“Filmar documentales es como pescar”, dice Stéphane Breton, refiriéndose a las dosis de azar y de improvisación que se requieren en ambos casos. “Uno sabe que en ese río hay peces, y más o menos sabe pescar. Pero no sabe qué va a pescar, ni cuántos peces, y hasta es posible que por más oficio que tenga vuelva a casa con las manos vacías. Y eso es justamente lo apasionante de la pesca y de filmar documentales: nunca se sabe bien qué va a pasar, y a pesar de eso hay que tratar de pescar. O filmar.” Es la clase de símil demasiado perfecto, que en 9 de cada 10 casos el entrevistado va paseando como “yeite” de una entrevista en otra. Pero en el de este cineasta francés es claro, por la forma de ir buscando la idea, que surgió en el momento, perfectamente en consonancia con el credo ético y estético de un realizador para quien el cine, sobre todo el documental, debe consistir en lo que surja en el momento del rodaje. Y del montaje. Stéphane Breton, algunas de cuyas películas habían podido verse en ediciones anteriores del DocBuenosAires, es este año el principal invitado de la edición número 17 del Doc, presentando en persona media docena de sus trabajos, de duraciones diversas. Además de dar una Masterclass hoy a las 18.30 en la sede central de la Alianza Francesa, Córdoba 946.

Etnólogo de profesión, este realizador nacido en 1959 cultiva un cine que guarda una indudable relación con su actividad previa. Entre otros pueblos distantes del hombre occidental, Stéphane Breton filmó a los papuanos de Nueva Guinea en Eux et moi (Ellos y yo, 2001, exhibida en una edición previa del DocBuenosAires), a campesinos nepaleses en El ascenso al cielo (2010), a pobladores siberianos en Los bosques oscuros (2014), a kurdos sirios en Hijas del fuego, su película más reciente (2017). Como se verá en la entrevista que sigue, en ninguno de esos casos Breton lo hizo animado de una voluntad de exotismo. Dedicada a registrar la circulación de curiosos personajes y de sus conversaciones, a bordo de un tren ruso que avanza “a la velocidad de un galope de asno”, Algunos días juntos (2014) se aparta de esta línea, como también lo hace su spin off Los desaparecidos (2014), un corto en el que lo único que se ve es a pasajeros de un tren durmiendo en distintas posturas. La película más “distinta” de Breton es sin embargo Querido humano (2015), un mediometraje narrado –como la célebre La jetée, de Chris Marker (1959)– en base a fotos fijas. Con la única excepción de Ellos y yo, el resto de las películas mencionadas podrán verse en el Doc.

–¿Cómo fue que pasó de la antropología al cine?

–Estando con los Wodani en Nueva Guinea me pareció que era una situación que daba para una película, y fue así que empecé a filmar. Pero no los filmé a ellos, como en un documental antropológico tradicional, sino que filmé la relación entre ellos y yo. La cámara me representaba, cuando ellos me hablaban hablaban a cámara, y cuando yo les hablaba mi voz salía desde detrás de cámara.

–Es raro, porque otros de sus documentales se caracterizan por lo contrario: por el hecho de que los protagonistas actúan como si la cámara no existiera.

–Sin embargo, en varios de ellos yo dejo una escena en la que alguno de los que usted llama “protagonistas” mira a cámara y me dice algo, como forma de recordar que eso que se está viendo no es la realidad, sino una película.

–¿Cómo elige los temas de sus películas?

–No trabajo en base a “temas”. No es que me propongo hablar sobre determinada cosa y entonces voy hasta Nueva Guinea, o Nepal, o Siria, para hablar de eso. No hago documentales didácticos ni informativos. Filmo... yo diría que filmo el tiempo que pasa. Lo que pasa es lo de menos. En El ascenso al cielo, los pobladores discuten sobre los límites de sus propiedades, sobre qué franja de tierra corresponde a cada uno. En Algunos días juntos, los pasajeros del tren hablan sobre bueyes perdidos. No tiene la menor importancia de qué se habla. Lo que me interesa es la intensidad que las personas ponen al hablar, el modo en que lo hacen, cómo hablan sus cuerpos. Hasta el punto de que yo filmo sin entender lo que dicen. Durante todo el rodaje jamás entendí lo que decían los laosianos, los rusos o los kurdos de Hijas del fuego. Recién cuando tuve que subtitular entendí de qué hablaban. Y sin embargo, de alguna manera entendía todo, por el modo en que “hablaban” sus cuerpos. En la vida cotidiana uno no vive un solo tema, en un documental no tiene por qué ser distinto. Sería reduccionista pretender comprimir todo lo que pasa a un solo tema. Yo filmo lo que pasa.

–¿Y cómo da con aquello que va a filmar? En el caso de los kurdos sirios es más fácil de entender que haya ido en busca de ello, pero en los otros casos... ¿usted estaba allí y decidió filmarlo?

–Depende el caso. En el de Ellos y yo fue así, hacía años que venía estudiando a los Wodani. En algún otro caso de pronto algún amigo o conocido me pasa un dato de algo que cree que puede interesarme. Pero igual nunca se sabe. El documental es algo muy aventurado. A veces uno “descubre” la película después de haber filmado media película previa. En el caso de Los bosques oscuros, que trata sobre un hombre que vuelve tras muchos años de prisión por haber matado a otro, decidí que la película iba a tratar sobre ese hombre recién cuando la estaba montando. Ese hombre es alcohólico, y se pasó como una semana durmiendo en la casilla donde vive. Yo tuve que estar toda esa semana esperando que se despertara. Para Hijas del fuego me pasé un mes entero esperando, sin hacer nada, por un tema de permisos que no salían. Un documental es –al menos de la forma en que yo lo entiendo, para cada uno será distinto– una lucha contra todas las adversidades. Todas. Todo ocurre siempre en contra de lo que uno se había propuesto. Y eso es lo que tiene de fascinante, porque es allí donde hay que tener la suficiente flexibilidad para ajustarse a las circunstancias, y llegar como sea al final del proyecto. Porque abandonar no vale, hay que terminar la película.

–¿Filma con equipos chicos?

–Filmo solo.

–¿Solo, solo?

–Sí.

–¿Hace todo usted?

–Todo.

–¿Cámara, sonido, montaje?

–Sí.

–¿A qué se debe?

–A ese carácter aventurado del que le hablaba. No se puede contratar a un técnico y pretender que esté una semana o un mes esperando, sin hacer nada. O corriendo riesgos que nunca se sabe cuáles pueden ser. Sólo el realizador está en condiciones de llevar esa mochila sin protestar ni cansarse. 

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