Akemi Pérez Yac tiene 19 años y es una fiel representante de toda una generación emergente de activistas por los Derechos Humanos que encarnan no sólo varios activismos sino también varias formas de vivirlos. En un momento donde los espacios políticos tradicionales se preguntan cada vez más quiénes pueden agarrar el bastón de mariscal y en un contexto donde las preguntas sobre la juventud, la calle online, la potenciación de los antiderechos y la desesperanza e incertidumbre por el futuro son cada vez más difíciles de responder Akemi es una de tantas personas jóvenes que busca, entre todo eso, responder primero: ¿cómo me veo y cómo me ven los demás? ¿Quién soy y qué puedo hacer entre todo este caos?

Su charla en el espacio de Clubes TED-Ed y UNICEF, titulada de hecho, “Cómo me veo yo y cómo me ven los demás”, Akemi cuenta lo qué aprendió reconstruyendo su propia identidad a partir de lo individual y lo colectivo y desde los dos espacios Amnistía Internacional y Colectivo Nigromante, de los cuales forma parte.

¿Cómo te surge la idea de responder este “cómo te ven los demás”?

—Teníamos una actividad con el equipo de Clubes TED que consistía en hablar de nuestros intereses y me interesó abordar el interrogante de mi identidad. Empecé a cuestionarme cómo me veía a mí misma y por qué me veía así, cuáles habían sido los factores que conformaban esto que yo veía. Inevitablemente me llevó a cómo las demás personas me veían. En Amnistía estoy desde los 17 años, en principio en el área ambiental y ahora más en la de diversidad y salud sexual y reproductiva, pero siento que todo se relaciona. Primero me interesé por la crisis ambiental, y lo sigo haciendo… El cuerpo y la tierra tienen mucho que ver.

¿Qué es el colectivo Nigromante?

—El Colectivo Nigromante es un proyecto emergente de incidencia activista antirracista conformado por personas diaspóricas afrodescendientes de distintas edades y nacionalidades. Su objetivo es investigar y deconstruir las prácticas y creencias que habitamos, y en base a eso crear distintas propuestas relacionadas a la concientización sobre nuestras vivencias, desde el artivismo. Hay mujeres cis y personas no binaries y es una comunidad que se está comenzando a formar. El movimiento antiracista está consolidándose acá y Latinoamérica gracias a estos grupos chiquitos que simplemente se unen en lo que hacen por el amor a lo que hacen.

Desde los 13 años Akemi se moviliza por las causas que la interpelan. A sus 16 comenzó a participar de proyectos culturales como Clave 13/17 (Centro Cultural Recoleta), podcasts y cortometrajes ESI de ficción (Fundación Kaleidos). A los 17 años ingresó al grupo de jóvenes de Amnistía Internacional y con 18 cofundó el Colectivo Nigromante con el que, en 2023, expusieron en Tecnópolis un adelanto de la obra en construcción “INVOCACIÓN”.

¿Pensás que estos son temas que ocupan sólo a las nuevas generaciones?

—Hay más visibilización en las luchas emergentes, pero también creo que hay mucho del cuidado de la naturaleza en las generaciones anteriores. Pienso en mi abuela, que sin ponerle las palabras que yo le pondría tiene muchas nociones de reivindicación de la tierra y del feminismo.

¿Sentís que se desprestigia los avances conseguidos y a quiénes lo consiguieron?

—Los derechos que conquistamos y las oportunidades que tenemos hoy en día son resultado de las luchas de las generaciones pasadas y estamos olvidando eso, de nuestro pasado y de cómo no cometer los mismos errores. Todas, todos y todes estamos en la misma bolsa, el destino es el mismo y que se descuide los derechos obtenidos, el ambiente, la territorialidad... No soy capaz de imaginarme un futuro habitable si seguimos así; digo, un futuro habitable en el sentido de comunidad, en bienestar.

Akemi, es parte de esa juventud comprometida que encuentra su camino en la intersección entre el respeto por las generaciones pasadas y la búsqueda de nuevas formas de activismo. Desde organismos tradicionales hasta movimientos territoriales y comprometidos, Akemi se involucra en una amplia gama de iniciativas para promover el cambio social. Reconociendo la complejidad de la identidad, entiende que esta se construye a partir de diversas influencias, incluyendo nuestra ancestralidad, nuestras familias y el entorno que nos rodea.

¿Cómo vivís esa intergeneracionalidad?

—Desde quién soy y cómo vivo, lo vivo de una manera muy cálida de respeto; es muy lindo tener referentes, mayoras, como le decimos desde el colectivo nigromante. Hace poco tuve un encuentro informal con Miriam Gomes, una activista muy importante, con la que conversé con una horizontalidad muy linda. Estuvo hablándome como un par; es importante tener esos referentes a quiénes acudir. En mi afroargentinidad valoro mucho eso y me hubiera gustado tener más mayoras en mi familia a quienes preguntarle sobre sus vivencias: siento que se pierde mucho por no tenerlo.

¿Qué es lo más lindo de estas mayoras?

—Lo primero que se me viene a la mente es la lucha, la lucha por empoderarnos. No es sólo la lucha como femineidad racializada lo que heredé de ellas, sino que hay una esencia de querer un mundo mejor. Les agradezco mucho haberme abierto los ojos, también abrir los ojos tiene sus consecuencias y es algo que cuesta porque pesa mucho.

Si, a veces uno preferiría no tener que luchar por nada...

—Es como estar teniendo que explicar quién soy todo el tiempo, tanto a los demás como a mí misma. Si fueran distintas las cosas no tendría que hacerlo, pero en este mundo, esta sociedad, una tiene que estar consciente de cuáles son sus causas, una tiene que saber quién es.

En busca de la historia afroargentina

Sandra Chagas, negra candombera, afrodiaspórica lesbiana-feminista antirracista, anticolonial, antiextractivista y antimperialista es activista desde 1982 en el Grupo Cultural Afro, Movimiento Afrocultural (2007) y su propia organización Matamba Lbtiqnb (2008). Dice: “Siempre habrá un respeto a aquellas que nos antecedieron. Nuestras ancestras merecen nuestro respeto por la tarea realizada y nosotres no gozaríamos de esta libertad si ellas no hubiesen dado sus vidas. Por ejemplo, las leyes que visibilizan a los afroargentinos, se consiguieron gracias a la lucha y resistencia de toda una comunidad negra unida. Lucía Dominga Molina, de Santa Fe en el año 2000 en la Cumbre de las Américas de Chile leyó una carta hecha por Ángel Acosta Martinez donde explicaba que había comunidades y personas negras, descendientes de aquellas personas esclavizadas en Argentina y fue incluso antes de la III Conferencia Mundial contra el Racismo, la Discriminación Racial, la Xenofobia y las Formas Conexas de Intolerancia, celebrada en 2001 en la ciudad de Durban”.

Sandra Chagas, por Sebastián Freire

En estos encuentros internacionales —continúa Sandra— es donde se instaura el uso del término “afrodescendiente”, un término que le permite a toda persona que no se vea étnicamente negra reconocerse como parte de una afro-descendencia. Hoy en día es mucho más difícil ese ocultamiento sabiéndose afrodescendiente, el relacionamiento entre negritud y blanquedad existió por medio de esa trata esclavista, pero por una cuestión de querer pertenecer muchas personas aún niegan esa pertenencia afrodescendiente. Por esto las campañas de sensibilización y concientización nunca son suficientes, al igual que la representación en los medios”, dice Chagas.

¿En tu familia cómo viven tus activismos?

—Es muy loco. Del lado de mi familia afroargentina se dice que mi abuela tenía un abuelo negro y que la mamá de mi abuelo era negra, provenientes de Santa Fe y Santiago del Estero, pero no es algo que reivindiquen. Muy recientemente mi abuela y mi mamá empezaron a replantearse esto y a autopercibirse afroargentinas y afrodescendientes. Mi familia de parte materna vive mis activismos en permanente construcción. De parte de mi familia paterna es mucho más complejo...

¿Sería distinto si tuvieran esas cosas planteadas desde hace más tiempo?

La vergüenza se hereda, pero también el orgullo. Pienso en mi abuela, por ejemplo, que heredó de alguna manera el trabajo en empleos domésticos de su mamá: ella está orgullosa de eso, se jubiló de eso y en ese contexto laboral crió a mi mamá. Por eso pienso que también que la pobreza se hereda y si no tenés posibilidades no basta con querer cambiar, es una cuestión de privilegios y oportunidades. Si ellas hubiesen tenido la posibilidad de acceder a más conocimientos e información todo sería distinto. Entonces es complejo ver cómo pensamos el orgullo y la vergüenza, uno aprende a habitar ambas formas, a veces a la vez. Una cosa no tapa la otra, construimos en base a nuestras posibilidades y el contexto marca esas posibilidades.

"Muchos tienen que rastrear mucho su identidad —agrega, al relato de Akemi, Sandra Chagas, quien es parte de la diáspora de la Trata Trasatlántica Esclavista Genocidio de la Humanidad y la Diáspora de los países latinoamericanos y sus dictaduras económicas que expulsan a sus ciudadanxs—, porque hay mucho negacionismo: el Estado-nación argentino se encargó de hacer ese negacionismo. El argentino se acuerda de los negros el 25 de mayo y el 9 de julio, pero caminás por el conurbano y está lleno de negros. Y si te adentrás en la Argentina profunda de las provincias la negritud está en el ADN de toda la argentina”.

Akemi se inscribió en su primera carrera en la UBA y a pesar de que cambió de rumbo se mantuvo dentro de la misma universidad. Hay algo de la defensa de lo público que la mueve y sería un orgullo para ella graduarse en una universidad pública. Trabaja en "changuitas", como le dice, haciendo podcasts o algún que otro trabajo relacionado a su activismo. Como a muchos jóvenes, el mundo laboral es incierto y dificultoso y el cambio de gobierno no parece darle ningún respiro ni en ese ámbito, ni en el de sus militancias.

¿Cómo te pegó la noticia del “cierre” (que no fue tal, pero así fue celebrado por el libertarismo) del INADI, por ejemplo?

—Son tiempos muy hostiles para las comunidades históricamente marginadas. Las posibilidades que trajeron los avances en materia de DDHH se van perdiendo en muy poco tiempo. Las comunidades a las que pertenezco son las más vulnerables al avance de la ultraderecha y sus acciones antiderechos; me deja en shock, es tan rápido que no te deja procesarlo. Puedo racionalizarlo diciendo: "bueno, los avances conllevan retrocesos", pero en lo personal es horrible. Tengo familiares que han vivido la última dictadura cívico militar y no puedo evitar relacionarlo y pensar que ahora toca de nuevo poner el cuerpo.

Esta entrevista con Akemi se publica unas semanas después del 21 de marzo, Día de la Eliminación de la Discriminación Racial; 24 de marzo, Día de la Memoria la verdad y la justicia; y el 25 de marzo, Día Internacional de Recuerdo de las Víctimas de la Esclavitud y la Trata Transatlántica de Esclavizados. Sobre el 24, Chagas apunta a que “también es un día para conmemorar a las personas afrodescendientes que todavía no están debidamente identificadas, las personas negras e indígenas y del colectivo LGBT que también fueron parte de esos 30.000, sobretodo en este contexto con un gobierno negacionista, racista, colonial y genocida”. “Hoy más que nunca hay que reivindicar el hecho de que el racismo mata y nosotres reivindicamos la lucha por los DDHH que se encuentran en estos momentos”, agrega.

A estas fechas se suma el 5 de abril, día en que se cumplen los 28 años del asesinato de José Delfín Acosta Martínez, “razón por la cual Argentina tiene una condena internacional por racismo”, explica Sandra y dice: “A José lo mataron en una comisaría de CABA por negro; él estaba defendiendo como activista a dos personas negras afrobasileñas que la policía se quería llevar presas y termina asesinado por la policía dentro de una comisaría. “El único país en toda América Latina y el Caribe que tiene una condena por la Corte IDH y es por racismo, es Argentina. No es el país donde más negros se mata, pero sí el que más ha invisibilizado a su población", observa Chagas.

Activismo y salud mental

¿Cómo fue tu proceso de autopercibirse no binarie?

—Tiene que ver con llegar a la adolescencia y ver lo que se esperaba de mí como persona feminizada. No me sentía Mujer, así con mayúsculas, pero tampoco varón, sino ahí en el espectro, buscando otra cosa. Siempre me sentí acompañada en esos espacios Amnistía y el Colectivo Nigromante. Hay una demanda de estar siempre definiendo y defendiendo todo, pero en los últimos tiempos desde esos espacios aprendí que es agotador estar en esa postura, que no hace falta estar explicando todo siempre. Es algo personal, pero veo que cada vez somos más les que priorizamos la salud mental y nuestros propios límites.

¿Hay cosas que sientas que son tus límites?

—En el ámbito antiracista hay palabras como "quilombo" que para nosotres es un lugar de lucha, liberación, reivindicación de las personas exclavisadas y cotidianamente se usa esa palabra para referirnos al desastre. Para mí es básico porque se lo que significa realmente, pero también entiendo que es difícil instalar en la sociedad saberes ancestrales, así que me basta con estar dispueste a llevar acciones de concientización, esto sin dejar de priorizar mi bienestar, porque las personas en su mayoría pueden googlear e informarse solitas, no es mi obligación ser docente 24/7 de nadie.

¿Cómo influye el factor de la salud mental al momento de pensar tu activismo?

—Cotidianamente una habita la frustración y la indignación por cómo está el mundo y el estado de las cosas. Pero es también lo que me hace entender que no puedo vivir para eso, o mejor dicho, desvivirme para eso. Hace poco empezó a hablarse de salud mental, un tema que está en auge, y creo que sí tiene que ver con un cambio generacional y hace que les activistas de ahora no actúen como les activistas de antes. En lo personal, es esto lo que hace que yo priorice otra forma mi activismo en mi vida.

¿Cómo te llevás con la lógica de las redes sociales?

—No soy muy activa para resguardar mi salud mental. Muy fácilmente te encontrás con usuarios que van en contra de lo que sos, de tus causas. Cuando se generan encontronazos suelo no darles bola. Ahora sí, desde un lado colectivo hay otro tipo de estrategias, de argumentación, de difusión... es distinto.

¿Cómo lidias con los perfiles agresivos o violentos de las redes?

—Enfocarse en esos perfiles es perder el tiempo. Hay que ver los grises, las personas que no están ni en un bando ni en el otro, esos que dicen "no sé esto, a ver qué será". Cuando salió mi charla fue una de las más reproducidas, los comentarios no se hicieron esperar y hubo gente comentaba cosas desagradables, lo que hice yo fue ignorar. Si fuera un cara a cara, un vínculo, yo entiendo que ignorar es violento, pero en estos contextos lo mejor es eso.

¿Sentís que otras generaciones están más con la navaja en la boca?

—Veo que hay más predisposición a enfrentar, a luchar, discutir masivamente de innumerables cuestiones como consecuencia de los entornos digitales y redes sociales. Cada generación tiene sus formas y sus niveles de conciencia de la llegada de los que hacen estos ambientes. Yo siento que no estoy siempre para debatir, decido cuándo y cómo abordar estas cuestiones. Mis causas son mi vida, sí, pero mi vida es mi vida.