Es evidente que el brutal ajuste socioeconómico conlleva la represión como ariete que busca el disciplinamiento social.

En efecto, el alza represiva es expresada, entre otras cosas, en el “protocolo antipiquetes” emanado del ministerio de seguridad con la pretensión de disuadir a la población, a la que van empobreciendo de toda protesta social. El despliegue de fuerzas represivas en circunstancias del paro nacional del 24 de enero en las inmediaciones del Congreso de la Nación, cuando la alianza gobernante procuraba la aprobación en la Cámara de diputados del DNU presidencial y llamada “ley ómnibus”, exhibe que magnitud de la coacción estatal va pareja con el proceso de despojo, de empobrecimiento por desposesión al decir de David Harvey.

En 60 días la pobreza aumentó un 17% y alcanza al 57 % de la población, la administración gubernamental precedente no frenó el proceso inflacionario y la actual potenció las miserias materiales y morales con la megadevaluación, la estampida de precios de alimentos, medicamentos, tarifas de servicios, etc.

Corresponde señalar que los recortes draconianos de las partidas afectan, la salud pública, la educación pública, a las jubilaciones y pensiones.

Licuación de salarios creciente, aumento del número de personas en situación de calle y de la exclusión social, al parecer, la voracidad del capital es ilimitada. El Estado con su maquinaria de guerra artillada y psicológica al servicio de garantizar la tasa de ganancia de las clases dominantes su perversidad y su codicia.

En días recientes en Rosario, Región Argentina fuerzas estatales requerían documentos a pasajeras y pasajeros que viajaban en colectivos sin mediar argumento alguno al estilo de lo que ocurrió durante la dictadura genocida (1976-1983), bajo la vigencia del Estado de Sitio y hasta fueron detenidos por la policía dos trabajadores que empujaban carros cargados de cartones.

Todo lo descripto, confirma que solo la férrea resistencia popular debe poner coto a tanto escarnio.

La pasiva y/o la indiferencia ante la prepotencia expoliadora se torna en complicidad objetiva y es una inadmisible banalización del mal y de la injusticia social.

Carlos A. Solero