Ya desde antes de ir a ver la película me llamó la atención su título: Anatomía de una caída (2023). Su Directora Justine Triet, fue también coautora del guion junto a su pareja Arthur Harari. Precisamente, en la entrega de premios Oscar ganó el premio al mejor guión original. Leo anatomía como la intención de darle cuerpo a la caída, analizar desde todas las perspectivas esa caída, hacerla consistir analizándola como se estudia un cuerpo.

La anatomía se define como estudio de la estructura de los seres vivos, y se habla de una anatomía gruesa y una anatomía microscópica. En el filme hay un estudio grueso y también microscópico de la causa de la caída, atribuida a la mujer por el fiscal, es decir la acusa de homicidio. Se podría haber dicho “análisis de una caída” o “estructura de una caída”, pero se prefirió anatomía, que es un término griego “anatome” que significa corte o disección.

En el drama judicial que sigue a la acusación de asesinato a la mujer por la muerte de su marido, se hace un desmenuzamiento, una disección del fantasma de cada uno de los intervinientes, la esposa, el hijo y el propio caído, es decir muerto. Cuando digo fantasma me refiero al drama subjetivo de cada uno ellos, incluso de la relación entre ellos y con terceros. 

Entran en juego desde los celos, la desvalorización, la caída narcisista, las peleas conyugales, la culpa, la agresividad, todos fenómenos imaginarios donde la subjetividad de cada uno es investigada para ver qué resultado arroja, para ver hacia donde inclinar la balanza. 

La justicia está tras la búsqueda de la verdad, exige, podríamos decir, una verdad tan completa, tan verdadera que hasta pareciera que se quisiese reproducir exactamente, es decir realmente, los hechos tal como acontecieron. Lo cual es imposible, esto lo muestra el filme cabalmente, la verdad en tanto real es imposible, tan sólo es posible una aproximación diría lógica, porque la elucubración final del niño, hijo de esos padres, no es más que una aseveración deductiva, es decir lógica de lo acontecido, a la cual se le da el valor de verdad necesario para declarar la inocencia de la mujer.

Pero también está el personaje, por así decir, que es el perro, Snoop, casi lazarillo del niño, guía del mismo, sus ojos. Participa como perro de los eventos, incluso como factor de la dilucidación final dada por el hijo, un niño de 11 años. El padre mismo le dice al niño que el cariño tan intenso que le tiene a Snoop debe medirlo pues hay que tener en cuenta que le puede faltar y que eso podría ser un gran sufrimiento para él. El niño interpreta correctamente que el padre se está consciente o inconscientemente comparando con Snoop y que le anticipa a través del perro su propia muerte. Esto termina de absolver a la acusada, es decir a la madre de este niño. Ese perro casi sustituye al padre, sobre todo en ese relato final que da el hijo. Ojos del niño, ese perro, que le da la vista que perdió en la infancia, pero que no le impide “ver” de otra manera, y escuchar también interpretando lo que le dice el padre.

La música puesta para aturdir y aturdirse, para molestar al Otro, para ensordecerse y enceguecerse. La ceguera está en juego en la película y más que la sordera el ensordecerse, no escuchar la propia locura, quizás sus propias voces. Y aturdido caer.

El padre caído. Se trata de un hombre ya caído, antes de caer. Alguien bajo el signo del fracaso. Simbólicamente caído en esa familia. Tanto como padre y también como hombre.

Unas palabras más haciendo referencia al escrito de Freud “El poeta y la fantasía”. La fantasía es una forma del juego infantil. Justine y Arthur realizan un excelente guión, premiado, que pone en juego quizás una fantasía, y digo bien “pone en juego” una fantasía que se resuelve lógicamente. Muchas más cosas podrían decirse de esta muy interesante película, me limito tan sólo a lo antedicho como una lectura posible.

 

*Psicoanalista. Coordinación de Psicología en Rosario12.