“Hasta hace un par de meses, los chicos elegían qué comer, 'esto sí, esto no'. Hoy te devuelven los platos limpitos, lustrosos, no dejan una miga”, observa Natalia, que trabaja en una de las instituciones que le dan de comer a los chicos del barrio. “Ver eso duele”, acota la voluntaria.
En el barrio lindero al depósito del ministerio de Capital Humano, ex Desarrollo Social, ubicado al 5000 de la avenida Roca, partido de Vicente López, donde duermen el sueño de los justos buena parte de los 5 millones de kilos de alimentos y el martes por la mañana se realizó una mulltitudinaria protesta, las emociones dominantes son la angustia y la indignación.
Allí funcionan históricamente dos comedores y un jardín de infantes. Este último les brinda a los chicos desayuno, almuerzo y merienda, para que esas 80 familias sólo tengan que garantizar la cena. Ahora, además, hay otros dos comedores nuevos.
A Natalia le cuesta hablar con Buenos Aires/12. La mayoría de los entrevistados, vecinos y militantes sociales del barrio, prefieren no hablar o hacerlo con nombres cambiados. Temen “sacar chapa de kilomberos” y ganarse “más problemas de los que ya tienen”.
También sobrevuela la discusión sobre los "comedores fantasmas" que instaló el gobierno, como excusa para cancelar la asistencia alimentaria. "Todos escuchamos alguna vez un caso aislado de alguno que consiguió mercadería y se la guardó. Pero acá hay instituciones sólidas, con personería jurídica, con veinte años de trayectoria. No se puede meter todo en la misma bolsa", dice.
"Acá, cuando entra mercadería, una parte va al comedor y la otra se reparte enseguida entre la gente del barrio. Nosotros sabemos quién tiene más necesidad, más bocas para alimentar", explica Natalia.
Agrega que la otra gran diferencia está en la composición de los menúes. “Cada vez tenemos menos alimentos frescos y más hidratos, y la carne está imposible”, explica. “Cuando podemos, metemos algún corte en la olla, pero cada vez cuesta más”. Generalmente lo que hacen son guisos, a base de arroz o fideos, con las verduras que encuentran de oferta. "Si se puede meter proteína, aunque sean alitas de pollo, bienvenido".
Para todos ellos, la retirada de nación implica un antes y un después. “Recibimos algunas donaciones privadas, apoyo de la Provincia, pero no alcanza; encima el Banco de Alimentos, que antes estaba acá cerca, se mudó a Benavídez”, sostiene Natalia.
Se refiere a la ONG que tiene por objetivo, justamente, “reducir el hambre evitando el desperdicio de alimentos, articulando con empresas, supermercados y productores de alimentos”, según su web institucional. Justamente, lo que se discute hoy entre la justicia federal y el gobierno nacional, que apeló la orden de comenzar la distribución de inmediato.
Cuenta otra militante, Rosa, que pasa a diario por delante del portón del depósito, sobre la avenida Roca, que "no creía que estuvieran vacíos, pero tampoco me imaginaba cinco millones de kilos". "Es criminal, sobre todo por la leche en polvo".
En Las Flores, la organización social Barrios de Pie tiene una presencia permanente, sostenida desde hace varios años. La otra organización fuerte es la Lucho Robles, de caracter local, que debe su nombre a un dirigente histórico del barrio.
La Lucho Robles es además responsable del Club Social y Deportivo Libertad, donde los pibes y pibas juegan futsal. "El primer objetivo es que no estén en la esquina. Además, compiten con otros clubes de la zona norte, algunos andan muy bien", explican.
Historia del barrio
El Barrio Las Flores está ubicado entre las avenidas Melo, Constituyentes y Roca, en la localidad de Florida Oeste del partido de Vicente López, a pocas cuadras de Tecnópolis y a menos de diez minutos de General Paz.
“Mucha gente no nos cree que esto es Vicente López”, bromea Willy. “Creen que estos barrios sólo pueden estar en San Martín”, se refiere al partido vecino, que comienza cruzando Constituyentes.
Ocurre que San Martín es, según el Registro Nacional de Barrios Populares (Renabap), el partido del conurbano con mayor cantidad de barrios populares y Vicente López es, según el INDEC, el que tiene menor porcentaje de necesidades básicas insatisfechas.
El barrio comenzó en 1958, cuando se relocalizó a quienes vivían en viviendas precarias sobre lo que sería la traza original de la Panamericana. El estado nacional construyó tiras de monoblocks de dos pisos en estos terrenos, entonces baldíos, y los dio a pagar en cuotas.
Las escrituras nunca llegaron. Lo que llegó, en cambio, fueron sucesivas olas de asentamientos que le dieron forma a la villa. La villa ya no se ve desde fuera, quedó tapada por los distintos monoblocks. Hoy alberga a alrededor de dos mil familias.
Para los vecinos, no hay distinción entre la villa y los monoblocks. Ellos consideran a Las Flores como un todo. Los distintos reclamos ante los tres niveles del Estado suelen encontrarlos juntos.
Cuando el mercado interno entra en fase expansiva, las empresas que tienen plantas en la zona, como la de línea blanca Longvie, la alimenticia Granix, la de envases de telgopor Macropor y la fabricante de caños e insumos para instalaciones de agua y gas Dinatécnica, contratan a sus trabajadores entre los habitantes de Las Flores.
Hoy, en cambio, son pocos los que tienen empleo formal en relación de dependencia. La mayoría sobrevive a los saltos, buscando changas o tareas de limpieza por horas, cada vez más escasas o trabajando para las aplicaciones de reparto.
"Mi viejo siempre hizo laburos de pintura y albañilería para las inmobiliarias de la zona, pero hace rato que no le suena el teléfono. Tiene 62 años, le faltan tres para jubilarse, ¿cómo va a sobrevivir?", se pregunta Willy, que vivió toda su vida en el barrio y no se imagina en otro lado.
En la remisería, sobre Constituyentes, dos vehículos añejos y gastados, un Renault 21 y un Volkswagen Polo, descansan porque sus servicios no son requeridos. No cambiaron de lugar en toda la mañana.