Estamos en tiempos donde algunos actores argumentan decir “la verdad”. Esto hace explícitamente en los discursos, incluso planteando “la verdad” como un “nuevo” paradigma; así como implícitamente, por ejemplo, cuando se habla de “sincerar”. Creemos significativo preguntarnos qué significa esto, qué ideas sustentan esta afirmación y qué consecuencias posee esto en lo que respecta a las relaciones humanas.  

Quienes afirman decir “la verdad” entienden que es posible percibir las cosas “tal cual son”, esto es, describir la realidad de modo “objetivo”. Ahora, ¿qué implicancias tiene esto para el vínculo con otros?

Si hay “una” verdad (“la verdad”), no hay lugar para otra interpretación de lo real (“otras verdades”). “La verdad” impone una “lectura única” de lo que acontece, un único modo de pensar y actuar posible. Y lo hace, si es necesario, por la fuerza. 

En tanto “absoluta”, “la verdad” desacredita toda interpretación diferente: si hay alguien con la capacidad de percibir las cosas “tal como son”, todo aquel que no pueda reconocer esa “verdad” es ignorante (está equivocado/ posee malos diagnósticos) o es malintencionado (mentiroso, por caso). 

Quien se posiciona en “la verdad” establece un vínculo jerárquico/vertical con otro sujeto: no dialoga, impone. Frente a “la verdad” no hay espacio para el diálogo, salvo entre quienes interpretan la realidad de igual manera: ¿cuál sería el sentido de dialogar si las cosas son como las digo? 

Frente a “la verdad” no queda más que la sumisión (anhelada para todo aquel que piensa diferente) o la resistencia: “la verdad” no cambia. Quien se posiciona en “la verdad” desea que no haya conflicto, pues eso significaría que “su verdad” se ha convertido en “la verdad”. 

El discurso de “la verdad” es, en definitiva, profundamente autoritario. Su utopía está emparentada a los relatos que plantean el fin de la historia, de la ideología… de la política: ¿para qué discutir proyectos alternativos si hay una sola lectura posible?

Ahora bien, existe otro modo de comprender cómo los seres humanos nos relacionamos con eso que denominamos “la realidad”. Esta otra concepción plantea que no es posible saber cómo las cosas son, tan sólo cómo nosotros las observamos o interpretamos: vivimos en mundos interpretativos donde no hay “una verdad” sino distintas interpretaciones (relatos) que realizan los sujetos. A lo sumo, podríamos decir “mi” verdad. 

Al no haber “una verdad”, no hay superioridad de una interpretación sobre otra. Todas son válidas, a la vez que parciales. De allí la necesidad del diálogo, entendido éste como intercambio de perspectivas sobre la realidad.

Esta perspectiva valora la política como práctica que posibilita procesar nuestras distintas lecturas de lo real a fin de tomar decisiones sobre la vida común que deseamos vivir. El conflicto no es negado: desde nuestras distintas lecturas de lo real, cada una “verdadera” para quien la sostiene, estamos invitados a construir lo común. 

No hay objetividad posible: los seres humanos co-creamos la realidad. Y lo hacemos dando lugar a nuestra subjetividad, nuestra cultura, nuestros sueños... Así, “las cosas no son” sino que “devienen” en las relaciones. El sentido de las cosas depende de acuerdos intersubjetivos.

Esto nos coloca en otro lugar en lo que respecta a las interacciones humanas. Nos lleva a reconocer al otro como un igual a mí (ni inferior ni ignorante) aunque diferente, con quien podemos construir una lectura común (“nuestra verdad”), sabiéndola fruto de un consenso intersubjetivo que no agota las posibilidades de lectura. 

Permitámonos, en definitiva, dudar de todo aquel que justifique sus acciones en nombre de “la verdad” o reclame el monopolio de ésta. Y, de paso, también hagámoslo con quienes se asumen como “objetivos”. ¿Por qué? Lo más peligroso en términos democráticos es la imposibilidad de diálogo al que nos lleva el planteo de “la verdad”. Y esto, a su vez, se relaciona con dos cuestiones entrelazadas: no hay sujeto que asuma su lectura como un “relato” más entre otros posibles y, por lo tanto, que se haga cargo que las acciones emprendidas, fruto de esta lectura parcial, son una opción entre otras posibles.

* Licenciado en Comunicación (UBA). Docente UBA. Magister en Planificación y Gestión de Procesos Comunicacionales UNLP.