“La fantasía popular –dice–.
Vea cómo trabaja. Pero en
el fondo no inventan nada. No
hacen más que repetir.
Enciende un Marlboro, deja el
paquete a mi alcance sobre la mesa.
–Cuénteme cualquier chiste
–dice.
Pienso. No se me ocurre.
–Cuénteme cualquier chiste político, el que quiera, y yo le
demostraré que estaba inventado
hace veinte años, cincuenta
años, un siglo.” 

“Esa mujer”, Rodolfo Walsh.

“Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba ahí”.
“El dinosaurio”,
Augusto Monterroso .

Para el asunto que nos ocupará, el micro cuento de Monterroso añade una virtud a las más sabidas. Podría aplicarse indistintamente al peronismo o al gorilismo cerril que quiere excluirlo de la historia, aniquilarlo, ponerle fin. La pugna comenzó hace 72 años. El diálogo formidable de Walsh alude a uno de sus episodios más crueles, cuando los “revolucionarios libertadores” pensaron que acabarían con el monstruo ensañándose con el cadáver de Evita, que era la tarea y la obsesión del Coronel de marras. A pura violencia, proscribiendo, matando a mansalva incluso, 

Mucha agua (y demasiada sangre también) han corrido bajo los puentes. Ya van 34 años de continuidad democrática, en los que el peronismo compitió en buena ley con sus adversarios. Paradoja o enseñanza de la historia: perdió la invencibilidad que los enardecía. Fue derrotado en elecciones de todo nivel, en especial en tres presidenciales: la iniciática, a manos de Raúl Alfonsín. A su turno, los ex presidentes Carlos Menem y Cristina Fernández de Kirchner terminaron sus segundos períodos (ambos habían sido reelectos); entregaron el mando en tiempo y forma. 

Las caídas activan disensos, divisiones, acusaciones, deserciones, cambios de camiseta súbitos. Reflota la necesidad de “renovarse” como se consiguió en los 80. El debate, ya lanzado, recrudecerá a partir del 22 de octubre.

El peronismo, formularán desde variadas tiendas, debe juntarse. O rejuntarse, cada quién escogerá. Otros soñarán con la enésima derrota definitiva, la bajada del telón en un nuevo escenario. No faltarán (nunca faltan) compañeros que den un paso al frente ofreciéndose para conducir el movimiento. Cualquiera puede tener el bastón del mariscal, Perón dixit… y más de cuatro sueñan con la pinta de Carlos Gardel. Son contados quienes cantan como él, ay.

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Gobernadores en movimiento: “Los encuestadores y los peronólogos son tan mentirosos que ni siquiera se puede creer lo contrario de lo que dicen”. La máxima lleva la firma del Filósofo nac & pop de café, contertulio y maestro de nuestro entrañable amigo, el politólogo sueco. El sabio reconoce ser discípulo de Hegel y Maradona. Su frase recoge la influencia coloquial de Diego.

Para la coyuntura, agrega: “la batalla para interpretar el veredicto electoral será más encarnizada que la de San Lorenzo, tendrá más participantes, con resultado menos claro. Todo se relata en este siglo y, más allá del número de bancas, el resto será traducido en tantos idiomas que reíte de la Torre de Babel”. Firmamos al pie y agregamos que, todo modo, quedarán güiners y lusers medianamente demarcados. Entre los compañeros peronistas, sin ir más lejos.

La profecía sobre el porvenir vendrá en yunta con operaciones, tarjetas amarillas o pseudo rojas, posicionamientos. 

El gobernador salteño, Juan Manuel Urtubey, comentan y divulgan sottovoce en su torno, se postulará como candidato a la presidencia. Más pronto que tarde, a viva voz o con gestos. Habrá que ver.  Remedará la movida del ex presidente Carlos Menem tras la votación de 1987 que parecía haber catapultado al gobernador bonaerense Antonio Cafiero. Su colega riojano primereó, empapeló la Capital y su provincia comenzando el trayecto triunfal a la Casa Rosada. 

El exitoso derrotero ulterior dista de estar garantizado para Urtubey, el previo y la oferta a la sociedad son distintos. Menem manejó con astucia o malicia impar la distancia respecto de Alfonsín. Fue el dirigente peronista que más se le acercó en su buen momento y el que más lo confrontó en el ocaso, aún en Semana Santa cuando el sistema democrático estaba en jaque. 

Urtubey revista entre los gobernadores más afines a Cambiemos en una porción enorme de sus políticas públicas. Hay ejemplos en que se tuerce más a derecha, una proeza. El ex ministro de Educación, Esteban Bullrich, insinuó que debe haber educación pública religiosa, en Salta ya se aplica. Los abogados de Urtubey defienden el engendro anti republicano a capa y espada en la Corte Suprema de Justicia. 

La pertenencia de clase añade un factor común. Tal vez, íntimamente, el Urtubey suponga que circula por sus venas sangre más azul que la del presidente Mauricio Macri. La oligarquía salteña condensa tradición y arrogancia. Urtubey es socio del Club 20 de Febrero, se chimenta que más selecto que el célebre Jockey Club. Su página web (cuya lectura hemos recomendado años ha) se remonta al siglo XIX y cuenta que desde entonces ahí “se daba cita en sus salones toda nuestra buena sociedad ya en los grandes días de la Patria (…) destacándose siempre por su suntuosidad y distinción el tradicional baile del 20 de Febrero”. Tomá mate. 

Volvamos al acuciante presente. Urtubey se presentará como un alter ego peronista de Macri, proponiendo una alternancia light. 

El diagnóstico optimista es que esa es la alternativa factible y taquillera. Urtubey celebró, sin estridencia aunque con euforia, la goleada que Cambiemos le propinó al peronismo cordobés en las Primarias Abiertas (PASO). El gobernador Juan Schiaretti se asemejaba bastante a él en su relación mimética con el Gobierno nacional. Córdoba es una provincia más poblada y poderosa económicamente, más gravitante que Salta: forma parte de la zona núcleo, el corazón y el espíritu de Cambiemos. El ex gobernador José Manuel de la Sota añadió una cuenta más al collar de sus desdichas a nivel nacional. 

La simetría política no se reflejó en las urnas. Un mentís a lecturas mecanicistas o simplificadoras que cunden en el espacio opositor, en particular el kirchnerismo. Las realidades locales también tallan, lo que se observa también en otros territorios. Los gobernadores Gustavo Bordet (Entre Ríos), Domingo Peppo (Chaco) y Sergio Uñac (San Juan) manejaron de modo análogo sus relaciones con Macri. El primero perdió, los otros dos se alzaron con la victoria

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El tamaño importa: Cada mandatario provincial definirá sus tácticas a partir de cómo le vaya en las elecciones. Todos se observarán de reojo, en estas lides importa mucho quién tiene, pongalé, la votación más grande. La prioridad es imponerse como local. Quienes lo consiguieron en las PASO se juegan a revalidar. Como Urtubey, sus pares mencionados antes, el formoseño Gildo Insfrán, el tucumano Juan Manzur, la catamarqueña Lucía Corpacci, el riojano Sergio Casas. 

Entre los que perdieron por poco, el afán es revertir el resultado. El pampeano Carlos Verna podría lograrlo, cuentan baqueanos locales.

Quienes cayeron por un margen amplio, aprietan los dientes, caminan el pago chico y aseguran que acortarán la diferencia. El sanluiseño Alberto Rodríguez Saá es uno de esos optimistas de la voluntad, embellecida con otros recursos. Son mayoría los que rezan en silencio para que Cristina Kirchner pierda en Buenos Aires lo que les allanaría el camino para pontificar que ella no es peronista, que su cuarto de hora ya pasó y que ella es un (o el) obstáculo para la unidad. 

El peronómetro es una rústica herramienta de medición y la descalificación entre compañeros un argumento trillado. De los cinco presidentes justicialistas electos, cuatro fueron acusados por (algunos) compañeros de no ser auténticos peronistas: María Estela Martínez de Perón, Menem, Néstor Kirchner, Cristina Kirchner. Todos lo fueron o son más allá de sus siderales diferencias, opina este cronista, dejando para otro día abordar la plasticidad del movimiento.

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Atomización y perspectiva: Cambiemos obtuvo un muy buen resultado en las PASO. Es posible, aunque para nada seguro, que lo mejore en octubre. Para la dilucidación serán centrales dos provincias, Buenos Aires y Santa Fe, en las que el kirchnerismo se impuso por una diferencia mínima. El lugar y el porcentaje logrados por la fórmula Cristina Kirchner-Jorge Taiana son un dato crucial, con final incierto. 

La atomización del peronismo es una de las concausas del buen desempeño del oficialismo. Sumar los votos logrados en las provincias por dirigentes pejotistas que no actúan en coalición con taitas de otros distritos constituye un ejercicio teórico. Su resultado nutre una hipótesis sobre cuánto podría congregar “la unidad”. 

La coyuntura entusiasma a consultores rentados por el oficialismo o a analistas más creíbles. Se habla de una hegemonía instalada, lo que da por sentadas la sustentabilidad económica y política del modelo macrista hasta 2019. Suena apresurado, es más certero describir a Cambiemos como partido dominante. 

En estos días se darán a conocer sondeos, casi todos pagados por el oficialismo. Leerlos es inevitable, la prudencia aconseja observar la máxima del Filósofo de café, compleja y ambivalente.

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