La política monetaria desplegada por el Banco Central no solo no consigue domar la inflación y profundiza las tensiones recesivas, sino que además cuesta caro. Los intereses generados por las emisiones de Lebac realizadas en lo que va del año ascienden hasta los 242.575 millones de pesos. La cifra supera en un 62 por ciento el monto insumido a lo largo de todo el año pasado. 

Cuando se incorpora al análisis el otro instrumento de absorción monetaria con el que cuenta el BCRA, los pases pasivos por los que paga intereses a las entidades financieras que los colocan, la cifra aumenta en, al menos, 19.379 millones de pesos. 

La cifra total asciende así hasta los 261.955 millones de pesos. Por eso desde el Centro de Economía Política Argentina (CEPA) advierten que “el costo de la bicicleta no para de crecer”.

El reciente fracaso del BCRA para cumplir con sus objetivos inflacionarios autoimpuestos no induce a un rediseño en su estrategia para contemplar variables como el crecimiento económico, la expansión del crédito productivo o la creación de empleo. La semana pasada el Indec informó que los aumentos de precios en septiembre llegaron hasta el 1,9 por ciento que representa una variación acumulada de 17,6 por ciento en nueve meses. El incumplimiento de la meta –el rango elegido iba entre 12 y 17 por ciento– despeja el terreno para que la entidad presidida por Federico Sturzenegger profundice su política monetaria contractiva. Ese es el camino que recomendó la semana pasada el Fondo Monetario Internacional.

Además de altas tasas de interés, las experiencias sudamericanas –Chile, Brasil, Perú, Colombia y Chile– muestran que la estrategia de control de precios planteada por el banquero central argentino requiere de un mayor grado de apertura comercial y apreciación cambiaria con costos sobre el empleo, los salarios y la industria.

Desde el CEPA advierten que con ese escenario “es probable que se profundice el sesgo contractivo de la política monetaria lo que seguirá incidiendo sobre el nivel de actividad, sin que se pueda evidenciar efectos sobre la tasa de inflación”. Por eso los economistas del CEPA remarcan que “de profundizarse ese sesgo contractivo, lo que seguirá garantizándose es el funcionamiento de una bicicleta financiera, cuyo costo para la autoridad monetaria no para de crecer”. El documento cuestiona que “la necesidad de modificar el perfil de vencimientos es lo que ha llevado al BCRA a ofrecer una tasa exorbitante que impacta en la actividad económica pero no se evidencia que lo haga en los precios”. Incluso si, como asegura el Sturzenegger, existe un desfasaje temporal entre la modificación en las tasas y el impacto efectivo en los precios “no se evidencia que las modificaciones en la tasa de política monetaria hayan afectado la tasa de inflación”.