Ariadna en Naxos fue lo último que hice en el Colón”, recuerda Marcelo Lombardero al comenzar la charla con Página/12. Después de mucho tiempo, el director de escena regresa a la factoría grande de la ópera en argentina, que inaugurará su temporada con la reposición del celebrado título de Richard Strauss. Entre el viernes 12 y el viernes 19 serán seis las funciones, con dos elencos de cantantes. El primero, que tras el estreno tendrá a cargo las funciones del domingo 14, martes 16 y jueves 18, estará encabezado por la soprano Carla Filipcic-Holm, como Ariadna y Prima Donna. Con ella entre otros estarán Sergio Escobar en los roles de Baco y Tenor; Laura Grecka, será el compositor, y Ekaterina Lekhina actuará en los paños de Zerbinetta. En las funciones del 17 y el 19 la protagonista será la soprano Eiko Senda, junto a Fermín Priero y Luis Francesconi.

Además de Lombardero en la dirección de escena, la puesta estrenada en el Colón en julio de 2019 se repone con la escenografía de Diego Silano, los vestuarios de Luciana Gutman, la iluminación de José Luis Fiorruccio, el diseño de video de Matías Otálora y la coreografía de Ignacio González Cano. Günter Neuhold, el experimentado director austríaco, estará al cargo de la dirección musical, al frente de la Orquesta Estable del Teatro Colón.

“Hay mucho de excepcional en estos elencos de cantantes. Son voces jóvenes, incluso varios son debutantes, pero en muchos ya se percibe una gran proyección artística. Son tiempos de austeridad y tenemos que hacer de esta carencia una oportunidad”, asegura Lombardero, que también destaca el reencuentro con Neuhold. “Con Gunther nos conocemos desde hace veinte años, cuando trabajamos juntos en una producción de Der König Kandaules de Alexander von Zemlinsky. Es un director que conoce muy bien la música de Strauss y su tradición. Apenas nos miramos, nos entendemos, como dos viejos dinosaurios. Acaso somos el producto de otro mundo, de cuando los teatros funcionaban de otra manera”, añora el director de escena.

Contrastes

En la residencia del “hombre más rico de Viena” se agasajará a los invitados con una ópera seria sobre el mito de Ariadna, obra de un joven compositor, junto a la farsa en estilo italiano bufo “La inconstante Zerbinetta y sus cuatro amantes”. Pero la mayor preocupación del dueño de casa pasa por los fuegos artificiales. El libreto de Hugo von Hofmannsthal proyecta los contrastes entre el drama y la comedia sobre los personajes: artistas, saltinbancos, camareros, personal de maestranza y burgueses más o menos augustos. “Ariadna en Naxos es una obra que con ironía retrata el mundo en que vivimos. Es la realidad la que la mantiene vigente”, reflexiona Lombardero. “Ya desde el prólogo queda claro el guiño al mundo de los artistas y su relación con el resto del universo. Por un lado está esa vana ilusión de ser importantes que tenemos los artistas y por el otro el desprecio de quien nos contrata. También se ponen en evidencia las asimetrías de los estratos sociales, o de ‘castas’, como se puso de moda decir ahora”, observa.

“Si bien fue compuesta en 1912, esta ópera está ambientada en el siglo XVIII, cuando los artistas era poco menos que sirvientes de ricos señores y el Estado no existía para regular las relaciones y democratizar las expresiones artísticas. De cuando para el goce posible de las producciones artísticas todo quedaba librado a desparejas relaciones de fuerza”, continua Lombardero. “Ahí hay un enlace insospechado con este tiempo, en el que a nivel nacional asistimos al virtual retiro del Estado en la gestión de la cultura, celebrado desprecio hacia cualquier forma del arte, la ciencia y el saber en general”, sostiene el director de escena.

-Hay además formas de goce en ese desprecio…

-No es la primera vez que pasamos por esta situación. Hemos tenido altos niveles de estupidez y cinismo en nuestro país, aunque tal vez no tanto como ahora. Fueron experimentos que fracasaron, como sucederá con este. Pero cada fracaso implicó un costo muy grande. Se perdieron generaciones de artistas y de público. Reconstruir ese tejido es muy complicado. Recordemos cómo era la agenda cultural en nuestro país una década atrás y miremos lo que pasa ahora. No solo en cantidad, también en calidad. Hablando de ópera, había distintos espacios en los que se producía a muy buenos niveles.

-¿Creés que la idea de cultura de hoy es más liviana que en otras épocas?

-Es posible. Lo que me preocupa es que hubo momentos de crisis profunda, parecidos a este, en los que la cultura en términos conceptuales se hizo más fuerte y de alguna manera floreció ante las contrariedades. Eso hoy no está pasando. El pensamiento actual está ligado a la inmediatez más que a la construcción y la cultura es una construcción más que un evento. Hay una maquinaria que sostiene un hecho artístico, que como evento puede ir bien o mal, pero eso no es lo importante. Lo importante es que la maquinaria que lo sostiene funcione.

-Y esa maquinaria no puede ser el mercado…

-El mercado tiene reglas y necesidades que son distintas a las de la circulación de la cultura. Por eso cuando escucho hablar de industrias culturales me da un poco de escozor. Si bien la cultura genera movimiento económico, sus parámetros son distintos a los de una fábrica de clavos. O de repelente para mosquitos.

Trayectoria

Descendiente de una familia de artistas vinculados al Colón, antes de dedicarse a la dirección de escena Lombardero fue un barítono de amplísimo repertorio y gran trayectoria. Entró al teatro como integrante del Coro de Niños y más tarde del Coro Estable y en 2005 asumió la dirección artística del Colón, donde entre otras cosas puso en valor y dirigió la Ópera de Cámara. "También que fui delegado sindical", apunta.

Poco menos de cinco años pasaron de aquella aplaudida producción de Ariadna en Naxos, en la temporada 2019. Al poco tiempo Lomardero renunció al cargo de director de la Ópera de Cámara del Colón y desde entonces no volvió al Teatro. “Hace mucho tiempo que el Colón dejó de tener una mirada profesional de la programación. Renuncié a la ópera de cámara porque no estaba de acuerdo con la línea artística que tenía el teatro, eso que recién decía de pensar la cultura como un evento más que como una construcción. Es posible que esa forma de disidencia sea la razón por la que quedé al margen de la programación”, dice el director de escena, que en este tiempo dirigió puestas en Europa, Estados Unidos, México, Colombia, Chile, Uruguay, además de hacer teatro de texto: en el San Martín dirigió el díptico Colaboración/Tomar partido –galardonada con un Premio Ace 2019– y el año pasado con la Comedia Cordobesa puso en escena Señor Puntilla y su criado Matti, de Bertod Brecht, repuesta en esta temporada.

“Del mismo modo que puedo entrever por qué dejaron de llamarme, que por otro lado es algo más que lógico, es fácil suponer que para esta oportunidad me convocaron por una cuestión de costos”, señala Lombardero. “La temporada del teatro fue presentada a la sombra de la austeridad y la apertura del ciclo lírico con una reposición es una señal muy clara”, concluye.