Los déspotas todavía no pueden controlar que los demás los consideren ridículos. El régimen (Max), la miniserie escrita por Will Tracy (Succession), dirigida por la leyenda del cine Stephen Frears y Jessica Hobbs y protagonizada por Kate Winslet, es una sátira política sobre las tácticas, muchas veces erráticas y casi siempre orwellianas, que reinventan cada vez que llegan al poder los populistas autoritarios. Si bien el tono de farsa domina la historia, esta asume visos siniestros que arrojan luces y sombras sobre el contexto actual, incluso en la Argentina.

La canciller Elena Vernham (que encarna Winslet con una perfección casi robótica) es la máxima autoridad de una autocracia situada en algún país de Europa Central que se ubica entre Alemania y Rusia, cerca Hungría y Rumania. La mayor parte de la acción de los seis episodios de la primera temporada se desarrolla en un regio palacio invadido por el moho que afecta, más imaginaria que realmente, la salud de la líder. Tanto para humillarlo como para pedirle consejo, Elena conserva el cadáver de su propio padre, al que le celebra una fiesta de cumpleaños póstuma, rodeada de funcionarios y “personas del pueblo”. La canciller se jacta de haber vencido en “elecciones limpias” (con comillas, como casi todo lo que sale de la boca de Elena) a un intelectual de izquierda que interpreta Hugh Grant y que se halla encarcelado en los sótanos del palacio, tratando de organizar una sublevación popular.

Por su aspecto atildado y reluciente, Elena parece una mezcla de Eva Perón, Imelda Marcos y Giorgia Meloni; sabe ser tan desenvuelta y tierna como desconfiada y tiránica con su séquito de ministros, su esposo francés (Guillaume Galliene) y su abnegada asistenta Agnes (una increíble Andrea Riseborough) que ha llevado en el vientre al hijo de la tirana. En un arranque de ira, cuando una huelga amenaza con hacer trastabillar el gobierno, Elena llega a decirle al niño que su aliento huele a materia fecal.

Para enfrentar las protestas, que no tardan en llegar debido a la pérdida de empleo, la escasez de alimentos y la caza de brujas, toma a su servicio al cabo Herbert Zubak (Matthias Schoenaerts) al que apodan el “Carnicero” por haber comandado una sangrienta represión. La alianza entre ambos se vuelve esotérica, erótica y violenta, mientras el cabo ordena purgas de funcionarios e impone a Elena extraños “regímenes” que incluyen la ingesta de tierra y baños de vapor de papa.

Siguiendo el consejo de Zubak, la líder intenta darle un giro de 180° a su gobierno de derechas. Después de “psicopatear” a una senadora estadounidense (“¿No tenían a nadie más insignificante para enviar a nuestro país?”, se pregunta con furia), rompe relaciones con Estados Unidos, se acerca a China y amaga con impulsar una reforma agraria. Cuando su marido le indica que esta última medida podría disminuir los ingresos que sostienen la calidad de vida palaciega, inicia (gracias a la sugerencia de ultratumba de su padre) una invasión militar.

En El régimen, la política se define por la arbitrariedad esperpéntica, las conveniencias personales (la canciller, su marido y los ministros tienen fortunas en paraísos fiscales, producto de la corrupción) y una histriónica inmisericordia. Tras una visita de Elena a los huelguistas de la zona occidental, en la que parecía haber dado el brazo a torcer ante los reclamos, el gabinete fragua un intento de sabotaje; con cinismo candoroso, ella misma se asombra cuando ve en el noticiero las imágenes de trabajadores arrestados por la fake news del régimen.

El régimen
Max
Dirigida por Stephen Frears y Jessica Hobbs
Con Kate Winslet, Matthias Schoenaerts, Hugh Grant, Andrea Riseborough y Guillaume Galliene, entre otrxs.