--Ya lo atiendo Jefe, ya lo atiendo. No se ponga impaciente porque no doy abasto con el barsucho a pleno como lo tengo --me dice Osvaldo mientras pasa el trapo rejilla húmedo por las mesas.

--Sí, ya veo Osvaldo, pero no llore. Con esta lluvia somos pocos los que nos animamos a salir y usted tiene el bar a full. Me parece bárbaro que aproveche a limpiar las mesas porque les hacía falta una trapeada.

--Mire jefe, no me cargue. Porque este será un barsucho de morondanga, como usted siempre dice, pero está más limpio que cualquiera de esos con los que me traiciona cuando se quiere hacer el tilinguito de Barrio Norte. Pero le aclaro que por más que se siente en Nucha o en Amayta, la pinta de haber nacido en Almagro se le nota desde lejos. A este mozo no lo engaña. Ya que le gusta tanto el rock, no se olvide de aquel tema de Manal que decía: “No debes cambiar tu origen/ ni mentir sobre tu identidad/ es muy triste negar de donde vienes...” No pibe se llama la canción, por si no lo sabía.

--Cómo no la voy a saber, Osvaldo. Empieza así: "No hay que tener un auto/ni relojes de medio millón/ cuatro empleos bien pagados..."

--Grande jefe, grande. Javier Martínez se llama el vocalista, que además tocaba la batería y usaba anteojos culo de botella. Yo en esa época no había recital que me perdiera. Recital es una palabra que ya no se usa, pero en cambio nacieron otras. Habrá que ver si se imponen a través de los años. Ahora cuando una pareja se lleva como el culo, pero no se pueden separar, dicen que es un amor “tóxico”. Mi hijo y mi nuera la usan a cada rato, pero a mí no me va. Lo único que falta es que cuando nos peleamos con Olga, mi señora, digan que el nuestro es “un amor tóxico”. Y del tema de Manal, podríamos decir que nos interpela. Esa es otra de las palabras de moda. Si no interpelamos a alguien, no existimos.

--Así es Osvaldo, y en estos tiempos hay que tener cuatro empleos bien pagados pero para llegar a fin de mes, y no para tener un auto o relojes caros. ¡Pobre Peluca, que no lo dejaron aumentarse el sueldo! Además ahora la Vice lo bautizó “Jamoncito”. Esa relación también se podría llamar tóxica.

--Hablando de jamoncito, le actualizo nuestros precios para que vea si con la plata que tiene le alcanza. La promo del café con leche con 2 medialunas pasó a costar 2400 pesos; el café chico o en jarrito vale lo mismo: 1600 pesitos. Usted siempre pide en pocillo chico, ya lo sé, pero igual se lo aclaro porque ahora es capaz de cambiar al jarrito y llevarse lo que le sobre a su casa. Los menús fijos ni se los digo porque ya sé que no almuerza nunca. Lo que no sé es si lo hace para mantenerse en peso o para mantener los pesos, que son cosas diferentes. Y sepa que este barsucho de Osvaldo entró en la onda que inventó el Toto Caputo. Esa de que la inflación se combate con el 2x1. Si quiere un sándwich de jamoncito y queso se lo cobro 3200 pesos, pero, si lleva dos, el segundo va a la mitad de precio. Tenemos el menú fijo: entrada, plato principal y bebida, por siete mil pesitos. Pero si prefiere el Menú Super Toto le damos dos entradas, un plato principal y medio, dos bebidas y un café en jarrito por diez mil pesos moneda nacional. Nada de dólares, porque ésta será una economía bimonetaria, como dice la Jefa, pero para este camarero lo único verde que existe es la lechuga. Ya pusimos el cartel: “No se aceptan dólares”, así queda claro que éste es un barsucho nacional y popular, como dice el Beto, mi hijo. Total, peso que agarro lo gasto, para ahorrar no me alcanza. No me tengo que cuidar de las devaluaciones: la que entra sale rápido. Siempre al día el Osvaldito. Mi señora, que cose para afuera, agarra lo que venga. Pero ella tiene clientas copetudas que se manejan en dólares. Son las que van a a los mismos bares tilingos con los que usted me traiciona. Eso sí, a mi Olga no la engañan. Si le quieren pagar en verdes que sean de cara grande y con la franjita azul. Más que de costurera la patrona parece que fuera cambista. Yo la jodo con que también haga las promociones del Toto: un ruedo cinco mil pesos o cinco dólares; dos ruedos ocho mil pesos u ocho dólares. Siempre de caras grandes. Si son de cara chica once dólares. Antes había que ir a cambiar a los arbolitos de Florida, pero ahora en Boedo entra a cualquier galería y en todos los locales se pelean por cambiarle. Hacen mayor diferencia con los billetes verdes que vendiendo ropa de bebé, fundas de celulares o arreglando relojes. Llega Olga y la llaman desde todos los negocios. Y ahí también agarran cualquiera: cara chica, cara grande, con franjita, sin franjita, con arrugas, sin arrugas. Luciana, mi nuera, dice que las galerías de Boedo son un homenaje a ese poeta español que escribió “Verde que te quiero verde”.

--Sí, Osvaldo, lo conozco a ese poeta. Se llama Federico García Lorca y lo fusilaron durante la Guerra Civil española por republicano: Verde que te quiero verde/ Verde viento. Verdes ramas/ El barco sobre la mar/ Y el caballo en la montaña...

--Pare, pare, Don Hugo. No necesito que me la recite toda. A usted, Don sabiondo, nunca lo agarro en una. La vez pasada cantó conmigo la Marcha de la Bronca, hoy me completó la letra de No pibe y ahora me explica quien fue Lorca. Pare un poco jefe. Por lo menos la poesía no la canta, porque para desafinado a usted no hay con que darle.

--Ok Osvaldo, ahora pare usted. No me ofenda. ¡Sea un poco más empático por favor!

--Ve Jefe, dijo empático. Esa es otra palabra que está de moda. Empático. La escucho a cada rato. Hace algún tiempo me hubiera dicho que no fuera antipático. Uno era simpático o antipático. Ahora es empático o no empático.

--No es exactamente lo mismo Osvaldo, pero tiene razón.

 

--¡Ah no, ahora me da lecciones de castellano! Al final tanto que discutimos van a terminar diciendo que nuestra relación es tóxica y que no tenemos ninguna empatía. Así que le traigo su cortadito de siempre y vaya a interpelar al Toto Caputo, que con el verso de las promociones nos sigue rompiendo la cara. Cara chica o cara grande le da lo mismo, él se la rompe igual. Verde que te quiero verde debe ser su poema favorito. Pobre Lorca, jefe, pobre Lorca, debe andar a los saltos en su tumba.