Estamos en el umbral de un nuevo #8M y palabras como militancia, asamblea y multitud están en pugna con otras palabras, como fans y tiktokeros. Son palabras en las que se juega el ritmo de lo que es capaz de pulsar en las calles.

Si hay una bandera que se enarbola por estos días es la de la libertad mercantilizada y banal, la libertad-estatua, ruina pavorosa de lo que supo ser causa emancipatoria encarnada en tantas y tantas batallas a lo largo de la historia.

Y sin embargo... El #8M es el llamado visceral a la marea verde, esa marea que colmó avenidas, plazas, calles, que enlazó pañuelos verdes y fue ola en las mochilas, carteras, brazos, cuellos, muñecas.

¿Cómo es que de un tiempo a esta parte pasamos de gritar locamente la victoria por el aborto legal, seguro y gratuito, victoria de la vigilia y el sueño feminista, del orgullo por los logros igualitarios e igualantes, por el lenguaje inclusivo y la ESI y el DNI para todes y la ley Micaela, a este páramo desolador en el que el lenguaje perdió toda inclusividad porque lo único irrestricto es el hambre, y la libertad y la dignidad son lujos de clase? La única E que se sostiene contra el genérico masculino soberano es la que corona con su letra final y su prepotencia primera a esa palabra: clase (observamos, por ejemplo, a una señora Mondino violentando a una legisladora en nombre de esa palabra).

Si hablamos de lenguaje, hablemos de la naturalización del negacionismo. Del Nunca Más y Memoria, Verdad y Justicia como políticas de Estado pasamos al terror y la amenaza, la vulgaridad obscena de la burla frente a la desgracia, la celebración impune y sádica de la catástrofe.

Alguien me preguntaba hoy: "¿la gente está drogada? ¿Nadie va a reaccionar?". Hay quienes se evaden de la realidad con algún chupete o tiktofármaco, hay quienes eligen fingir demencia y amnesia, y hay quienes sufren extenuados el bombardeo de cada día con la "cabeza verborrágica", como la paciente de esta mañana me decía.

Lo que creíamos tierra firme se ha vuelto pantanoso. Irrespirable.

El lenguaje se nos fue infiltrando de escenas horrorosas con las que convivimos. Les pibes saben de apuestas y de oferta y demanda de pornografía en only fans. Un meme es lo máximo que te leen y de lo que se habla y escribe en el chat interminable de las madrugadas es de Gran Hermano.

El "consumo irónico" fue instalando la risa y la crueldad amalgamadas. Cualquier cosa puede pasar. Cualquier cosa puede ser dicha.

Vuelvo al principio de este pequeño texto.

Este #8M volvemos a las calles a recuperar la potencia de otra amalgama, esa que unía militancia y sensibilidad, o la que unía libertad y Derechos, porque entendemos que esos pares se arman de cosas indisociables y que cuando alguno de esos pares se quiebra la libertad se convierte en revancha suicida.

Salvemos las dos vidas, sí, salvemos todas, salvemos las multitudinarias vidas que son las nuestras, la y las vidas de todes nosotres, de cada une. La vida del lenguaje también, porque las invenciones humanas también pueden morirse, porque las palabras que poseen sentido no son las que se apegan a los diccionarios y las academias sino las que nos nombran y nos rescatan de la salud de los silencios que en nombre de moral y progreso nos tiñen de olvido, de sangre y de pena.