Paula Jiménez España publicó en 2007 La mala vida, un libro que editó Bajo la luna. Tiene la tapa negra y las letras rojas, medio anarco y por esos años Paula firmaba como Paula Jiménez, así, sin el España. Es uno de los libros más oscuros de la poesía de los 2000 y actualiza la mala vida de los `90: la decadencia, el hambre, la merca, lo apolítico, la corrupción de cuerpos y almas, el vacío. A su vez, ese libro muestra una Buenos Aires que también podría ser la de los años 30, la década infame. El aire de Julián Centeya, los suburbios, el tango actualizado en la falta de pasión, el desgano, los vicios como escape y el arrabal. Ese libro guarda íntimas relaciones con estos Terrores nocturnos que Paula acaba de publicar por Editorial El ojo de mármol. Si en ese libro publicado en el 2007 Jiménez España pone de manifiesto poéticamente el espíritu de la década del 90, en este hará lo propio con el 70 y el 80. Porque así escribe Paula, con los tiempos de la literatura, pensando la línea histórica que nos constituye, el devenir del que somos parte, los espacios que son necesarios para nombrarnos y reflexionarnos. 

Terrores nocturnos está dividido en varias partes: la primera, para seguir la línea de similitudes con La mala vida, se llama Luz mala y entre paréntesis puede leerse el número 1976. El primer poema comienza así: A veces eran pasos/ o golpes/ en la pared lindera con la casa Spinetta/ aquellas noches se dejaban oír/  los ruidos que a la luz del sol se confundían /con el mundo sonoro. Así la poesía se abre a lo tenebroso que asoma en lo cotidiano, un horror latente: En el juego de sombras que era nuestro jardín/ buscábamos las pistas con las cuales/ descifrar el misterio/ acaso saltarían sobre el césped practicando la huida/ o veríamos correr sobre las lajas/ veloces y difusas/ sus siluetas. Esas siluetas son las mismas que pondrá plásticamente el Siluetazo en 1983 en afiches, paredes y pisos. Las siluetas dibujadas en el parque del poema son las mismas que aún permanecen sin cuerpos. Terrores nocturnos. Y actuales. “La pasión más grande de mi vida ha sido el miedo”, dice Mirta Rosemberg, y así el miedo es examinado en este libro que en su segunda parte explora una oscuridad llena de detalles: una cabeza de gallina, un muro, el terror a ser diferente: En el cuerpo/ hay una sola herida que se agranda/ un clavo que al hundirse nos libera. No aspires/ al espíritu sagrado, dice el pájaro/ sino al error de su carne sin sosiego. 

Y explora también el miedo más oscuro de todos: el temor a no ser querida. Al desamor. Arriesga con sus poemas una teoría: el no amor, su falta, su ausencia, es la sombra más pesada. Semejante a un olvido/ que no olvida, un dibujo en la piel/ que resiste con forma de animal y yergue/ su cola de reptil, señala/ con flecha seca la punta de mis dedos/ Si la acaricio siento/otra mujer en mí, la sutura de su carne/ ya insensible. Ese frío/ como canción de cuna/ me serena y nos podemos perdonar. La ausencia como hilo terrorífico que une a los poemas. Con estos Terrores nocturnos Paula Jiménez España vuelve a afirmar que maneja una poesía atenta a los movimientos políticos e históricos de un país. El nuestro. Tiene el pulso poético para narrar una época. Pero también la sensibilidad para conectarse con lo místico de la tierra, con lo oscuro de lo que desconocemos pero está allí, en la copa de los árboles que dibujan formas con sus sombras, o en el canto chamánico de los pájaros. Va desde el miedo preciso de una época a las sombras de la naturaleza. Una universalidad que nos atraviesa, como el miedo o el terror y que vuelve disfrazado en la noche de los pensamientos.