Un jardín puede ser un territorio desconocido en el que se desembarca como si allí fuera a acontecer una exploración que se parece demasiado a las aventuras de la infancia. Enterrar objetos, bailar sobre una lona que se convertirá en una capa, esconderse entre los arbustos. Todo deviene en materia plástica, escenario de historias discontinuas, intérpretes sometidxs a lo irremediable de la luz del día que deja avanzar la noche.

Entramos al jardín no como espectadorxs, sino como visitantes que comparten con lxs artistas una apertura pública de un trabajo que no tiene la forma cerrada de una obra. No es una función a la que asistimos sino un momento donde aceptamos la inminencia, el azar de una puesta a prueba de una investigación sobre la que lxs propixs artistas desconocen muchas cosas.

Antes, o después, según el momento del arribo a esta experiencia, pudimos ver expuesta en la sala de Proa 21 la bitácora de ese experimento. La bailarina y coreógrafa Celia Arguello guía la tarea pero se trata de un trabajo colectivo donde la artista convocada realiza una acción performática en un sitio específico. Ese lugar tiene una historia preciada porque en ese galpón del barrio de la Boca se reunía el grupo El Bermellón a comienzos del siglo XX formado por Fortunalto Lacamera, Miguel de Victoria y Benito Quinquela Martín. En un diálogo con ese pasado bohemio, la propuesta de Toca Misterio tiene algo del espíritu de la improvisación, similar a la que sucede entre lxs músicxs cuando se encuentran a poner en funcionamiento sus instrumentos. 


No es casual que la música ocupe un lugar que no remite solamente al título, a la voluntad de pensar a Misterio como una banda de rock igual a las que aparecen reflejada en los atuendos de lxs performers. La música, sus vacilaciones, las coordenadas de un coro que guía Eduardo Ferrer, integrante de El asesino del romance y director del Coro Fantasma, hablan de una poesía que también se conjuga en los textos que Celia escribió con Juan Gabriel Miño. Dejar testimonio de una época de desconcierto a partir del trazado de esa tierra que se mueve y esconde las cosas que quieren desenterrar, que se traga los objetos que lxs intérpretes buscan preservar, atesorar, es parte de ese misterio.

La relación con el público es cercana, nos desplazamos por el lugar, elegimos los modos de ver, de aproximarnos a la escena. El ritmo rige desde esa materialidad propia de la tierra. Cuando Celia confiesa que ella enterró unos dólares para que germinaran y surgieran arbolitos la situación apela a la magia de lo concreto. Las cosas establecen con el cuerpo una relación de posibilidad como si decidiera sobre lxs intérpretes y ellxs se dejarán arrasar. El cuerpo toma de la danza el juego con los niveles, como ocurre cuando dos intérpretes mueven a Celia con su vestido blanco y esa suciedad es poética, ese momento donde ella se pierde entre los arbustos recuerda a los cuentos de la infancia donde todo puede ser radiante y tenebroso al mismo tiempo.

La ropa entre rota y abierta que lleva Celia Arguello da cuenta de un vestuario trabajado por Ramiro Bailiarini y Nico Sosa desde una noción narrativa, desde una lectura del cuerpo como imagen, se combina con las remeras de grupos de rock. El montaje que propone Toca misterio está ligado a la percepción real de esa naturaleza que sucede en ese galpón como una especie de territorio equívocamente aislado que entra en un conflicto armonioso con la inmersión en el afuera cuando escuchamos el ensayo de una murga que se acopla o cuando el portón se abre y Zezé Fassmor baila con su bastón blanco en esas calles elevadas de La Boca donde lxs vecinxs sacan sus sillas para disfrutar de la noche y lxs jóvenes salen en grupo o permanecen junto al riachuelo.

Las imágenes están allí como partes que tienen algo de borrador, como si ingresáramos al taller del artista y nos permitiera conocer ese proceso donde cada elemento que se ensaya es la promesa de un mundo que puede llevarnos a otra parte, establecer una digresión que atenta contra esa primera estructura o que se enciende en una materia imposible de dominar. El arte no debe necesariamente ofrecer obras terminadas, también puede recurrir a sus formas e ideas para intervenir sobre un momento preciso, sobre una coyuntura que nos tiene atrapadxs. Toca Misterio es la unión del canto colectivo donde el fogón surge de los fueguitos que se dibujan en el celular. Un gesto paródico bajo ese cielo de verano.

Toca Misterio se presenta los sábados 20 y 27 de enero a las 19 en Proa 21. Gratis.