenemos en inglés, en árabe y en español, y luego lo vamos a tener en francés. Se puede ver en todas las plataformas de redes sociales y es un producto que aprovecha la polarización terrible para dar una visión no polarizada que toma en cuenta no el interés de los que están en el poder sino el de los jóvenes, que hoy son personas que no han vivido la era de la televisión, de hecho ni la ven. Ellos nacieron con el celular en la mano y conocen todo a través de él. Nos centramos en ellos, y yo creo mucho en eso porque hay mucha falta de credibilidad en los medios tradicionales y una polarización política y mediática en América Latina como aquí en el mundo árabe que hace que al final no te informes, sino que escuches principalmente lo que es afín a tu opinión, lo que muchas veces agrava más la comunicación. 

Tihuanaco, Bolivia (2006), Dima en una ceremonia de Evo Morales.

 

Más es más

AJ+ español puede cubrir desde una manifestación de “Ni Una Menos” a una comunidad indígena que resiste las topadoras de Barrick Gold, al triunfo de Trump pero también a la situación de los migrantes en Estados Unidos, como temas de diversidad sexual. “Todo lo que importa al joven digitalizado”, en palabras de Dima. “Soy la única mujer directora en toda la cadena entonces eso abre muchas puertas que pueden estar cerradas en otros espacios donde no hay mujeres. Yo he logrado que seamos 50 y 50 sin tener que poner una cuota de género, porque cuando la persona que lidera un proyecto es una mujer, las otras se animan y sienten que tienen una oportunidad sin juzgamiento y sin prejuicios. Eso hace que las mujeres que normalmente están en rinconcitos se atrevan, y conmigo tienen una verdadera oportunidad tanto los varones como las mujeres. También logramos un liderazgo femenino súper alto en AJ+ en los tres idiomas, más del 50 por ciento. Esto hace que cuando tú cubres temas de género, ya tienes la diversidad necesaria para cubrirlos bien, porque tienes en tu sala de redacción todo tipo de gente. Hubo un tiempo que había más mujeres que hombres viendo nuestra página en árabe. Si tú tienes una diversidad no solamente de género sino de nacionalidad, de cultura, de religión, de etnia, etcétera, en tu redacción, eso se traslada a la audiencia. Si tienes una redacción de hombres, vas a tener una audiencia de hombres. 

Es un tema que nos importa mucho porque, supongo que lo sabrás, nuestros medios están dominados por varones entonces eso se transparenta en los editoriales y en los temas que nos importan a mujeres, lesbianas, trans y travestis, que están prácticamente ausentes de los grandes medios de comunicación.    

-Exactamente, y mi experiencia en este momento es ésta: si quieres llegar a todo el mundo tienes que tener a todo el mundo representado en tu redacción. Y es uno de los secretos de nuestro éxito. En AJ+ árabe hay quienes presentan las historias con velo, hay sin velo, hay varones más conservadores, otros más liberales… Ahora bien, Al Jazeera fue el único medio que se ha interesado en Latinoamérica y uno sólo no es suficiente para que toda una población en 22 países tenga bastante información como para mantener el interés, entonces tenemos que hacer más y ustedes también se tienen que acercar. Yo recuerdo que Telesur en algún momento hizo reportajes muy interesantes en Siria, Libia, Palestina, pero no es una cobertura permanente porque no es tarea fácil.  

Mar del Plata, en el marco de la IV Cumbre de las Americas, reportando desde una villa (2005).

 

Nosotras tenemos un movimiento de mujeres muy activo en este momento, como ya sabrás, y Ni Una Menos nació en nuestro país y se irradió al mundo. ¿Cuál es la situación de la mujer en el mundo árabe en este momento, si se puede resumir de alguna manera? 

–Nunca llego a contestar esa pregunta porque no hay Una mujer árabe. Dentro del mismo país tenemos varios tipos de problemas o de situaciones y no se puede hablar de manera general. Lo que sí se puede decir es que hay movimientos contradictorios, cada uno va en dirección opuesta: hay más liberación, más empoderamiento, y de otro lado más conservadurismo, más represión y auto represión, sobre todo. Y se ven esas dos cosas al mismo tiempo que crecen rápido, fuerte, entonces el panorama no está claro. Lo que sí sé es que hay muchísimas mujeres árabes que rompen con la imagen que pueden tener ustedes de nosotras. Yo no soy religiosa entonces voy vestida como cualquier mujer en Argentina, pero puedes encontrar una mujer con velo que te puede parecer muy conservadora pero que hace cosas increíbles y que tiene un súper proyecto y habla en universidades y es madre de no sé cuántos niños. Lo que quiero decir es que está todo muy mezclado porque está pasando de todo. Lo que yo creo es que no va a ser posible que las mujeres sigamos avanzando si no incluimos a los hombres. Si no educamos a todos y cambiamos las cosas desde adentro, nunca vamos a avanzar. El desafío es enorme pero allí estamos, cambiando ciertas cosas que antes eran fijas, y eso es bueno para mí, es bueno el movimiento. No sabemos adónde vamos, pero yo no quiero un modelo para la mujer árabe que sea copiado de la mujer occidental, no creo que funcione. Yo no quiero ser igualada al hombre, no creo ser igual, quiero tener las mismas posibilidades y si quiero ser madre no quiero ser castigada por quererlo ni tener que “ser hombre” para tener las mismas oportunidades.

Tampoco queremos que la que no quiere ser madre sea castigada…

 –El sistema logra que tus años de poder tener hijos sean los mismos donde tienes que escoger, entonces o bien te castigan por ser madre o bien lo hacen por tu éxito profesional. Tienes que sacrificar cosas todo el tiempo, a diferencia del hombre que no sacrifica nada, y por eso digo que no somos iguales. Al final de cuentas si te pierdes el tiempo de tener hijos, algo que le pasa a muchas mujeres árabes, después te sientes mal porque no pudiste hacer otra cosa, o viceversa, tuviste hijos y después eres castigada porque no puedes volver a la vida profesional, entonces siempre eres castigada por algo. Yo quiero que eso termine: el sistema aquí no es flexible. La mujer árabe tiene valores de vida en comunidad que son muy importantes para nosotras y es muy hermoso: las abuelas y abuelos, las redes de mujeres que nos ayudan con los hijos e hijas en vez de traer a alguien y pagarle. Nosotras tenemos una oportunidad de crear un sistema diferente, mejor quizás, aprender lecciones de la experiencia de Europa, pero mejorarla. No quiero igualdad, lo que quiero es justicia, claro.  

¿Cómo ves el futuro del periodismo en este momento en que todo está cambiando? 

-No lo veo muy diferente en cuanto a la esencia del periodismo que es contar historias, con pasión y con mensaje. Para mí es una misión, no es un trabajo cualquiera el periodismo. Tiene que servir para algo, tiene que movilizar. Yo no veo cambios en esa esencia, pero sí va a cambiar mucho más la forma de presentar el producto periodístico, la forma de empacar y distribuir la información, la forma de compartir y tomar en cuenta mucho más la audiencia que antes. Antes en periódicos y televisión yo hacía mi informe y ya, no sabía qué pasaba después. En el momento que salía, moría. Ahora con esta increíble tecnología que tenemos, tu informe vive en el momento en que lo pones en Internet, y puede tener una larga vida, y vas viendo cómo vive e interactúa con la gente. E incluso se puede modificar con base en esa interacción. La gente da sus puntos de vista, ya no dependes solamente de las fuentes estipuladas por la agenda política, empresarial, etcétera: es la oportunidad de estar y escuchar a la gente. Eso a mí me fascina, y puede ser un periodismo mucho mejor. ¿Quién quiere escuchar a un presidente hablando durante no sé cuántas horas en una rueda de prensa? ¿Quién dijo que tenemos que cubrir eso? No lo tenemos que hacer, nosotros tenemos que hacer la historia que tiene impacto y ya. Esa es la verdadera revolución: más interacción y más movilidad. No solamente en cuanto a la distribución sino a lo que pueda construir yo como consumir en mi dispositivo: una combinación de cosas que voy a recoger de distintos medios de comunicación a la hora que quiera y como quiera. No voy a esperar más a que salga el noticiero para saber lo que necesito. Cada uno va a construir su propia combinación de canales y de informaciones. Eso es fabuloso si lo sabemos hacer bien y si mantenemos la ética periodística. Es un desafío.