La Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Humano, realizada en Estocolmo en junio de 1972 marcó un punto fundamental en la educación ambiental. Han transcurrido más de 50 años y aún su vigencia pedagógica se siente. Esta conferencia estableció varios principios para la vinculación de la humanidad con el ambiente. Se seguía así evolucionado en un largo proceso de desplazamiento del antropocentrismo hacia el biocentrismo. Concepto que concluiría más adelante, como ambientalismo inclusivo, dónde la vida de todas las vidas del planeta eran lo central y no sólo la de nuestra especie. El hombre, entonces, era a la vez obra y artífice del medio que lo rodeaba. Lo cual remarcaba la dependencia de la humanidad con el ambiente. Así, las personas constituyen y son constituídas por la naturaleza. 

Luego vendría en 1975 la Carta de Belgrado de la ONU, que hizo su agregación sustantiva en el camino de la educación ambiental inclusiva, al considerar in totum al ambiente tanto lo natural como lo construido por la humanidad. Y, por el convenio 169 de la OIT de 1989 se establecía la necesidad de la consulta a la ciudadanía para los temas ambientales. Otro hito de suma importancia en la pedagogía ambiental inclusiva, fue la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y Desarrollo en Río de Janeiro en junio de 1992, que estableció un conjunto de pautas educativas de relevancia para la protección del ambiente como fueron los principios de sustentabilidad ambiental del informe Brundtland, el de precaución, el de prevención y derivativamente el de incertidumbre. 

También se connotó la importancia esencial de la participación ciudadana. En junio de 2015 se lograba que pasaran a ser temas ambientales mediante la Encíclica Laudato Sii del Papa Francisco, temas como la pobreza, el hambre, el derecho humano al agua, los bienes comunes públicos, las migraciones humanas, la crisis climática y las injusticias sociales. En marzo de 2018 se generó el Acuerdo de Escazú respaldado por la Cepal. Esta herramienta aportó en forma palmaria que el acceso a la información ambiental es un derecho humano esencial. En Argentina ya en 1994 se establecía en el artículo 41 de la Constitución Nacional el derecho a un ambiente sano, y por ende la importancia de la sustentabilidad y la prevención ambiental. El salto también notable fue el de la Educación Ambiental Integral de la ley 27.621 para los estudiantes, y la ley Yolanda, número 27.592, que estableció la obligatoriedad de la educación ambiental para los agentes públicos. Lo señalado hasta aquí son algunos de los aportes de la educación ambiental inclusiva.

En este abreviado recorrido que hemos mencionado, podemos observar lo siguiente: 

1- Una evolución del antropocentrismo hacia el biocentrismo, clave en el ambientalismo inclusivo. Concepto que hemos generado desde la dirección de la Cátedra del Agua de la UNR. 

2- Podemos visionar una concepción compleja e integral del ambiente. En que la pobreza en general, la pobreza e indigencia del agua en particular, la flora y la fauna, forman un complejo ecosistema integral y diverso. 

3- Observamos que estamos, a pesar de la coyuntura, ante el fenómeno de un ambientalismo inclusivo que abarca una totalidad que no totaliza, y que está en transformación permanente. 

4. La justicia social y ambiental cumple un rol cada vez más preponderante. 

5- Esta visión del ambientalismo inclusivo, que está en permanente evolución, se encuentra en insuficiencia pedagógica en la educación ambiental. 

Hay una debilidad porque soslaya que el ambiente es profundamente un ámbito de disputas de poderes. Ello ocurre transversalmente en todos los ámbitos. Tenemos una cultura de negar o minimizar el conflicto. Pero que lo neguemos no significa que no exista. La cuestión es poder abordar las controversias existentes en el ambiente, llegar a caracterizarlas, arribar a un diagnóstico y proponer soluciones ambientales integrales. Y, desde allí y a partir de todo este proceso pedagógico, enseñar desde las diversas disciplinas científicas con la participación vecinalizada.

En la educación ambiental el estudio de casos conflictivos debería ser lo central. Con dicha metodología pedagógica deberíamos abordar por ejemplo las guerras del agua, la crisis climática, la crisis de los glaciares, el cuidado de los humedales, la protección de los bosques, la pobreza de muchas personas, la crisis demográfica del planeta con 8 mil millones de habitantes, como así también estudiar la depredación incendiaria de los humedales del río Paraná donde más de 1 millón de hectáreas fueron dañadas en el período 2020/ 2023 y abordar asimismo la falta de una ley protectiva de los humedales. Buscando una síntesis pluridisciplinar y propuesta colectiva ante el problema ambiental del caso. Esta metodología pedagógica habilitaría poder distinguir científicamente los poderes en juego, las estrategias utilizadas y a utilizar por el poder dominante, realizar anticipo de consecuencias dañosas, proponer soluciones superadoras desde lo científico como desde la participación ciudadanía y gestionar paradigmas inductivos similares a soluciones de otros casos. Para ello, la memoria ambiental del conflicto cumple un rol esencial.

En la actualidad, la ciudadanía se encuentra con pocos elementos técnicos ambientales de análisis conflictuales a su disposición.

La cartografía educativa ambiental actual secundariza los grandes conflictos sino que también no profundiza en la necesaria e imprescindible memoria ambiental de las controversias. Los conflictos son sustantivos en nuestra vida de la Tierra, negarlos, soslayarlos, resulta funcional al contaminante ambiental. Es de lesa ambientalidad la negación del daño a la naturaleza. Convivimos con el conflicto, debemos aprender a gestionarlo y lograr arribar a soluciones realistas, sustentables, amables a la vida, en paz con una sociedad armonizada en equidad social ambiental.

La Reforma Universitaria nos enseñó que debemos vecinalizar el conocimiento junto a la ciudadanía. La educación ambiental pacífica del conflicto es la herramienta de asumirnos con realismo para liberarnos del conformismo. Porque, aprendemos estudiando y construimos razonando.

(*) Director de la Cátedra del Agua UNR. Magíster en Ambiente y Desarrollo Sustentable. Especialista en Ambiente y Desarrollo Sustentable. Doctor en Ciencias Jurídicas y Sociales. Docente UNR.