Mi viejo tenía una colección inmensa de VHS. Inmensa. Grababa mucho de la tele. Había grabado todos los capítulos de El Agente 86, Columbo y Alf. Pero además compraba cuanta colección de películas encontrara. Desde la serie Cosmos a Lo mejor del Western, pasando por Joyas del séptimo arte de la revista Caras, en donde pude ver Underground de Emir Kusturica. Videos de gym, cocina, etc… Era un Aleph, no había curaduría, estaba todo. En la colección estaban los videos de la revista Pagina/30. Cada VHS, venía con un dossier con artículos de las películas. Una semana salió La dolce vita. Pensé: “La dolce vita… qué snob, qué  aburrida". Pero era una opinión infundada, como buen ‘hateo’. Lo cierto que de La dolce vita, solo había visto alguna escena de reojo, cuando era niño, en Función Privada. Además del constante referenciamiento de Susana Giménez en sus programas de TV. 

Empezaba a ver otro tipo de películas, Dogma, Blaxplotation, cine alemán y el cine japonés de los 80 como Electric Dragon. La película no la iba a ver por supuesto, pero quise hojear el dossier. En él, esperaba ver una cadena de comentarios vetustos y solemnes. Pero esas páginas me magnetizaron, hablaban de Fellini como un artista post punk. Contaba que Marcello Mastroianni al ser convocado para el rol de protagonista, era un segundón, un galán ya muy maduro. Él estaba decidido a hacer su mejor papel de su carrera, a pesar que Fellini al tener su primer reunión dijo haberlo elegido por ‘tener una cara muy olvidable’. Quería prepararse muy bien, pero tenía poca información. Fellini solo le había contado que era la vida de un periodista del espectáculo y que todavía el guión estaba en progreso. 

Se acercaba la fecha de rodaje y el guión que Mastroianni esperaba, no aparecía. Pocos días antes de empezar el rodaje y el actor se puso firme. Aparecía el guión o renunciaba. Ante la amenaza Fellini accedió y prometió entregarle guión ese mismo día. Cumplió. Pero no una forma que Mastroianni (o cualquier persona) hubiese esperado. El ‘guión’ era un dibujo hecho por Fellini, de un hombre nadando desnudo, usando su pene para pescar sirenas (La revista de Pagina/30 incluía el dibujo). Al leer eso, la sensación de epifanía fue total en mí. Altos niveles automáticos de síndrome de Stendhal corrieron por mi sistema nervioso. Todas las anécdotas contadas en esa revista, mostraban a un auténtico artista del futuro, comprometido con el caos y una impunidad poética desmedida. Había un testimonio de Pasolini que estaba muy ofendido, porque Fellini fue a consultarlo por su carácter de ‘orgiante’.

Con toda esta información encima, tuve que ver la película. Me dije, ‘alguna escena genial tiene que tener escondida’. Entonces puse play y mi vida cambió para siempre. Por lo pronto vi el mejor inicio de película de todas las películas que vi en mi vida. Un inicio de película, que en el podio está seguido por la intro onírica de 8 1/2, también de Fellini. Pero esta secuencia no es un sueño, es mucho mejor. Una estatua gigante de Cristo, llevada por un helicóptero sobre una Roma de post guerra. Rubini (el personaje de Mastroianni) va en el helicóptero ‘cubriendo’ el evento. En una terraza, unas chicas toman sol. Al ver la estatua pasar, saludan, Rubini, pide acercarse para pedirles el teléfono. Si, desde un helicóptero, si, llevando una estatua de Cristo gigante. Pretencioso. Si, el más pretencioso de todos. ¿Por qué pretencioso es una mala palabra en el arte? Si queremos acordar que la pretensión es mala, me parece más pretencioso esas películas basadas en la vida de los directores! (quieness sonn!!!? Leer con tono Moria).

La película no tiene desperdicio, está contada en episodios y ronda en torno a lo ‘nuevo sagrado’, a la autoexplotación (mucho antes que Byung), Escribiendo esta nota, ¡me doy cuenta todo lo que le robé todo para mi película!  A partir de ahí comencé a ser devoto de Fellini. Veía la película ritualmente. Llegué al patetismo de rebobinar una escena reflexionar como hubiera hablado Fellini con esos actores y volverla a ver.

La devoción incluso llegó al peregrinaje. Con mis primeros ahorros viajé Europa, por primera vez, en el 2005. Recorrí Roma, ciudad en la que nunca había estado, pero claro, la conocía perfectamente. Una madrugada, convencí a unas cordobesas de meternos en la Fontana di Trevi. Terminamos detenidos por la policía. El policía me dijo "no tiene respeto por la fuente más famosa del mundo". Traté de explicarle que era más que respeto, era devoción. Las cordobesas después me dijeron que balbuceé “Anita y Marcello” ante el oficial. Ahora pusieron unos blindex para evitar actos de este tipo, me los atribuyo. Tuve que visitar Rimini, ciudad de nacimiento de Fellini y gran musa inspiradora para su cinematografía. Pero ya no tenía dinero, así que dormí en la plazaprincipal aprovechando el "estate italiana". Para conciliar el sueño bebí un tetrabrik de vino blanco italiano. Desperté a la mañana con un pequeño auto barredor pasándome a centímetros de mi cabeza.

Ahora, ya en mi adultez, veo La dolce vita, como una especie de biopic no autorizada de mi vida. Es muy terapéutica, encuentro patrones que refeljo en mi historia. Mastroianni es perfecto. ¿Lo es? A veces no entiendo si su registro actoral es lo mejor que vi en mivida o si está cercano a las actuaciones de los shows de marionetas tipo Capitan Escarlata, que mi padre también tenía en su colección.

Cuántas veces fui Rubini en esa fiesta de la escena final, haciendo mitad de maestro de ceremonias, mitad payaso. ¿Cuántas veces fui Rubini, invitado a una casa como la de Steimberg, en donde no pertenecía pero traté de hacer que sí? ¿Cuántas veces fui Rubini? Miles. Lo único que no hice es ver una mantaraya gigante, como en la última escena del film, pero si siempre repetí la frase "pobre animal, insiste en ver" en todas las situaciones que pude.

Lo que estoy seguro es que crecí con esa película, que no es solo eso, es un lugar donde habito. Es una memoria imaginada. Así de fan soy de La dolce vita.

Agustín Carbonere es de Buenos Aires, Argentina. Es director y músico. Desde el año 2000 se dedica a la actividad cinematográfica, dirigiendo mini-series, comerciales y videoclips. Actualmente es representado por la productora internacional Landia. En abril de este año estrenó su ópera prima El santo en en BAFICI, cosechando excelentes críticas y premios entres los cuales obtuvo el de mejor director de la competencia internacional en BAFICI y CINEFANTASY y el premio de la Audiencia en NOVISAD de Serbia. El film también fue reconocido en el MAFIZ de Málaga y el Festival de Sitges y Festival de Pinyao en China.