Por varios motivos, Todos somos extraños, la última película de Andrew Haigh, está destinada a convertirse en una de esas películas icónicas que forman parte ineludible de la cultura y el imaginario cinematográfico gay. Es decir, sin dudas, vendrá a ocupar el podio junto a Brokeback Mountain (“Secreto en la montaña”, Ang Lee, 2007) y Call Me by your name (“Llámame por tu nombre”, Luca Guadagnino, 2017) como las tres mejores películas gays de cada década del siglo XXI.

Si bien Todos somos extraños, en principio, explora asuntos que exceden la sexualidad o la identidad sexual, hay demasiados elementos que la hacen sensible a nuestra comunidad. Y no solamente porque está protagonizada por dos bombas: Andrew Scott (el cura hot de la serie Fleabag) y Paul Mescal (el inolvidable actor de Aftersun). Tampoco porque juntos compartan escenas de inmensa ternura y de alto voltaje erótico. Sino, porque, de manera profunda y conmovedora, la ficción explora dolores, vergüenzas, deseos y sentimientos caros al imaginario gay y a las existencias de los gays.

En acuerdo con la novela Strangers (1987) de Taichi Yamadam, en la que está basada, la trama se centra en Adam (actuación sobresaliente de Scott), un guionista de cine solitario en Londres que busca expiar a través del arte viejos fantasmas del pasado. Entonces, la película se adentra en los géneros fantástico y de terror lo que posibilita que los fantasmas de Adam se corporicen. Básicamente, cuando Adam emprenda su viaje al hogar de su infancia para buscar inspiración para la escritura, se encontrará con la presencia de su madre y su padre muertos (Claire Foy y Jamie Bell) cuando él tenía doce años y con la misma apariencia que hace treinta años, en aquel fatídico 1987 cuando desaparecieron de su vida tras un siniestro vial.

El encuentro surrealista con su familia perdida da lugar a que el protagonista explore viejos traumas y dolores de su infancia, haga la “salida del closet” que no pudo hacer en su momento y sobre todo, se atreva a develar esos secretos inconfesables, lo no dicho que forma parte de las dinámicas de las mejores familias.

La película se hace eco de aquella célebre frase de Leon Tolstoi -convertida en axioma- con que se abre "Ana Karenina": «Todas las familias felices se parecen unas a otras, pero cada familia infeliz lo es a su manera». En este caso, se trata de poner palabras y buscar respuestas a las injurias, los sufrimientos, la profunda soledad y las discriminaciones -sociales, escolares y también familiares- con las que pueden identificarse muchas infancias y adolescencias maricas. Es decir, Adam está tan solo como solo puede estarlo un niño gay en un pueblo. 

El viaje al pasado de Adam coincide con su encuentro con Harry (un efectivo y conmovedor Mescal en un rol similar al de “Aftersun”) en el presente. Harry es tan solitario, vulnerable, melancólico y triste como Adam. Es más: sus penas parecen tener naturalezas comunes. 

Son dos gays que crecieron y vivieron sus juventudes durante el siglo XX y que de pronto, se percatan, de que no tienen nada excepto que a sí mismos. Eso construirá entre ellos un vínculo complejo e indisoluble. Sin embargo, la historia de pasión, sexo, drogas, amor entre Adam y Harry estará mediatizada por la imaginación y la ficción de Adam. Por momentos, las escenas que se suceden ¿es lo que ocurre o lo que Adam siempre anheló para su vida? ¿son sus sueños o sus pesadillas que también son el material del que están hechos los sueños? ¿son el efecto de las drogas?

Poética, sutil, nostálgica, enternecedora y plena de belleza, Todos somos extraños es una comedia fantástica, por momentos, una película de terror, siempre un drama desgarrador que explora temas profundos -la complejidad de las relaciones familiares, la fragilidad y vulnerabilidad de los seres humanos, el rencor y el perdón, la catarsis a través del arte, el peso de los encuentros y las despedidas, la necesidad de tramitar los duelos imposibles y las pérdidas, la inevitable presencia de los muertos, los sueños rotos y las ilusiones perdidas, las vidas que perdemos viviendo y la muerte que acecha -, pero es también algo que parece subversivo para nuestra época: una historia de amor gay de esas que redimen.

Todos somos extraños (“All of Us Strangers”), película de Andrew Haigh con Andrew Scott y Paul Mescal está en cartelera de cine.