No son muchos los futbolistas que pueden ufanarse de haber estado entre los mejores de su puesto, en su época y en su país. Son decididamente pocos los que ya retirados del fútbol pudieron obtener un reconocimiento laboral lejos del día a día de un vestuario. Contados con los dedos de una mano son los que pudieron hacer ambas cosas sucesivamente. Diego Latorre, es uno de esos pocos. Cómo no admirarlo.

–Acabás de ganar tu tercer Martín Fierro en cable. No era necesario pero es una nueva demostración de que te has reinsertado muy bien en la sociedad después del fútbol. ¿Cómo ves ese paso tan difícil de transformarse en un ex jugador?

–Creo que hay dos grandes de grupos de futbolistas retirados. Es un error creer que el modelo de futbolista es Benedetto, Tevez, Alario o Messi que van a poder vivir el resto de su vida de lo que han ganado como profesional. Ese no es el parámetro, es sólo el 5% de total. El grupo mayoritario no pueden vivir el resto de su vida de lo que ganaron en el fútbol. La vida es larga y no es sencillo mantenerse sin hacer nada. Se ha idealizado que el futbolista es rico y tiene una profesión que le va a permitir tener ciertos privilegios por el resto de su vida. Eso es ficticio y hay que sacárselo de la cabeza a la gente. Cómo transitar ese cambio, es el gran desafío.

–¿Cómo lo visite vos?

–Tuve el privilegio de tener una formación académica, de haber terminado el secundario y llegar a realizar dos años en la universidad. Ese recorrido me permite hoy incursionar en otros ámbitos como el de la comunicación. El poder hilvanar correctamente una oración tiene mucho que ver con la historia familiar. Si en tu casa no te pudieron dar ese soporte o priorizaron el fútbol y no se preocuparon por tu educación, después es difícil compensarlo. Soy un convencido de que el futbolista debe prepararse para el retiro. Cuatro o cinco años antes, ya hay que anticipar esa crisis: es una etapa de vacío existencial.

 

–¿Cómo es eso?

–Lo que pasa es que uno fusiona su propia personalidad con la personalidad del “yo jugador”. Cuando te preguntan decís “Soy futbolista”, no sos una individuo que juega al fútbol, sos futbolista. Desde chiquito te estás preparando para eso: te soñaste, te pensaste, te proyectaste y después te convertiste en jugador de fútbol pero, de pronto, llega un momento en que no lo sos más. Inexorablemente llega el momento donde tenés que desligarte del jugador y es difícil encontrar después una pasión.

–¿El periodismo hoy es esa pasión?

–No, no. El periodismo no es una pasión desbordante, no es eso que me explota el corazón.

–Y entonces, ¿qué es el periodismo para vos?

–Es un medio de vida, una satisfacción, una forma de seguir activo, pero no es una pasión. Una pasión es otra cosa. No lo siento así.

–¿Pensás que hay algo que pueda generarte esa pasión? ¿Dirigir, tal vez?

–No lo sé. En ese aspecto, siento que hay un punto de insatisfacción. A mí me pasaba que, cuando jugaba al fútbol, sentía que era el dueño de las emociones de los demás, que era el hecho en sí mismo. Ese es un poder muy grande que te da el fútbol. Yo sentía que podía convertir a un partido de fútbol en la felicidad de una persona. Después, tener que desprenderme de eso fue bravo. Ahora, cómo dice Marce Benedetto “sos un vehículo” para llevarle el hecho a la gente. Lo estás contando, pero ya no sos más el hecho. Lo que te digo puede ir en contra de lo que piensan muchos periodistas, que se consideran parte la situación. Se sienten importantes por estar contándolo y es un grave error. Es uno de los grandes males del periodismo: correrse del lugar de observador e intentar ser el protagonista. Tengo claro que en su momento fui el hecho y que ahora ya no lo soy más. Teniendo claro lo que soy, no tengo esa vanidad excesiva para comunicar y creo me juega a favor.

–Hace un mes lo entrevisté a Rodolfo De Paoli y me decía que en el relato ya no tiene nuevos desafíos porque logro todo: desde el ascenso hasta un Mundial, desde la radio hasta un video juego. ¿Te pasa lo mismo, siendo ya reconocido como el mejor en lo tuyo?

–No pasa por ahí. No me manejo según los objetivos que alcanzo. Haber comentado tres Mundiales o haber ganado tres Martin Fierro no cambia la ecuación. Lo que hago, lo hago porque me gratifica. Pasa por la satisfacción personal y no por el objetivo alcanzado. Obviamente cuantos más objetivos alcance, mejor. Ahora, la vocación no va por el logro, va por lo que te hace feliz.

–Y dirigir, ¿no te haría feliz?

–Hoy, la vocación de entrenador todavía no me llegó. No te puedo negar que, al ser una profesión tan bastardeada e insegura, cruzar la frontera de dejar de ser comentarista para ser entrenador me da cierto temor. Tengo claro que de la teoría a la práctica hay un trecho grande y que en la televisión estoy a resguardo, porque lo que digo no lo tengo que refrendar en seguida en la cancha. Hoy el entrenador está a la intemperie, principalmente en el fútbol argentino. No tiene tiempo de desarrollarse. Si no se le dan rápido los resultados, se va. Pero más allá del periodismo y de la dirección técnica, tengo claro que mi verdadera vocación fue jugar al fútbol: porque cuando veo un partido, en primer lugar, quiero jugarlo.

–¿Cuál es tu análisis sobre el fútbol argentino y la selección nacional?

–Veo que todo está muy contaminado: desde lo chiquito hasta lo grande. Sobre todo a nivel dirigencial, que es donde deberían estar los referentes del proceso. La conducción fue horrible. Se han descuidado aspectos muy relevantes. Al principio no se notaba. Los resultados deportivos en el Mundial de Brasil y las dos Copa América fueron tapando las miserias, la irresponsabilidad, el maltrato, la fraudulencia y los profundos errores de manejo. El público argentino llegó a pensar, instalado el tema por el periodismo, que el error estaba en sí Higuaín fallaba un gol o si Icardi hubiese definido la jugada mejor. Cuando en realidad, ese es el último eslabón de la cadena y el gran problema nace en la gestión. A la gente se la estafó, haciéndole creer que ese gol fallado era esencial, pero nosotros sabemos que había muchas cosas que no estaban y que son más esenciales. El jugador de la selección hoy siente que su casa se prende fuego y que él es quien tiene el matafuego en la mano. Es normal que, en ese escenario, tiemble.

–¿Cómo ves al jugador de hoy?

–Ser futbolista es un hábito de vida, es una rutina. Uno vive para jugar al fútbol desde que se levanta, pese a que su entrenamiento sea de dos horas. El resto del día depende de vos pero está condicionado por el fútbol: comés para jugar el domingo, descansas para estar mejor para el partido, vivís enfocado en el entrenamiento y dormís pensando en el rival que sigue. Ser futbolista es un trabajo de dedicación exclusiva. Lo quieras o no. El que tenga una vida más displicente, pagará las consecuencias con su carrera. No sé si el futbolista de hoy tiene ese mismo apego vocacional que tuvimos nosotros con la profesión, con el fútbol mismo: juego antes que labor. El entrenamiento. El cuidado. El miedo a no defraudar. El compromiso con los propios. En ese sentido hay un cambio en lo social y lo deportivo del jugador. Si el modelo de jugador de fútbol es Messi o Cristiano Ronaldo, los chicos sueñan con ser uno de ellos. Modelo multimillonario. El auto. La chica del momento. Se ha frivolizado mucho la profesión. Hoy hay una inmediatez muy grande. De mostrar la foto en el vestuario festejando el triunfo o subir la foto abrazado con la Copa. No sé si hoy el jugador crece con el sueño de triunfar en un club grande o lo toma como un paso para llegar a Europa. Nosotros crecíamos con la ilusión de hacer el gol y estar diez años. Nuestro espejo era Bochini, un jugador idolatrado, que estuvo toda su vida en un club y forma parte de la historia grande. La idolatría antes se conseguía por una trayectoria, hoy alcanzan un par de partidos buenos. Lo nuestro era sostener, sostener y sostener. No creo que el jugador de hoy piense en sostenerse, sino en emigrar.

–¿Cómo ves la formación del futbolista en la Argentina?

–Es muy complejo formar a un futbolista que no va a jugar acá. Argentina es un país exportador y el objetivo del club es generar un producto que pueda ser vendido. Lo utiliza un poco y después lo vende. Las instituciones saben que si sacan buenos, realmente buenos jugadores, no los van a poder retener durante mucho tiempo. En Europa los jugadores crecen, se desarrollan y juegan doscientos o trescientos partidos en sus Ligas. Acá, en la Argentina, si juegan cincuenta partidos, es mucho.

–¿Esa situación puede ser el resultado de la merma de nivel en las selecciones juveniles argentinas?

–Puede ser, pero creo que hay otros factores que pesan. En Europa, para llegar a ser “formador” debes cumplir con ciertos requisitos. No existe eso de trabajar en juveniles porque fuiste un gran jugador de fútbol o porque sos amigo de un dirigente que te recomienda. Acá no hay prueba de idoneidad para ser formador, cuando es una labor que requiere de compromiso, conocimiento o formación y seriedad al momento de trabajar.

–¿Cómo ves la actualidad del fútbol argentino?

–Boca y River recuperaron una supremacía económica que habían perdido. Están volviendo a captar jugadores de los equipos más pequeños, debilitándolos aún más e incrementando las diferencias. Hubo un tiempo donde la crisis económica y la desorganización del fútbol argentino era tan grande que para cualquier jugador, una oferta más o menos digna de un equipo de tercera línea del exterior, podía resultar interesante. En Argentina había que lidiar con el no pago, con la dirigencia que no cumplía, con un campeonato mal organizado, con la prensa violenta ante el error y las barras bravas. Hoy, Boca y River han polarizado todo porque recuperaron el poder de seducción para captar a los mejores del país y de Sudamérica.

–Entonces, ¿qué esperás para el futuro?

–Espero que los propios dirigentes se den cuenta de la situación y que vuelvan a hacerlo competitivo. Si algo ha caracterizado al fútbol argentino, en los últimos años, es la competitividad. Por momentos se jugaba mal, se chocaba mucho pero los partidos eran parejos e intensos. Uno de los componentes importantes de la competencia era la incertidumbre. La mayoría estaba dispuesta a resignar calidad en pos de la competitividad, ahora hay más calidad pero la incertidumbre casi no existe.

Calidad, sin incertidumbre, lo que deja sentarse con Diego Latorre para hablar de fútbol. 

Carlos Sarraf