Le provocaba pesadillas. Como una película de terror reproduciéndose en su mente. Esos malos sueños consistían en presenciar, indefenso, cómo la grabación casera que él mismo había filmado esa tarde en Dallas se proyectaba en el Times Square de Nueva York, una de las esquinas más concurridas del mundo. Podía percibir con los ojos cerrados a vendedores ambulantes y charlatanes que gritaban: "¡No se lo pierdan! Vean por ustedes mismos cómo vuelan la cabeza del presidente".

Soñaba, por supuesto, con el cortometraje que él, Abraham Zapruder, había filmado en Dealey Plaza, Dallas, el 22 de noviembre de 1963. Esa mezcla de documental, periodismo, película casera y, debido a la explosión mediática que generó, ficción. Una ficción especulativa, distópica y muy, muy real. O su opuesto: increíble. La filmación, 26 segundos, 415 cuadros, rodó en una sola toma, del preciso instante en que asesinaron a John Fitzgerald Kennedy. La película que cambió para siempre la cultura visual de Estados Unidos.

La película de Zapruder

En estos días se cumplieron 60 años del asesinato de JFK, un magnicidio que sigue provocando fascinación en el imaginario de todo el mundo. Crac. Ese gran quiebre americano, tan distinto al de los años 30, fue una ruptura en la modernidad estadounidense. La herida de presenciar la orfandad nacional en cámara.

Porque nada de aquello conservaría la fuerza que aún posee, el horror de la escena, el momento del "tiro final" más de medio siglo después, si no fuera por la "película de Zapruder". Ese filme casero, capturado casi de manera casual por Abraham Zapruder a pocos metros del depósito de libros en el que ¿se encontraba? Harvey Lee Oswald.

Si "shoot" en inglés sirve tanto para expresar la acción de filmar como disparar, la película es su expresión más brutal. Así, Oswald, todos los posibles asesinos y Zapruder, "dispararon". Tres disparos escalenos de ángulos diferentes. Luz de día, cámara y acción. Accionaron los gatillos de rifles, escopetas y de una cámara Bell & Howell Super 8. Y la mirada de Zapruder se convirtió en el panóptico que permitió al mundo presenciar (aunque nunca castigar hasta hoy) el asesinato del mandatario de Estados Unidos. La muerte del presidente más fotogénico de la historia tuvo un registro en fílmico.

Para muchos estudiosos de la cultura estadounidense, la película casera que registró el asesinato de Kennedy es el filme más violento (y breve) e importante del siglo 20. Escritores y artistas como Don DeLillo (sobre todo en las novelas Libra y Underworld, donde tiene lugar un estreno comercial de la cinta), J. G. Ballard (en su experimental La exhibición de atrocidades, la película de Zapruder podría ser su hilo conductor), Andy Warhol (la película Since que construye el asesinato) quedaron “fascinados” por ella.

Las películas basadas en los 26 segundos más violentos de la historia son todo un subgénero, desde JFK de Oliver Stone, su ampliación en forma de documental en JFK Revisited: Through the Looking Glass, In the line of fire o Parkland, sobre Abraham Zapruder y el momento en que captura la famosa escena.

La cámara Súper 8 Bell & Howell Zoomatic, utilizada por Abraham Zapruder


Los malos sueños de Zapruder y el  fotograma maldito 313

Según Alexandra Zapruder, autora del destacable libro de memorias Twenty-Six Seconds: A Personal History of the Zapruder Film, que no solo aborda la historia de la película sino también su impacto cultural y social en Estados Unidos, su abuelo no solía experimentar pesadillas. No las tenía ni sobre su infancia en Kóvel (hoy Ucrania) donde creció entre pogroms, ni sobre la escuela nocturna donde estudió inglés cuando llegó a Estados Unidos a los 15 años. Ni siquiera cuando fue testigo ocular, sin cámara y a modo de preámbulo de la futura tragedia, del asesinato de su hermano por soldados polacos, arrojándolo del tren que llevaba a su familia a Varsovia.

Lo que le produjo su peor pesadilla de su vida, lo que hizo que el hombre que filmaba consistentemente a su familia desde los años 50 jamás tocara otra vez una cámara, fueron los 26 segundos que lo hicieron tristemente famoso. Y, específicamente, el fotograma 313. El momento exacto en que se ve el movimiento de la cabeza de Kennedy rebotar como un látigo de adelante hacia al mismo tiempo que un spray, un humo rojo, vapor fino y final toma la parte izquierda del encuadre: la sangre del presidente saliendo a chorros. El parpadeo, apenas un fotograma, que conmovió al mundo.

Cuando Abraham Zapruder testificó ante la Comisión Warren (la investigación que resultó en un extenso informe de 26 volúmenes concluyendo que Lee Harvey Oswald había actuado solo, hecho que motivó la denuncia del fiscal Jim Garrison y fue leitmotiv de la película "JFK"), lloró. También lo hizo en el juicio de Clay Shaw (interpretado por Tommy Lee Jones en la película de Oliver Stone), y sin embargo, ninguna de las versiones presentadas en los tribunales incluyó el fatídico fotograma 313. 

De manera misteriosa, tanto el FBI, que obtuvo tres copias de su película, como los diversos especiales de la revista Life (que le pagó un adelanto de 50,000 dólares al día siguiente del asesinato por una única copia, con exclusividad contractual), respetaron su decisión de eliminar el fotograma.

Uno de los fotogramas de la película Zapruder, cuando Jackie trata hur del horror

El fotograma 313 y todas las películas de Zapruder en YouTube

La película de Zapruder tardó 12 años en estrenarse en la TV norteamericana. Fue en 1975 cuando la cadena ABC la mostró por primera vez. E incluso para la revista Life de fotoperiodismo, fue un tema tabú: publicó pocos fotogramas de la cinta y muchas veces en blanco y negro. 

Si apenas dos días después del magnicidio Jack Ruby asesinaba en vivo y directo a Oswald a través de la televisión estadounidense, con una imagen que sería vista una y otra vez, la cinta Zapruder permaneció como algo prohibido, oculto y pirateado. La imagen de la televisión, como lo público, repetido y fotocopiada. El celuloide del asesinato de Kennedy, como cinematográfico, privado e intransferible. Un aura que podía conmocionar a una nación. 

En la actualidad, varias versiones restauradas de las películas de Zapruder pueden verse en YouTube. Desde una imagen estabilizada que corrige el temblor de la cámara en mano de la original, hasta versiones en primerísimo primer plano e incluso una en 360 grados que permite compararla con la toma de Orville Nix, otro testigo del asesinato en Dallas que captó la escena, aunque con una película de calidad inferior y que no tuvo la fama de Zapruder.

En la versión JFK - The Zapruder Film (super slow motion and sharpened), en cámara lenta y con imagen mejorada, hay un contador de fotogramas. Bajando aún más la velocidad de Youtube es posible detenerse y pausar en el siniestro y famoso fotograma 313. No importa el número de veces que se mire, el resultado sigue siendo perturbador.

El fotógrama 312, 0,056 segundos antes del disparo que mataría a Kennedy


Zapruder y la transformación del terror: ¿pesadilla o realidad?

Acaso hasta Zapruder, las “películas caseras” no gozaron de “narración”. Se trataba de minutos de descripción sin relato: cumpleaños, vacaciones, eventos. Grano ancho y  color saturado. Y la evocación del pasado por naturaleza, ese sonido por fuera de la "película", eléctrico pero familiar: el zumbido del motor y el traqueteo de la cinta.

La película de Zapruder trajo otro sonido. Un ruido que perduró. Crac. Porque invocó perfectamente el axioma de “lo personal es político”. Y hoy entre sus recientes influjos, aún 60 años después, se encuentran los recientes documentales de Amazon Prime, JFK: The Home Movie that Changed the World,  JFK: What the Doctors Saw, en Paramount+ y la citada biografía familiar y política de Alexandra Zapruder.

Para el crítico y ensayista cinematográfico Jonathan Rosenbaum, la cinta de Zapruder es la película clave de los 60. En su artículo The Violent Years (accesible en internet desde 2023), esos 26 segundos explican la década que comienza con el terror nunca visto de Psicosis (1960) y que culmina con las masacres de Bonnie and Clyde, Easy Rider (Busco mi destino) y The wild bunch (La Pandilla salvaje), ambas de 1969.

Películas de terror valiosas de los últimos años, como The purge (la primera de la saga, con su perturbador comienzo de cámaras de seguridad que registran linchamientos mientras suena una distorsionada versión de “El claro de luna” de Debussy y se nos informa que el “el costo de la buena economía del país es un día permitido de violencia al año”), The strangers, de Bryan Bertino, Funny Games de Michael Haneke en la que los psicópatas observan sin ser vistos o Sinister, sobre el horror intrínseco que provocan las películas caseras, acaso también sean deudoras de la pesadilla de Zapruder.

Gran parte de la riqueza del cine contemporáneo se basa en la indistinción entre cine documental y de ficción. Uno de sus más grandes artífices es Erroll Morris, director de The thin blue line, documental que permitió reabrir el caso de Randall Dale Adams, condenado a pena de muerte por un homicidio que no había cometido. En una extraordinaria entrevista en la que la publicación Smithsonian Magazine le pide a analizar la cinta, finalmente Morris ve una suerte de belleza literaria en la película Zapruder y cita la crítica de Jorge Luis Borges sobre Ciudadano Kane de Orson Welles: para Morris, son 26 segundos de un laberinto sin centro.

Psicosis: para Jonatahan Rosenabaum, la película de Zapruder contiene la violencia visual de los 60


Zapruder, Youtube y las redes sociales


Zapruder transformó, muy probablemente, la cámara Super 8, un dispositivo diseñado para capturar el presente y convertirlo en pasado, en algo capaz de proyectar (en ambos sentidos) hacia el futuro: las interrogantes silenciosas de un crimen sin resolver. Al igual que en el cuento de Philip K. Dick, la película de Zapruder es un "Reporte minoritario". Un reporte fílmico que no anticipó, pero que reveló lo sucedido y lo que sucedería. Se convirtió en una de las narraciones más impactantes del siglo XX, que aún persiste en contar historias y "la Historia".

¿Hoy en día, sería Zapruder considerado un "creador de contenido"? En última instancia, su experiencia se asemeja a la de un usuario que documenta algo, lo comparte y acumula miles de like. En su ensayo más reciente, "La crisis de la narración", el filósofo Byung-Chul Han señala que la práctica tan popular del "storytelling" no genera narración ni historia, sino simplemente comunidadesmercancía, autoexhibición y "Me gusta". Quizás esa sería hoy la auténtica y definitiva pesadilla y terror de Abraham Zapruder.