El reggae perdió a otro de sus pilares: el bajista Aston “Familiy Man” Barrett falleció el sábado último en Miami, a los 77 años, tras una “larga batalla médica”. La noticia la dio a conocer su hijo Aston Barrett Jr. a través de un posteo en su cuenta de Instagram. “El mundo perdió no sólo a un músico icónico y a la columna vertebral de The Wailers, sino también a un ser humano extraordinario cuyo legado es tan inmenso como su talento”, comenzó diciendo su vástago. “La música de Aston trajo alegría a millones y su influencia en el reggae no tiene medida. Era un hombre de pocas palabras, pero sus palabras transmitían sabiduría, bondad y amor. Sus líneas de bajo fueron el latido del corazón de un género que tocó corazones en todo el mundo”. Y más adelante evoca: “Según ‘Family Man’: ‘Cuanto más vieja es la Luna, más brilla’”.

La muerte del músico sucede pocos días antes de que llegue a los cines Bob Marley: One Love (se estrenará el 15 de febrero), película que repasa la vida y obra del rey del reggae. La dirigió Reinaldo Marcus Green (realizador de El método Williams, biopic sobre las hermanas tenistas Serena y Venus Williams), y cuenta con el visto bueno de la familia Marley. El actor inglés Kingsley Ben-Adir (conocido por su papel en el film Barbie) encarna al ex líder de The Wailers, en tanto que el hijo de “Family Man” se puso en la piel de su padre. “Esta película es mágica”, afirmó Barrett Jr. durante la proyección del largometraje, a fines de enero, en Kingston. “No estoy intentando hacer de mi papá sino que recreo todas las historias que él me contaba. Son dos chicos malos que terminan convirtiéndose en hermanos”.

Cuando conectó su Fender Jazz Bass en el primer encuentro musical que tuvo con Bob Marley, “Family Man” nunca imaginó que estaba por crear un concepto único y original para tocar el bajo. Era justo el momento en que el reggae jamaicano estaba por despegar al exterior. Mientras Marley daba forma a la mentalidad del género, Aston y su hermano, el baterista Carlton “Carly” Barrett, articulaban el sonido moderno de The Wailers. Con un enfoque sencillo y melódico, lo que los transformó en una de las mejores bases rítmicas de la historia de la música de la segunda mitad del siglo XX. De hecho, fueron el modelo a seguir de Sly & Robbie, sociedad que establecieron más tarde el baterista Sly Dunbar y Robbie Shakespeare (pupilo de “Family Man”). Eso les permitió tocar con The Rolling Stones, Gilberto Gil, Madonna y Bob Dylan, entre otros.

“El primer tema que hicimos con The Wailers, con Bob, Bunny (Livingston) y Peter (Tosh), se llamó ‘My Cup’ (cover de la canción escrita por James Brown)”, recordó Barrett, en 2007. “Fue la primera vez que The Wailers se acercó a un ritmo realmente moderno. Los resalta de manera diferente”. En 1969, Marley, junto a sus compañeros de banda, se presentó en los estudios de Lee “Scratch” Perry para pedirle que fuese su mano derecha. Con esa actitud abandonó su fama de rude boy (nombre dado a los pandilleros vinculados al ska, corriente musical antecesora del reggae), lo que coincidió con su entrega al movimiento rastafari. Al poco tiempo, los hermanos Barrett dejaron al verdadero “genio del dub” y a su banda, The Upsetters, para unirse formalmente a The Wailers. Y entonces grabaron, bajo la producción de Perry, dos álbumes brillantes: Soul Rebels (incluye “My Cup") y African Herbsman.

La fábula sugiere que Marley y Perry se pelearon por dinero y cortaron la relación, pero lo cierto es que lo mejor estaba por venir. El sello inglés Island Records firmó al cantante y su grupo, y a fines de 1972 grabaron el punto de inflexión del género: Catch a Fire. En 1973 le siguió Burnin’ (en la tapa de este trabajo se puede ver la foto de “Family Man” encima de la de Bob). “Las canciones generalmente salían cuando nos juntábamos en la sala de ensayo a ejercitar nuestras capacidades para las letras y los arreglos musicales”, le contó el bajista a Página/12 en 2001. “Entonces juntábamos eso y producíamos un gran impacto”. En medio de una gira estadounidense, al lado de Sly & the Family Stone, comenzaron a chocar los egos y las diferentes formas de entender a un mismo proyecto. Esto decantó en la renuncia de Livingston y Tosh. 

En ese momento, el rey del reggae le preguntó a Family Man cuál sería el futuro de The Wailers, porque sólo quedaban él y los hermanos Barrett. Y éste le contestó: “Ese es el poder de la Trinidad”. A lo largo de un año, levantaron al grupo, Aston se convirtió en coequiper de Bob, y consolidó su rol de productor y arreglista. Una vez que se armaron, registraron el disco Natty Dread (1974), donde el bajista incorporó nuevos métodos con su instrumento. “Cuando cantamos una canción como ‘Revolution’, ese sonido imponente y militante tiene que ser tan autoritario como la letra”, reveló quien en el himno “Exodus” vibra con un riff de dos dedos que se balancea con fuerza. Hasta los últimos shows de Marley, el bajista se convirtió en un componente fundamental de la banda. “Hicimos música para todas las clases”, le dijo a este diario. “Es como la Biblia: no importa a qué lenguaje esté traducida, siempre dice que hay que amar al prójimo porque si no, no te va a ir muy bien”.

La primera vez que The Wailers tocó en la Argentina, en noviembre de 2001, Aston Barrett ofició de frontman, lo que le permitió seguir haciéndole honor a su apodo: “Me gusta cuidar a la gente con la que amo trabajar y vivir. O sea, la familia”, reveló el artista que llegó a tener 41 hijos (Floyd Barrett, Kevin Barrett y Aston Barrett Jr. están relacionados con la música). En medio de la muerte de su colega y amigo, y su debut porteño, “Family Man”, quien intentó a lo largo de su carrera recrear con el bajo los latidos del corazón (impulsado por el sonido de las ceremonias rastafari, religión de la que fue parte), no dejó de trabajar. Prestó su instrumento para estrellas de la música de la envergadura del cantautor country John Denver, el maestro del blues Taj Mahal, la estrella africana del reggae Alpha Blondy, el eterno Gilberto Gil y el rockero inglés Joe Cocker.

También en ese ínterin el músico, que comenzó su carrera en 1968 con el grupo The Hippy Boys, demandó al sello Island Records para que le pagaran sus regalías por su trabajo como productor y compositor en los discos de The Wailers. Pero ese mismo año (2006) perdió el juicio. Pese a que había anunciado su retiro de la música en 2019, en junio pasado apareció un track suyo instrumental titulado “Love Nutmeg”, donde se puede apreciar esa manera tan especial de tocar el bajo (inspirada en su amor por el contrabajo. Aparte de la pasión por la música que le inculcaron su abuelo y su padre, su gran tótem fue el contrabajista jamaiquino Lloyd Brevett (fundador de The Skatalites). “Siempre traté de captar ese sonido, incluso cuando toco el bajo eléctrico”, confesó. “Decidí descubrir con qué clave sintoniza la Tierra. Después de un tiempo, me di cuenta de que todo el planeta está sintonizado”.