El aeropuerto de Ezeiza tiene un ethos muy particular. Huele a freeshop, viste de jogging cool y conserva cierta fantasía menemista vinculada al viaje al exterior. El paisaje se compone, generalmente, de gente ansiosa. Los nenes, que parecen salidos de una publicidad de La Serenísima, todos vestidos con los mismos conjuntitos deportivos, corretean alrededor de las valijas de plástico; mientras, los mapapis nerviosos revisan que ningún pasaporte se haya extraviado en algún baño. Mochilas que no cierran, los nervios de volar, despedidas, maleteros, check ins, los papeles, pantalla con numeritos, aviones que despegan, perfumes importados y Toblerones. Hasta que, de pronto, llega ella, rompiendo la monotonía del paisaje.

Pletórica, se desliza por el piso brillante de Ezeiza que parece hacerse de terciopelo a su paso. Los turistas dejan por un segundo los documentos de los nenes para darse vuelta a mirarla. El tiempo se detiene alrededor suyo. Tiene una melena castaña dorada, los labios pintados de rojo, tacos de ultra vértigo que la elevan hasta el cielo de nuestro cielo; un traje de chupín, saco y camisa más ajustado que la realidad, anteojos estilo Y2K y los ojos bien delineados y maquillados con una sombra azul Aerolíneas Argentinas. Sassy pero fina y el toque naif lo dan sus uñitas, pintadas de un tono lila pastel. La gente se acerca a saludarla, le dice: “¿Vos sos Traniela?!” y “¡Ay te vi en la tele! ¡Te vi en las redes! ¡Me encantás!”.

Ella saluda a todos y a todas, se saca fotos, selfies, muy cordial, lo disfruta, es amable, está aprendiendo a sentirse famosa y le divierte ese papel. Sabe que es disruptiva. Un señor se le desvive en halagos, le dice que la ama, que le encanta lo que hace, y que si se puede sacar una foto con ella para “mandársela a la nieta”. “Estos siempre dicen que quieren fotos conmigo ‘para la nieta’…. no les creo nada”, me revela.

Yo la sigo dos pasos detrás mientras buscamos una locación para hacerle fotos: ella nos indica, al fotógrafo y a mí, los mejores spots para el shooting. Mientras le indica a nuestro PH las mejores locaciones del aeropuerto, yo le llevo sus valijas. Me encanta hacerlo. Quiero ser su asistente. Su energía de amazona aeronáutica es intimidante y, al mismo tiempo, hipnótica. En secreto, me revela que está tratando de conseguir entradas para ver a Madonna en NY, me explica los beneficios del ayuno intermitente y que tiene un gimnasio en su casa; además, que ahora está cambiando su rutina de training para desarrollar más masa muscular en el tren inferior que en el superior.

Traniela es Traniela Campolieto, y se presenta en su IG como “la 1era Capitana Transgénero de la Línea Aérea Argentina y LATAM - Instructora de vuelo. Personal trainer de competición. Atleta fitness.” Tiene 48 años, vuela desde hace 24 y suma más de 13 mil horas en el aire. Comandanta de la tripulación de A330-200 de Aerolíneas Argentinas, sus destinos favoritos para aterrizar son NY y Miami, donde aprovecha para comprar ropa nueva, hacer un poco de turismo y sacarse fotos lookeada como una Barbie-pilota-fisicoculturista sexy para deleite de sus fans (18 mil solo en IG), y también de sus haters. Su outfit icónico: botas blancas con plataforma estilo bailantero + micromini short + sombrero de vaquera y top con strass. Y la que no puede, que soporte.

Pero Traniela es más que eso. También es mamá de dos adolescentes, está casada hace 18 años con su esposa, que conoció volando (es tripulante de cabina). Su salida del clóset desconcertó a mucha gente porque “nadie se lo esperaba”. Pero comenta que sus hijas se lo tomaron bien, no recibió discriminación de parte de sus colegas y está redescrubriendo su vida en pareja desde un nuevo ángulo. Defiende la soberanía nacional de nuestra aerolínea de bandera y si puede estar en una marcha, ella va a estar con sus compañerxs, bancando los trapos.

Le encanta la moda, el make up, la pilcha, los aviones, los fenómenos climáticos, interactuar con sus seguidores en las redes, hacer pesas, compartir contenido sobre aeronáutica y usar su perfil para promover la visibilidad trans. Además de ser provocadora en las redes, donde se hizo viral el último 23 de mayo, tras haber realizado su primer viaje con el pasaporte que dice “Traniela”.

-En países de habla inglesa, la palabra “Tranny” se usa como forma despectiva de dirigirse a las personas trans, ¿“Traniela” dialoga con esa expresión?

-Sí. Yo siento mucho orgullo de ser una mujer transgénero, me siento feliz, ese siempre fue mi deseo, no quiero ser una mujer cis, quiero ser una mujer trans. Toda mi vida veía a las mujeres transgénero como un ideal, y por eso me puse así.

-Actualmente hay una narrativa que describe a la transición como un proceso vinculado, generalmente, con la adolescencia y los primeros años de la juventud. ¿Sentís que también rompiste cierto ‘molde’ al transicionar a los casi 50?

-En mi caso, siempre fui una persona bi-género. Disfrutaba de ser hombre y de ser mujer. Pero la parte de mi identidad femenina transcurría en lo privado desde un aspecto íntimo, que me daba placer. Eso lo tenía oculto y me gustaba, fue así durante mucho tiempo. Nunca me pesó eso. Hasta que en un momento sí, y ahí tuve que empezar a resolver. Creo que fue una especie de fin de mi identidad masculina, que dio lugar a mi identidad femenina. Además, yo quería dejar de ser una mujer en la intimidad, ser prisionera de mi ser masculino. Quería visibilizarme y ver si de esa forma también podía ocupar un rol social positivo. Así empecé a construir mi salida del clóset.

-¿Cómo fue ese proceso?

-Un día estaba sola en una plaza, ¿viste esos días que tenés mucho análisis encima? Me senté y empecé a fantasear acerca de cómo sería mi salida del closet, a visualizarme en la fila de un banco lleno de gente, o en un negocio, yendo a comer, yéndome de vacaciones, sobre todo viniendo a trabajar como mujer, y esa fantasía fue tan pero tan fuerte que se convirtió en un objetivo. Pero mientras vivía esa fantasía, que se repetía constantemente, era algo muy liberador. No era algo sexual. Era algo trascendental, supremo.

-¿Y ese sentimiento pudiste compartirla con algún amigo, alguna amiga…? Antes de hacerlo público.

-Lo conversé mucho con otras chicas trans de mi edad. Y una de ellas me dijo: “No te vas a arrepentir, te va a re encantar ser una mujer trans”. Esas eran algunas conversaciones aisladas que tenía con personas que conocí en Internet. También tenía amigas trans, pero estaban aún en el clóset. Para las personas que están en el clóset, ser mujer es una pasión absoluta. Algunas pudieron transicionar, otras no. Algunas no quieren. Algunas no queremos. Yo tampoco quise, durante mucho tiempo. Porque estaba bien así. No era que lo detestaba. Era algo que me gustaba hacer en la intimidad y me sentía muy acompañada con estas conversaciones virtuales. Me daba una felicidad difícil de explicar, pero yo me sentía parte de algo.

Eso sí, lo que a Traniela le aburría de forma imperativa antes de transicionar era, mayormente, estar rodeado de varones pakis y tener que “ser parte” de esa grupalidad por compromiso: tener que escucharlos durante horas hablar de cosas triviales y poco interesantes y ser testigo de “esa puesta en escena de la masculinidad” colectiva. “Sentía mucha más satisfacción hablando con otras chicas como yo sobre lo que nos pasaba, la ropa, dónde comprarla. Mi identidad en ese momento era crossdresser: varones que se visten de mujeres”.

Para Traniela, la crossdresser es como la gente que les gustan las motos. Una compulsión exhaustiva por estar en cada detalle y saber absolutamente TODO de ese objeto supremo de deseo. Por eso, esos encuentros virtuales la apasionaban.

-¿Cuál es la diferencia entre ser crossdresser y una dragqueen?

-Que la drag tiene contacto con lo público donde expresa su femineidad a través de esa performance, la cross es íntimo. Eventualmente puede visibilizare, pero de forma puntual.

-¿De qué manera tu trabajo como pilota se vincula con la identidad cross? ¿Hay más libertad para esa experimentación cuando estás en lugares lejos de tus círculos sociales? ¿Qué sentías cuando aterrizabas?

-Sí, pensaba: “Ahora llego y tengo que sacar a Traniela”. La tengo que maquillar, comprarle algo… como si tuviese una muñeca en mi propio cuerpo. Entonces empezaba a trabajar en ella, producirla. Luego, a sacarle fotos. Y después, editarlas. Era un proceso súper lindo para mí, que ahora no lo hago más, porque vivo así. Pero en ese momento seguía siendo Daniel en lo público, aunque estaba en el exterior, iba como Daniel a comer con mis compañeros, siempre fui muy social… pero el tiempo era muy largo y yo tenía mis ratos. Era muy hábil para esconder mis cosas, cada vez con bolsitos más chiquitos. Hasta que pensé: “esto no es digno de la mujer que quiero ser”. Pero en otra parte de mi vida, el esconder era algo que me daba mucho placer y era muy relevante para mí. Yo pensaba en esa actividad mucho. Lo quise abandonar varias veces.

-¿Por qué?

-Porque me cansaba. Porque pensaba que no estaba bien, que me estaba escondiendo… Se acababa el juego y me molestaba. Me miraba en el espejo, como Daniel, y decía: “¿qué estoy haciendo? Soy un ridículo. Entonces tiraba la ropa. Pero a los tres días empezaba a pensar cómo recuperar eso que había tirado. Eso me pasó un montón y es una de las cosas que conversaba con las otras chicas que te había contado. A todas les pasaba más o menos igual. Hasta que una me dijo que no renegara de Traniela. Que la acepte. Que yo aceptara que soy una mujer transgénero.

-Mientras estamos haciendo esta nota mucha gente se te acercó a decirte que te admira, ¿qué creés que ve la gente en vos?

-Un espejo de sus propiaos temas no resueltos.

-¿Y qué crees que ve la gente en vos cuando te agreden en las redes? ¿Qué lectura hacés de la transfobia cada vez más institucionalizada?

-La transfobia tiene dos fuentes. O es una persona que realmente está en el closet y no lo puede resolver, o es un consumidor de diversidades, ya sea pornografía, prostitución o algo oculto. No lo puede decir, no lo acepta, le da bronca. Y ese, que tiene bronca de ese consumo oculto, que es un tapado, es el que más agrede. Porque el que está en el clóset y quiere salir quizás, en su soledad, te toma como referente. Pero el consumidor te quiere matar porque es algo que se quiere sacar de la cabeza, pero no puede porque le gusta.

-¿Te gustaría tener amigas trans en la presencialidad?

-¡Bueno, ahora sí empecé a conocer! Desde que me visibilicé, conocí a las chicas trans de la empresa. Somos 4. Y otras que se acercaron de otros sectores también, por las charlas que empezamos a dar en los gremios. Y a partir de ahí empezamos a hacernos amigas. Y también se acercó a mi otra chica, una pilota.

La chica a la que se refiere es Julieta Cima, una pilota privada más joven que ella pero transicionaron casi a la par. Ahora son amigas, se acompañan y hacen salidas juntas que comparten en sus redes.

-¿Qué sentiste el 23 de mayo del 2023 cuando hiciste tu primer vuelo con el pasaporte oficial de Traniela?

-Algo mágico. Sentí que estaba acomodándose ese cuerpo a esa identidad. Yo siempre sentí que tenía cuerpo de mujer, aunque muchos no puedan creerlo.

-¿Qué sería un cuerpo de mujer?

-¡Mi cuerpo! (Risas). Lo siento redondeado, lindo. A mí me gustan las chicas, entonces yo me veo y me gusto mucho.

-¿Sentiste alguna vez cierta presión por tener “cispassing”, es decir, “pasar por cis”?

-No. Me da mucho placer ser rebelde en ese aspecto, disruptiva. 

Seguí leyendo