En los últimos días han proliferado las malas noticias para el deporte. Al despido de más de 50 trabajadores del Centro Nacional de Alto Rendimiento (Cenard), se suma el retraso en los pagos de las exiguas becas de deportistas y técnicos.

A eso se le suma el deterioro cada vez más verificable de las instalaciones de nuestro más importante centro de entrenamiento, lo que puede anticipar su cierre y acelerar las intenciones de venta para un emprendimiento inmobiliario privado. Todo a costa del deporte.

Algunos medios han señalado la situación, pero lo que más me llamó la atención es que apenas una veintena de personas, representativas del deporte, se congregó en la puerta del Cenard para protestar. Hubo más policías que deportistas y técnicos.

Esto a pesar de que han pasado varias generaciones y muchos miles de deportistas por esas instalaciones deportivas, los que también fueron atendidos por los médicos y diversos especialistas, y que han vivido en su hotel y se alimentaron en su comedor. Desmovilización de la sociedad le dicen a esto.

Muchos periodistas nos dicen del peligro que esto significa para nuestra participación en los muy cercanos Juegos Olímpicos de París 2024, que arrastrarán la incertidumbre de este momento aciago, con el pobre accionar de las autoridades deportivas en los últimos ocho años.

Al silencio de muchos deportistas, se suman los silencios institucionales del Comité Olímpico Argentino (COA) y las federaciones deportivas, quienes seguramente piensan, y a veces dicen, que no hay que mezclar política y deporte.

Me parece que es hora de prescindir de aquellas ya rancias ideas iniciales de Pierre de Coubertin. Si fuera por ellas quizás no habría ni mujeres compitiendo, ni países pobres en los Juegos Olímpicos.

Lo que sucede hoy aquí es que la política puede aniquilar al deporte. ¿Acaso no lo ven?

* Ex Director Nacional de Deportes.