El pasado 6 de abril Sebastián, un chico trans, entra descompuesto al baño del supermercado Coto de Lanús, Provincia de Buenos Aires, para vomitar. Un pene asoma por un glory hole (agujero) en la pared. El chico se levanta en shock, lo patea. Sale del cubículo y ve al otro chico, cis, irse apurado. Sebastián lo agarra de la remera. Un empleado del Coto pregunta qué pasó, Sebastián le cuenta, el chico cis (de 19 años) lo niega y el empleado le dice que lo vio. Al otro día, Sebastián comparte su experiencia en su cuenta de X, y sube con ella una foto de la denuncia formal.

Un patriarcado que monopoliza la palabra

Sebastián tiene 23 años. Es abiertamente trans desde los 13 y es militante. El empleado del lugar le pregunta: “¿Qué hacemos, llamamos a la policía?”. De ahí en más, toda la atención se centra en Sebastián.

El caso escala rápidamente en la red social y llueven los comentarios transodiantes y donde se lo tilda de homofóbico. “Se llenó de una cantidad impresionante de gente defendiendo al pibe. Me sorprendió, me shockeó, fue super decepcionante. Hubo mucho acoso a un nivel extremo pero viniendo de la misma comunidad”, relata el joven. “Hay mucha transfobia internalizada. Siempre que se me quiso bardear fue con cosas como ‘andá al baño que tenés que ir’, ‘vos naciste mujer’, ‘tenés el pelo largo’”.

"El espacio público se plantea como el reino donde quienes son personas masculinas y peneportantes tienen total derecho a hacerse de él"

Quienes no fuimos criados con una masculinidad impuesta pareciera que tenemos que no sólo conocerlas sino respetarla. Como si hubiera una sola masculinidad, muchas veces el espacio público se plantea como el reino donde quienes son personas masculinas y peneportantes tienen total derecho a hacerse de él. Hasta hace poco pudimos comenzar a pensar la masculinidad como expresiones genéricas de lesbianas, chicos trans, no binaries, etc. y a desarmar la polaridad que nos atraviesa como sociedad: femenidad-masculinidad. Así se oculta la idea de que todo lo que no sea esa masculinidad debe callar y así es como se lo hicieron saber tan violentamente a Sebastián: “¿A vos no te llega el agua al tanque que saliste a denunciarlo? Mogo”, “sos botón”.

Las personas del colectivo TTNB repetimos que la democracia nos llegó recién con la caída de los edictos policiales en los 90, a poder acceder a la identidad que elegimos en el DNI con la Ley de Identidad de género en 2012. Sin embargo, esto no fue suficiente para poder hablar de un hecho de abuso sexual. El mundo de los varones cis parece seguir siendo ese ámbito arcano que funciona con sus propias lógicas. Mientras que cuando criticamos algunas prácticas se nos invisibiliza, se nos agrede, en los espacios virtuales (como apps de citas) somos una fantasía y fetiche, sexualizados.

Quienes venimos de una socialización “femenina” aprendimos a callar ante la violencia y sobretodo la violencia sexual. Se nos enseña a estar disponibles para satisfacer el deseo del varón. En palabras de Marika Castiglione (estudiante de Psicología y activista por los DDHH): “Quienes fueron socializados como masculinidades no son objeto de deseo, son sujetos.

Ahí entra la educación pornosexual que vincula todo lo erótico, sexual y vincular al par sistémico amo-esclavo, convirtiendo el acto sexual en una batalla por la dominación donde puede entrar la agresividad y la violencia pero nunca el consentimiento, el cuidado y la ternura”.

Como si tantos años de feminismo no hubieran sido suficientes nos seguimos preguntando: ¿qué pasa con que lo personal es político? Lo que pasa en el baño de Coto, ¿no es político? “Yo soy parte de la Comunidad. Fue muy triste cómo te hacen menos por ser hombre trans, desde los homosexuales, las chicas trans, las mujeres [cis]”, concluye Sebastián. Al hablar sobre los comentarios que recibió en su cuenta de X, dice: “Lo primero que hicieron fue meterse con mis genitales, sobre yo siendo mujer, por qué me dejé el pelo largo, seguramente estaba ahí por algo”.

¿Punitivismo o antipunitivismo?

“Pensé en exhibir al pibe en las redes porque no creo en la Justicia, me habían pasado cosas en boliches, restaurantes de parte de varones cis, que iba y denunciaba y no pasaba nada. Por la cantidad de acoso que recibí decidí hacer todo puertas adentro, porque la gente fue muy agresiva. Quería visibilizar cómo estas cosas podían pasarle a cualquiera. Cuando se enteraron que era trans me atacaron peor”, cuenta Sebastián.

¿Por qué las problemáticas de las personas trans* siempre pasan a un segundo plano, incluso cuando sufrimos abuso sexual? Al respecto, Marika reflexiona: “¿Sería justo señalar a ese pibe como la expresión de una práctica social? Parte de la sociedad se excusa de sus propias prácticas en un chivo expiatorio: “No somos todos, es el pibe del COTO ” y con eso no solo se lavan culpas sino que perpetuamos el mismo sistema que denunciamos”.

"¿Por qué las problemáticas de las personas trans* siempre pasan a un segundo plano, incluso cuando sufrimos abuso sexual?"

Los espacios de socialización para las personas homosexuales fueron y siguen siendo espacios de refugio donde un tipo de sexualidad perseguida y reprimida podía darse consensuadamente. Si bien ocurre en espacios públicos, hay algo de lo privado, de lo prohibido, donde ocurre la persecución, lo clandestino y lo marginal. Esto tiñe todo de riesgos y peligros, estigmatización, vulnerabilidad, criminalización y persecución. Estas prácticas son parte de la historia de nuestra comunidad, o al menos de parte de ella.

Podemos discutir sobre si punitivismo sí o no en personas de nuestros colectivos, pero, ¿hay un solo punitivismo? Violentar a un chico que hizo una denuncia por un abuso sexual, ¿no es castigarlo?, o ¿se trata de una reacción típica que se repite a lo largo de la historia como un modo de silenciar y disciplinar?

Tenemos muchos problemas culturales que afectan a toda la sociedad, las prácticas de una comunidad no pueden estar por encima del consenso. Todxs tenemos derecho a descubrir nuestra sexualidad: en ámbitos cuidados, consensuados, con deseo y respeto por todas las personas participantes. Como tenemos derecho a expresar un caso de abuso sin que nuestra identidad ni nuestros genitales entren en discusión.

¿Alguien se pregunta por la sexualidad de la masculinidad cis? Cómo son criados, cómo entienden el encuentro sexual, cuánto conocen sobre el consentimiento, qué pasa cuando reciben una negativa a tener relaciones, por qué muchos adolescentes cis siguen negociando desde el poder absoluto el uso del preservativo…

Lo mejor que podemos hacer en este contexto tan hostil para toda la Comunidad LGTTNB+ es fortalecerla. Tenemos que tener en consideración nuestros diferentes orígenes y opresiones. No quiere decir estar de acuerdo en todo pero sí repensar ciertas dinámicas que afectan a los vínculos intracomunitarios y se convierten en violencia y jerarquizado entre identidades, una violencia que denunciamos hacia el afuera y poco se repiensa hacia el adentro.