A las 11 de la mañana del viernes 15 de marzo llegó una notificación al teléfono de Nicolás Macchi. Era el abogado de COTRAMEL, la cooperativa que está al frente de la fábrica de envases de hojalata que antes pertenecía a Canale, en Llavallol. Quince minutos más tarde, como si fuera la tribuna antes de un clásico, los trabajadores se reunieron en asamblea. Había incertidumbre, miedo y ansiedad. Pero el desenlace fue, cuenta Nicolás, de alegría y llanto cuando les anunció: “Me acaban de avisar que salió la resolución de la Justicia y la fábrica ya es nuestra, ya está”.

“¿Ya está, se terminó?”, preguntaron algunos de los casi treinta trabajadores reunidos en la empresa, según relata Macchi. Como prrsidente de la Cooperativa de Trabajo Metalúrgico de Llavallol (COTRAMEL), hace más de una década que se metió en una lucha con raíces familiares. “Yo le había prometido a mi abuelo que mantendría la fábrica en pie, y acá está”, repasa entre lágrimas ante Buenos Aires/12.

La sentencia del Juzgado de Primera Instancia en lo Comercial de San Fernando del Valle de Catamarca resuelve en su primer punto: “Apruebo la propuesta de adquisición”. La cita remite a que la jueza Virginia Cano aceptó la oferta hecha por COTRAMEL: los salarios adeudados a los trabajadores más los intereses que deberían ser abonados producto de la quiebra dictada en 2018. 

Es decir, los integrantes de la cooperativa ceden aquéllo que deberían cobrar producto de la quiebra de la firma Alimentos de la Cordillera (ALCO) y se lo intercambian a la Justicia por la propiedad de las máquinas y galpones ubicados en las seis hectáreas del predio sobre Boulevard Santa Catalina, a pocas cuadras de la estación de trenes de Llavallol.

Caer, para bien

“No caigo”, repite Macchi. Recuerda que los conflictos comenzaron en 2013 y llevaron a los trabajadores de la ex Canale a cobrar en cuotas en 2014. Durante 2015 hubo atrasos en el pago de sueldos. En 2016 se repitió la incertidumbre del 2015. En julio de 2018 dejaron de cobrar, y el 30 de octubre de aquel año les llegó el telegrama de despido. “¿Qué hacemos?”, repetían los trabajadores que, en algunos casos, ya tenían más de cincuenta años.

Entonces, empezó la batalla. Se organizaron y esa misma tarde decidieron conformar una cooperativa. Hubo más de un año de espera para volver a entrar y operar las máquinas de la fábrica. Más de un año en el que vivieron a base de changas, una bolsa de trabajo solidaria, venta de choripanes, el sostén familiar, pedir en las aulas de Universidad de Lomas de Zamora, o también “algún paquete de pañales a un vecino”.

Fueron cuatro meses de acampe donde Azul, la hija de Macchi que tenía apenas tres años, aprendió a tocar el bombo entre el dolor de su padre por ver que no llegaba a fin de mes. 

“Tenía que pedir”, relata, mientras recuerda a su nena con vestidos en medio de la lucha.

Pasados esos meses de lucha y llegaron los años donde la Justicia habilitó a Macchi y los cooperativistas a administrar la empresa hasta la sentencia definitiva. Siempre bajo la incertidumbre de tener que reportar mes a mes al juzgado la actividad de la fábrica. Convivir con la incertidumbre de cuál sería el desenlace, lo que también generaba ruido en proveedores y clientes. “Confiaban en nosotros, pero ahora ya hay seguridad jurídica”, remarca Macchi.

Este viernes, pero ya con ocho años, Azul recibió otra noticia: “Papi ganó, ganamos los trabajadores de Canale, ganamos entre todos”.

Pero no todo es alegría. “Ahora entregamos el último pedido que tenemos y hay un parate hasta abril”, describe Macchi. Habla de la caída en el consumo, de que los propios empleados de la fábrica tienen dificultades para llegar a fin de mes más allá de que cobran salarios por encima del salario básico acordado por la Unión Obrera Metalúrgica.

A pesar de la inestabilidad económica que, asegura, se potenció con la llegada de Javier Milei a la Presidencia,  Macchi afirma que buscarán duplicar su producción, que están en pleno cierre de acuerdos con nuevos clientes, y que acaban de sumar dos nuevos mecánicos al equipo.

Llorar

El llanto es protagonista de la charla con Buenos Aires/12. “¿Me vas a hacer llorar otra vez?”, pregunta entre risas antes de arrancar. En mayo del 2023, este medio conversó con Macchi, que contó su historia. En aquellos días, se preparaba para la visita del ex presidente Alberto Fernández de cara a la celebración por los 25 años del Movimiento Nacional de Empresas Recuperadas.

Hoy sus lágrimas, dice, le permiten “liberarse de una mochila muy pesada”. “No podía ser de otra manera, nos portamos bien con todos, incluso con los que nos cagaron”, señala.

Sostiene que siente la tranquilidad de un triunfo, de que “se hicieron las cosas bien” y de que “no nos saca nadie”. “Es la concreción de un sueño que parecía imposible desde el día uno”, dice. “Ahora sabemos que lo que invertimos y pusimos en maquinaria no se lo queda otro”, apunta.

Retoma el recuerdo de su abuelo. El “Nono”, hoy fallecido, trabajó en la fábrica y, afirma, llegó a ver al “viejo Canale”. También en la fábrica, el Nono conoció a quien sería su pareja y futura abuela de Macchi. Y en la fábrica, además, su padre pasó 44 años.

“Me lo crucé, él estaba dentro del auto y no lo pude abrazar bien, nunca lo vi así a mi viejo, con los ojos estallados”, narra entre lágrimas que no frenan. “Me dijo: 'Te felicito flaco, tuviste doble ayuda de arriba'.” “Se lo dedico a mi abuelo, porque le había prometido que la iba a salvar la fábrica”, repite.

Trata de no llorar más. Macchi muestra ahora un gesto adusto, de contención, y hace fuerza con los labios para evitar el quiebre al hablar de su familia. Una familia que, asegura, hoy también son los trabajadores de la planta. “Por eso hacemos asambleas mensuales y les explicamos que hoy estamos nosotros al frente, pero que mañana no se dejen pisar la cabeza, no se dejen avasallar, que sepan que recuperaron derechos”, subraya.

El freno

La denominación de “dueño”, afirma Macchi, no le cambia la perspectiva sobre cómo actuar en el día a día. Ya viene de cinco años donde tomó el rol de encabezar a los 43 trabajadores de la cooperativa. Junto al tesorero, Mariano, a quien fue el primero que llamó para contarle la novedad que llegó desde Catamarca, se ocupan de llevar las riendas de COTRAMEL.

“No nos sobra nada”, asegura. “No podemos bancar un parate de dos o tres meses.” Lo dice como preámbulo antes de analizar la coyuntura económica actual. Producto de la incertidumbre económica, hoy la empresa vivirá por primera vez un freno en su producción durante fines de marzo y principios de abril.

En el marco de la planificación semestral que hicieron, en febrero ya supieron que no entraban más pedidos de envases de hojalata. “Lo vimos con 60 días de anticipación porque es el tiempo que tenemos que considerar para hacer los pedidos de hojalata”, explica.

Hoy están funcionando al 10 por ciento de la capacidad de la empresa. “Pero estamos tranquilos, vamos a salir adelante como lo hicimos con el macrismo”, afirma Macchi. Celebra que en enero pudieron pagar sueldos por encima de la paritaria de la Unión Obrera Metalúrgica.

Cuenta que diciembre fue “un quilombo”, tras la devaluación del 118 por ciento de un día para el otro. “Nos aumentaron la hojalata un 27 por ciento, ¿se entiende?”. “Hay que comprender que vivís en un circuito donde, con esta inflación, los clientes te pagan a treinta días pero vos le tenés que pagar al proveedor en el momento para que te entregue.”

“Hay incertidumbre en el mercado porque es tremenda la caída del consumo”, dice. Lo compara con lo que viven sus compañeros que cuando cobran la semana “no llegan al miércoles”. “Y hay padres con cuatro hijos.”

No pasa por alto que en asambleas previas a las elecciones del 2023, dos trabajadores le avisaron que votarían a Milei. “Uno que me enfrentó vino en estos días y me dijo: 'sos un hijo de puta, porque muchas cosas que dijiste tenías razón'.”a

Se solidariza con la situación que están viviendo los empleados de Télam, la agencia de noticias estatal que el Gobierno quiere cerrar. Macchi dice sentir “el mismo fantasma” que en sus días de acampe frente a la ex Canale. “Me agarró una cosa”, dice mientras se refriega el pecho con la mano y  cierra los ojos. “Están viviendo lo que vivimos nosotros, y ves las familias llorando.” Avisa que visitarán y acompañarán la lucha de los trabajadores.

El camino

La desventura de la firma data de mediados de la década del ’90. Cuenta Macchi que en aquellos años Canale fue vendida a Sociedades Macri (Socma), que en poco tiempo se desprende de la empresa a manos de Kraft Alimentos. Ahí se produce una división: harinados por un lado, enlatados por otro. Empieza así el vaciamiento de un área y la venta de la otra a ALCO.

Explica que por errores estratégicos no creció, y que luego del impulso exportador del kirchnerimo empezó la caída. En 2013, Macchi pasó a ser representante de sus compañeros. En 2014, los atrasos en el pago de sueldos generaron deudas en créditos, incluso hipotecarios. El clima empeoró año a año, porque cuando llegaba abril y finalizaba la temporada fuerte de recolección y envasado de alimentos, empezaban los conflictos salariales.

Macchi siempre habla del caos que significó la batahola de divorcios, trastornos psiquiátricos, llantos en los rincones y desalojos. “Fue un proceso que buscaba terminar de doblarnos y ofrecernos retiro voluntario con 50 por ciento de indemnización.”

Ya como delegado, en 2018 viajó a Catamarca para acceder a la causa del concurso preventivo que recaía sobre la firma. Catamarca era la ciudad donde estaba establecida ALCO, la última propietaria de la división de hojalata de la ex Canale.

Allí se encontró con Cecilia, la secretaria del Juzgado, una persona que les facilitó “muchísimo” la conexión y las tareas judiciales. “En diciembre estuvimos allá y nos fuimos con la preocupación de que con el cambio de gobierno no prosperara la oferta y que todo se caiga”, dice. “Por suerte no pasó y estamos acá”, celebra.

Un futuro con agradecimientos

Más allá de la coyuntura económica actual, Macchi sostiene que el objetivo para este año es duplicar las casi cien toneladas mensuales que producen. “Nadie me quita la fe”, dice.

Cuenta que siente “orgullo” por representar a los trabajadores de COTRAMEL. Recuerda los gritos en la asamblea del viernes por la mañana en la fábrica. Habla de los abrazos, los saltos y las lágrimas.

Dice que en ese mismo momento los instó a seguir construyendo un vínculo con el barrio que los apoyó “en su peor momento”. Por eso, entre otras acciones, donaron guardapolvos a escuelas, están desarrollando una mutual, y participan de todas las actividades que organizan los vecinos. “La vida da y pide, tenemos una responsabilidad con el barrio”, apunta.

Por eso, remarca, no quiere dejar de agradecer. “A los vecinos por estar siempre”, dice. También a Cecilia, la secretaria del juzgado en la lejana Catamarca que “siempre empatizó,  entendió, tuvo una sensibilidad con nosotros y nos repetía: 'la morenita los va a ayudar'”. Hablaba de la Virgen del Valle.

 

Durante el sábado en que transcurrió la entrevista no había nadie en la fábrica porque los horarios son de lunes a viernes. Sólo silencio. “Como cuando arrancamos con todo esto”, dice con una sonrisa Macchi mientras sube la escalera hacia las oficinas donde, desde el 15 de marzo, trabajan los dueños de la ex Canale.