“Tuve la sensación de que cada mes iba a estar atrapada, condenada por un cuerpo que imponía su presencia con sangre y del que había que protegerse. Algunas chicas festejaban la aparición de la menstruación, especialmente aquellas que ansiaban el acceso a las prácticas sociales de la feminidad tradicional o las que llegaban a esa experiencia más tarde que la mayoría. Pero, en términos generales, el cuerpo menstrual de la mujer se tornaba un sufrimiento, una especie de condena, un enemigo contra el que había que luchar cada mes durante años”, relata la psicóloga y Doctora en Ciencias Sociales Eugenia Tarzibachi en el libro “Cosa de mujeres, menstruación, género y poder”, de Editorial Su- damericana. 

En el libro, de reciente aparición, futo de una investigación del CONICET, la autora pone el cuerpo contando la historia de poner el cuerpo desde su propia historia, de lo que sintió cuando se hizo señorita –como se llamaba al ritual de la primera menstruación– hasta el cruce entre menstruación y capitalismo cuando en 1921 surgen las toallitas y la invención del desecho corporal como una ganancia productiva. Tarzibachi también analiza las publicidades de analgésicos, los anticonceptivos que eliminan el sangrado, las copas menstruales, los tampones con vibrador incorporado y los cuerpos menstruales que salen del closet. En “Cosa de mujeres” se describen las iniciativas para quitar impuestos a los elementos de gestión menstrual que, en Argentina, lleva adelante la campaña MenstruAcción de Economía Feminista y se remarca: “La falta de acceso a tecnologías de gestión menstrual que permitan contener el sangrado es una barrera para que niñas y mujeres accedan al espacio público: la escuela o los lugares de trabajo. Ello redunda en menos posibilidades de autonomía y desarrollo personal”.