El pionero de las muestras cinematográficas de otras latitudes que cada año pueden verse en Buenos Aires es el Festival Internacional de Cine Judío en la Argentina (Ficja) que va por la 14ª edición. El Ficja arranca hoy en el Cinemark Palermo (Beruti y Bulnes) y se desarrollará hasta el miércoles 15 de noviembre. Una característica del Ficja desde su fundación: no programa exclusivamente películas que se hayan rodado en Israel. Los diez films de esta edición, además de este país, incluirá producciones de Estados Unidos, Alemania, Gran Bretaña, Hungría, República Checa, Austria, Serbia, Francia, Australia y Polonia, que hacen referencia a algún tema vinculado con la cultura, la historia o la actualidad judía. Por otro lado, la muestra fundada y dirigida por Luis Gutmann no tiene solamente como target a la comunidad judía sino también a cualquier espectador al que le interesen las películas programadas. “Este año nos hemos achicado. Cuesta mucho mantener hoy en día un festival luchando contra la piratería incontenible y contra Netflix. Así que son diez películas y en cuanto a la cantidad de vueltas también las hemos reducido: hacemos cuatro durante la semana y cinco sábado y domingo”, cuenta Gutmann. 

En esta edición se podrán ver dos películas protagonizadas por actores importantes que, por algún motivo no han sido tomadas por distribuidores y que le permiten a Gutmann programarlas en estreno absoluto. “Una es Jalá, protagonizada por Jonathan Pryce, una comedia sobre un panadero judío en Londres. La otra es Septiembre en Shiraz, protagonizada por Adrien Brody y Salma Hayek, como un matrimonio. El Sha de Persia es expulsado de Irán, con la revolución musulmana. Todos los que apoyaban al régimen imperial del Sha fueron perseguidos, pero también familias judías, a pesar que el judaísmo en Persia fue una de las religiones más antiguas”, dice el director del Ficja. 

El plato fuerte de esta edición es el documental Vitch, cuya directora, Sigal Bujman, estará presente en todas las funciones para debatir con el público. “Es sobre un polaco que nació como Ignace Levkovitch, y que tenía dos cualidades. Por un lado, en la década del 30 y a comienzos de la década del 40 era el caricaturista de moda de las estrellas de Hollywood. Luego, por una cuestión de documentación, tuvo que dejar el país y fue a Europa. Ahí, apareció su segunda virtud artística: era un extraordinario mimo al estilo de lo que hacía Charles Chaplin en cine. Y actuó en escenarios de París con Maurice Chevalier y Joséphine Baker hasta que los nazis invadieron Francia y, particularmente París”, cuenta Gutmann. Mientras los otros artistas se fueron, él continuó actuando bajo el régimen nazi e inclusive fue invitado a actuar en Berlín durante la Segunda Guerra Mundial. “Si bien su nombre artístico era Victch, en todos sus contratos y en su documentación figuraba como Ignace Levkovitch, indudablemente judío. El film trata de determinar si se escondía a plena vista o tal vez fue protegido por los nazis. Y si fue protegido por los nazis, ¿por qué?”, señala Gutmann. 

El molino de Habermann, dirigida por Juraj Herz, narra una historia en los famosos Sudetes, las regiones fronterizas entre Checoslovaquia y Alemania en el norte y oeste, que fuera el primer objetivo de Hitler luego de nazificar a Alemania y Austria. August Habermann encarna la tercera generación de alemanes instalados allí, en este caso propietario de un molino familiar, que será el elemento medular en la afinada trama. El film recorre situaciones de valores familiares, adaptación a nuevos desafíos, sobrevivencia, cobardía, generosidad, emociones, sentimientos y pecados, encapsulados en una narración que invita a la reflexión. Russendisko, en tanto, es un largometraje alemán, dirigido por Oliver Ziegenbalg, quien enfocó en el período comprendido entre 1989 y 1993, cuando hubo una fuerte inmigración en Alemania de rusos judíos. El film se detiene en la historia de tres de esos jóvenes que llegaron a Berlín justo después de la caída del Muro, en busca de una vida mejor, pero que no pudieron dejar de convivir -y de vivir- los cotidianos desajustes de los extraños acontecimientos que transcurrían en Berlín. Se trata de una moderna fábula sobre la amistad, el amor y los sueños por el regocijo de la felicidad, y el modo de obtenerlo.

Otra de las películas programadas en el Ficja es Al nacer el día, de Goran Paskaljevic. La historia tiene como protagonista a un profesor de música que se retira de su actividad. Al mismo tiempo, una inusual circunstancia lo remonta a su verdadero origen, distinto de aquel en el que fuera criado y del cual estaba convencido durante toda su vida. El shock cala hondo en su alma, ahora intranquila y deseosa de conocer los detalles de su llegada al mundo. Una cajita de metal ha sido descubierta en el sitio en el que se instaló un campo de concentración durante la Segunda Guerra Mundial. Allí encontrará una inacabada composición musical que lo remite a la imagen de sus verdaderos padres. Ahora tiene una misión: terminar la pieza musical y darla a conocer públicamente. 

Algunos de los clásicos del Ficja son las películas israelíes.  Operación Girasol se ubica en la década del ‘60 cuando la Unión Soviética proveía de armamento a países cercanos a Israel. “El film especula sobre la posibilidad de que en esos años Israel haya tratado de construir la bomba atómica, que es algo que políticamente se desconoce si lo logró o no”, cuenta Gutmann. “Zaytoun es una película israelí, pero protagonizada por el actor norteamericano Stephen Dorff, sobre el tema tan candente del conflicto Israel-Palestina. Y La fiesta de despedida es una comedia de humor negro que involucra a gente mayor tratando de pasarla lo mejor posible cuando se llega a esa edad, en la que te dicen ‘tercera edad’ o ‘adulto mayor’”, analiza el director del Ficja.