"El problema con realizar festivales a metros de la reserva ecológica es que altera y perjudica a la fauna, además de poner en riesgo los equipos de investigación de la universidad", advirtieron a Página/12 desde la comunidad educativa de Ciudad Universitaria, que rechaza la realización de festivales musicales en el campo de deportes de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Sólo en las últimas semanas se realizaron dos festivales diferentes, y los y las estudiantes reclaman que no se alquile más el predio para ese fin. Alertan sobre un proceso de "comercialización" de los terrenos, en consonancia con el intento del Gobierno porteño de construir bares dentro de la reserva ecológica. 

Primero fue el Festival Buena Vibra del 24 de febrero, realizado en un predio junto a los edificios de la universidad y frente al ingreso principal de la reserva ecológica. La música sonó desde las 16 horas hasta entrada la madrugada. Una semana después, también en el campo de deportes de la UBA, pero ahora en un terreno todavía más grande, llegó el turno del Sunsetstrip del DJ Hernán Cattaneo, festival de música electrónica que ya se había realizado el año pasado con el mismo rechazo de la comunidad educativa. Esta vez, el festival duró dos noches.

"Era sabido"

"Sabíamos desde principios de este año que en febrero se iba a hacer un festival de música Indie y que días más tarde se iba a realizar el festival de música electrónica. Lo rechazamos pero se hizo igual", dice a Página/12 Jorgelina Bueno, estudiante de Ciencias Biológicas de la UBA e integrante de la Asamblea en Defensa de la Reserva, el colectivo que se conformó a principios del año pasado para rechazar la construcción de los locales gastronómicos en el área protegida. La Asamblea realizó diversas protestas para buscar evitar los festivales, pero no lo consiguió. 

La estudiante explica que el principal punto de afectación para la reserva tiene que ver con la fauna que habita allí. "Altera y perjudica a la fauna porque cambia sus ciclos de sueño y de reproducción. Los sonidos y las vibraciones son tan altas que desorientan a los animales porque hay muchos que son extremadamente sensibles a las vibraciones y se orientan con ellas", precisa. Un ejemplo es el caso de las yararás que habitan en la reserva. En marzo del año pasado varios ejemplares terminaron acercándose a los edificios de las facultades desorientados por los ruidos y vibraciones de las obras que se estaban realizando en su hábitat natural. 

El centro de estudiantes se expresa

En un comunicado, el Centro de Estudiantes de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales (FCEN) advirtió que la realización de los festivales "impacta inevitablemente en la flora y fauna de la reserva, ya que resulta imposible aminorar el impacto sonoro y lumínico, lo que causa estrés y cambios en el comportamiento de la biodiversidad de la reserva". También subrayaron que en la sede de la facultad "existen bioterios y equipos animales de laboratorio que tendrán impactos similares, además de afectar las investigaciones que se realizan en esta casa de estudios".

El otro punto importante de los reclamos es el del equipamiento valioso de la facultad: la FCEN tiene artefactos muy sensibles a los movimientos producidos por los recitales. "La facultad está a nada más que metros de donde se lleva adelante el festival, y las vibraciones son tan fuertes que mueven los equipos de investigación y se descalibran. Son equipos muy caros y difíciles de volver a calibrar", explica Bueno, quien asegura que se han registrado casos de artefactos que se cayeron y se rompieron

Para los estudiantes el alquiler de los predios del campo deportivo para recitales forma parte de un proceso de "comercialización" de los terrenos que comenzó el año pasado con el intento de construcción de bares dentro del área protegida, algo que se replicó en la reserva de Costanera Sur. Las obras en Costanera Norte están frenadas por la Justicia porteña, que falló en primera instancia a favor de una acción de amparo presentada por el centro de estudiantes y dictó una medida cautelar. 

Fue la jueza Andrea Danas, titular del juzgado en lo Contencioso, Administrativo y Tributario N°9 de la Ciudad, la que decidió esa suspensión al señalar que no se habían presentado los estudios de impacto ambiental necesarios para realizar las obras. Según advierten los estudiantes, el acceso a la reserva está cerrado desde principios de este año. "Se mantiene cerrada la reserva hasta que 'se resuelva el tema legal de los bares', según dicen los que trabajan ahí", advirtió Bueno.