POLLITOS EN FUGA – EL ORIGEN DE LOS NUGGETS 6 puntos

EE.UU./Reino Unido/Francia, 2023

Dirección: Sam Fell.

Guion: Karey Kirkpatrick, John O'Farrell y Rachel Tunnard.

Duración: 101 minutos.

Voces (versión original): Thandiwe Newton, Zachary Levi, Bella Ramsey, Imelda Staunton, Lynn Ferguson.

Disponible en Netflix a partir del viernes 15.

Cuando Pollitos en fuga tuvo su estreno hace exactamente veintitrés años fue leída, con justeza y justicia, como el clímax de una notable carrera artística que había atravesado los años 90 con la serie de cortometrajes protagonizados por Wallace y Gromit, entre otras creaciones animadas. Los estudios Aardman, conducidos por los británicos Peter Lord y Nick Park, llevaban al largometraje todas las enseñanzas aprendidas en el terreno de la animación stop motion (cuadro a cuadro), en una película que muy rápidamente se transformó en un clásico moderno. Más de dos décadas después llega la secuela, lanzada directamente en la plataforma Netflix, cuya primera, muy marcada impresión es de orden visual. Lejos de la imagen analógica del film seminal, aquí priman una paleta de colores y una cualidad de movimientos ostentosamente digitales: aunque el diseño de los personajes y fondos haya partido del material físico, el uso de los ubicuos CGI homogeneiza el resultado final y lo acerca al mainstream animado del siglo XXI.

En cuanto a la historia de Pollitos en fuga – El origen de los nuggets, dirigida por Sam Fell (ParaNorman, Lo que el agua se llevó), se trata en gran medida de una inversión de aquella otra: en lugar de escapar de una granja dirigida por una malvada pareja de granjeros, aquí las gallinas y gallos deben ingresar a una fábrica de patitas de pollo que parece sacada de la fantasía de un villano en un film de James Bond. Todo comienza en paz: Ginger y Rocky (las voces ya no les pertenecen a Julia Sawalha y Mel Gibson, sino a Thandiwe Newton y Zachary Levi) viven junto a su hija Molly y el resto del gallinero en una isla con bastante de utópico. Allí el colectivismo parece haber llegado a su máxima y más brillante expresión, aunque la joven de la familia no puede sino observar con anhelo el mundo exterior. Durante ese trance de rebeldía adolescente se instala, justo cruzando el río, una empresa cuyos camiones ostentan dibujos de gallinas en un éxtasis de felicidad. Y así allí va Molly, sin el permiso de los padres, convencida de que tanto ella como una amiga recién hecha en la ruta podrán hallar dentro de las murallas de la factoría algo así como el paraíso en la tierra

Rocky y Ginger saben por viejos y parten al rescate junto a un grupo de elite plumífero, desconocedores del inmenso poder de fuego del dueño de la vecina fábrica de nuggets de pollo. La próxima a estrenarse ¡Patos! incluye una secuencia muy similar al núcleo narrativo de este regreso de los pollitos: felices de la vida, los animales alados disfrutan de juegos, panzadas de comida y una libertad absoluta sin saber que al final del camino les espera la muerte segura, paso previo a su transformación en alimento. De más está decir que la secuela está varios escalones por debajo de la original, entrampada en una seguidilla de escenas de suspenso y acción que funcionan por acumulación. Así, parte de la gracia se ha perdido en un relato relativamente efectivo pero rutinario. En cuanto al “origen” del título, si bien la película no intenta, afortunadamente, convertirse en un panfleto pro vegetarianismo es posible que algún espectador pequeño comience a mirar con desconfianza esas falsas delicatessen que tanto adora consumir.