Escribo con náuseas. La imagen de los televisores en el Río Chubut con un cuerpo descompuesto me descompone. La burla sobre la muerte con la comparación de Walt Disney de Elisa Carrió eleva a la derecha chic a la anestesia sobre la segunda muerte de un pueblo: la anestesia. Santiago no sabía nadar. Corrió frente a la represión de Gendarmería en la comunidad mapuche de Cushamen. El 17 de octubre, cuando el agua llevaba las esperanzas de encontrar con vida a Santiago, Elisa Carrió tuiteó: “Es necesario que votemos por la paz. Esta vez el Estado buscó la verdad, con López no pasó así”. Jorge Julio López fue detenido en la dictadura y desaparecido en democracia cuando era testigo del juicio contra Miguel Etchecolatz. Su ausencia es irreparable. La desaparición de mujeres en Argentina fue contada, entre otras, por Marta Dillon cuando nadie creía que el secuestro de Marita Verón pudiera ser cierto. En el Encuentro de Mujeres el grito por la aparición de las chicas desaparecidas fue una de las consignas más fuertes. Maira Benítez, en Chaco; Daiana Garnica, en Tucumán; Johana Ramallo, en La Plata, faltan. No están ni vivas ni muertas. No se las tragó la tierra. Igual que a María Cash y a Florencia Penacchi. El movimiento de mujeres no las olvida ni las entierra. En la Argentina falta un sistema eficaz de búsqueda de personas desaparecidas y la desaparición no es casual, sino una perversa forma de encubrimiento de femicidios, violencia de género y trata de personas. El feminismo lo sabe, las nombra, las pide y denuncia, con el colectivo Ni Una Menos, en una consigna clara: “El Estado es responsable”.

Pero la desaparición/aparición de Santiago Maldonado no es igual. Porque los cuerpos en las mismas bolsas llevan a creer, como en el Río de la Plata, atragantado de cuerpos desde el aire, que la marea unifica la sangre. La desaparición y muerte de Santiago Maldonado -en la forma que sea, corriendo de Gendarmería, ahogado o asesinado, plantado o no buscado- interpela sobre una amenaza que se vuelve contra todas y contra todos: la represión a la protesta social. Santiago Maldonado es Dario Santillán pero sin la foto de Pepe Mateos que lo muestra tendido en la estación y con Maxi Kosteki arrodillado en su cuerpo y al ex comisario Alfredo Fanchiotti con un arma en alto, dentro de la estación de Avellaneda, el 26 de junio del 2002. Darío y Maxi reclamaban mejoras en los subsidios, insumos en las escuelas y el fin de la represión. 

La represión a la protesta social no es azarosa y las mujeres lo sabemos porque la represión y detención de manifestantes en Mar del Plata, en el Encuentro de Mujeres del 2015 y la represión con balas de goma, en Rosario en el 2016, no fueron azarosas. Tampoco las detenciones a través de razzias, en Buenos Aires, en el marco del Paro de Mujeres del 8 de marzo de este año. El Encuentro de Mujeres, en Chaco, demostró que la protesta de mujeres -que no es homogénea- es necesaria, masiva, federal y sin pelos en la lengua. La cobertura de solo dos diarios nacionales (Página/12 y Tiempo) y de ningún canal de televisión enviado para un evento multitudinario, un carnaval de libertades, consignas, purpurinas y deseos, ya no puede atribuirse a la ignorancia, el rating o la casualidad. Los medios masivos le dan la espalda a un feminismo potente, plural, joven y masivo. La falta de pantalla no solo esconde el fenómeno único en el mundo de horizontalidad de la ruta feminista hasta los puntos cardinales en donde las mujeres se cruzan con su propia fortaleza y espejan sus reclamos y ausencias. Además, expone a un souvenir de incidentes una forma de protesta social que supo validarse autónoma de gobiernos y partidos políticos y enfrentar el poder de la Iglesia que gobernó sin votos durante los primeros veinte años de democracia impidiendo el reparto de anticoncepción gratuita y la educación sexual, entre otros puntos, hasta que, justamente, en el 2002 (frente a la crisis social) se pudo aprobar la Ley de Salud Sexual y Procreación Responsable. 

Este año, en la marcha, en vez de fuerzas de seguridad hubo integrantes de la Secretaría de Derechos Humanos y se contuvo y disuadió la legítima protesta del feminismo (con un sector mínimo más violento). No hubo detenidas, ni heridas. Las diferencias son sustanciales en una democracia. “Cuando se quiere y hay voluntad política, se puede no reprimir”, evaluó la periodista Lía Ghara, autora de Manual básico para la femininja que viaja a Chaco, en Manifiesta. La próxima sede del Encuentro de Mujeres es Chubut. Vamos a abrazarnos con las mapuches y con la memoria de Santiago Maldonado. La muerte y represión a la protesta social -del que el feminismo es voz potente y prepotente- Nunca Más. Nosotras también somos Santiago.