La conocí por el '95. Habíamos sido invitados a conformar una asociación civil para el trabajo con niños en situación de calle conectada con el movimiento “Los Chicos del Pueblo”. Compartimos reuniones y actividades, aunque la iniciativa se truncó. Enseguida armamos ciertas complicidades, que se mantuvieron hasta diciembre, aunque nos viéramos solo cada tanto.

Hablo de Ledda Barreiro, la Abuela de Plaza de Mayo que sostuvo una incansable búsqueda colectiva de los nietos detenidos-desaparecidos en Mar del Plata, hasta que le tocó partir a sus ochenta y ocho años. Y a quien extrañaremos mucho no ver encabezando la inmensa columna que marchará por el centro de la ciudad este 24 de marzo.

La última vez que hablamos fue hace unos cuatro años, al terminar la marcha del silencio frente a la casa del ex comisario Miguel Angel Wolk, “el nazi”, como lo llamaban sus camaradas. El represor reside muy tranquilo en su detención domiciliaria de Punta Mogotes, callando el destino de los bebés que fueron apropiados en el Pozo de Banfield. A ese centro clandestino de detención y tortura, donde era uno de los lugartenientes del nefasto Echecolatz, fue llevada Silvia Muñoz, la hija de Ledda que tenía apenas veinte años, con dos o tres meses de embarazo.

Fabián, el hijo menor de Ledda, tenía doce años cuando su hermana desapareció. “El 21 de diciembre de 1976 nos encontramos mis viejos y yo con ella en una pequeña plaza de La Plata y hablamos solo cinco minutos. Se despidió agarrándome las orejas, como era su costumbre y me dio una orden que me ha costado décadas obedecer: sé feliz. Dos o tres días después supimos por su pareja, que cayó poco después, que había sido detenida y que nos pensaba sorprender en la Nochebuena contándonos que estaba embarazada”, completa.

“Mi vieja se empezó a juntar con muchos otros en la Iglesia Don Orione de Mar del Plata, en plena dictadura. La primera data sobre el destino de mi hermana la aportó Adriana Calvo de Laborde, sobreviviente que declaró en el Juicio a las Juntas Militares. Ella fue muy valiente porque en 1979 visitó a las familias de todas las personas con quienes había estado chupada. Eso no era nada fácil porque todos estábamos vigilados, principalmente ella. Y nos confirmó que el embarazo había avanzado. Años después, otra sobreviviente nos contó que la vio hasta su sexto mes y que Silvia recibía especialmente cada tanto una copa de leche que le daban los represores. Macabramente era como si quisieran alimentar al bebé y no a ella, ¿no? Se ve que ya tenía destino asignado. No supimos más y nunca tuvimos un dato certero de mi sobrino, si nació o si fue varón o nena. Mi vieja siempre creyó que era varón, que está vivo, y que se iba a reencontrar con su nieto. Cuando tomó nota de que estaba en sus últimos días de vida y que ya no lo conocería, tampoco se resignó con la búsqueda”.

Le pregunto sobre el inicio de Abuelas en Mar del Plata: “Acá estaba la abuela Negrita Segarra que era una locomotora, iba y venía a Buenos Aires, incluso viajaba al exterior para difundir los reclamos. Mi vieja venía de militar en el Partido Peronista Auténtico y brindó su testimonio en los juicios de la verdad, allá por 2001. Y recién a partir de eso se fue involucrando cada día más con Abuelas. Y cuando Negrita tuvo que apartarse por razones de salud poco tiempo después, ella asumió la responsabilidad de ser la cara visible del organismo. Nunca le gustó salir en las fotos, siempre trataba de esquivar los reconocimientos que se daban al final de una actividad. Es que a nadie de mi familia le gusta figurar, pero finalmente lo tomó como una tarea militante”.

“Que Wolk estuviera en Mar del Plata era insoportable para ella porque estaba segura que él sabía quiénes se habían apropiado de su nieto. Y aunque el pacto de silencio de los milicos le generaba impotencia y frustración, al mismo tiempo eso le daba más impulso. En los últimos tiempos estaba muy limitada físicamente. Su última gestión fue un mes antes de su partida, cuando se reunió con una importante autoridad eclesiástica para el acceso a cierta información”.

Ledda siempre hablaba con voz baja, como susurrando. Y aunque se dirigiera a cientos de personas, se sentía como si le estuviera hablando solo a uno. Quizás por eso te tocaba el corazón. Usaba unas metáforas maravillosas, dignas de una gran escritora. “Aunque terminó la escuela primaria y como abanderada a los 40 años, mi madre se hizo socia de la biblioteca desde muy chica y fue siempre una lectora empedernida, era dueña de una gran curiosidad y de una cultura general que le facilitaba opinar con conocimiento de causa”, agrega Fabián.

Recuerdo muy bien que en las reuniones Ledda podía ser dura, hasta cortante. Pero al mismo tiempo era entrañable. Poseía un gran sentido del humor, que a veces podía catalogarse como negro, pero sin nunca llegar a ser desubicada. Supongo que lo necesitaría para atravesar cotidianamente tanto horror, tantas preguntas que le haría en silencio a la muerte y a sus esbirros, y también poder seguir viviendo, para seguir buscando. Porque de eso se sigue tratando el asunto.

“Ella siempre trató de que se comprendiera la magnitud de la búsqueda, entendía muy bien lo que significaba buscar. Eso la llevó a dialogar con personas que tenían otras ideas y ser muy respetuosa de las instituciones. Como cuando se reunió con el entonces intendente Arroyo, durante más de tres horas en su despacho. Y eso que ella tenía muy en claro que él había sido Jefe de Tránsito en la dictadura durante los tres meses que ella estuvo chupada, junto con mi padre, en el centro clandestino llamado La Cueva de la Base Aérea de Mar del Plata. Porque mi madre comprendió que aunque era muy importante el trabajo en la oficina de Abuelas, la búsqueda estaba en la calle. Ella se dedicaba más a lo local y profundizó la incorporación de las nuevas generaciones, porque se trataba de formar multiplicadores. Convocó a los artistas e impulsó Teatro y Música por la Identidad, y otras iniciativas que aún se siguen sosteniendo. Ahora estamos largando Literatura por la Identidad. Eso hizo más permeable nuestra lucha”.

Le pregunto sobre la actualidad de Abuelas: “Hay ciento treinta y tres nietos y nietas recuperadas de un total de ciento treinta y siete casos resueltos, y nos quedan trescientos por resolver. Siempre seguiremos, nunca vamos a detenernos. Por eso, todos aquellos que tengan dudas sobre su identidad y nacieron entre 1975 y 1983, que se comuniquen con www.abuelas.org.ar, los estaremos esperando”.

Cuando Fabián salió de mi casa, vio las macetas con flores y dijo: “Uy, mi mamá era fanática de los geranios”. Me queda claro que de ahora en adelante tendré que cuidarlos más que antes.