Sobraban las voces alzadas en su contra cuando en octubre de 2016 el actor porno gay Colby Keller, uno de los más populares del planeta, declaró que votaría por Donald Trump por considerarlo una “fuerza desestabilizadora” dentro de la política norteamericana. Hillary Clinton, explicaba, no resultaba para él una alternativa tan distinta al candidato Republicano; por otro lado, el repudio evidente y merecido que ya en campaña Trump generaba en tantas personas y en muchos medios de comunicación habría de servir como fuerza catalizadora de un demorado despertar sociopolítico en el país del norte. Unos meses después de electo Trump, Keller justificó nuevamente su voto, sumando oprobio público y delatando altos niveles de confusión al autodefinirse en esa oportunidad como comunista. Bingo. 

Detengámonos algunos fotogramas en la figura de Colby Keller dentro del imaginario pornográfico gay actual. No existen muchos pornstars con su ductilidad (que no necesariamente es lo mismo que versatilidad): puede pasar por rudo o por sensible, es de mármol y es de carnes; tiene el cuerpo de un Adonis vecino, podría ser tu novio o el novio de tu novio o el cana que te agarra con un porro y que se deja coimear (pero justo no tenés un peso). Le crece barba y se afeita, es lampiño y es peludo, se prende en todas, posa para Vivienne Westwood, es artista plástico. Tiene blogs. Está, en tu mente, en tu mano. 

Después de una nueva ratificación en agosto último de aquel voto ya infame -ratificación que a esta altura del partido representa un descaro atroz de Keller después de las brutalidades a las que Trump viene sometiendo al país que lo eligió y al planeta que le tocó-, otro actor porno le salió al cruce con una carta abierta publicada por el conocido sitio de noticias lgtbi Towleroad. Wesley Woods, que además es comediante, esgrime principalmente el argumento de los “white male privileges” (privilegios de los hombres blancos; hombres cis, vale aclarar) para señalar la falta de humanidad de Keller al insistir con ese voto dado a un misógino, machista, ególatra, transfóbico y xenófobo -entre otros encantos-; en fin, lo que Woods entiende en las palabras de Keller es un desdén inequívoco por todas aquellas personas cuyas existencias se verán perjudicadas -por no decir aniquiladas- gracias a las acciones directas e indirectas del presidente. En ese camino de destrucciones sistemáticas, Keller cree ver una posibilidad de respuesta drástica a largo plazo pero omite en sus razonamientos explicar qué se hace hoy con todos los daños colaterales, esto es, con las personas afectadas negativamente. Lo triste del caso es que Woods, en su ataque, comete un gesto esencialmente torpe al caer en el lugar más común posible y decir que el asunto no es personal cuando, a la vista de cualquiera, lo es, y mucho. Vean si no la golosina con la que cierra su mensaje a todxs nosotrxs: “Por favor, no pienses que el porno que mirás, al igual que cualquier otro medio cultural o artístico, no tiene impacto. Tu orgasmo no es neutral. Estás apoyándolo directamente, y a su plataforma, y por ende sus políticas. Estás avalando y permitiendo que las ideas de Keller sigan impactando a aquellas personas marginalizadas”. Una pena, Mr. Woods, porque si hay un lugar último en el que no pensamos admitir personas intrusas, que defenderemos con la fuerza del hambre, si hace falta; ese lugar es el que late húmedo entre nuestras manos y nuestro deseo.

Wesley Woods