“Tarde del amor y la alegría”, anuncian desde el gazebo central en plaza San Martín. Es la 2ª Marcha del Orgullo LGBTIQ en la historia de Quilmes. Rostros jovencísimos, de escuela secundaria y sub-20. Romances recientes sobre el pasto y las gradas del minianfiteatro. Del Centro de Estudiantes a la plaza, un muchacho lleva en la mochila negra con logo de Flema, el pañuelo verde de la Campaña por la Legalización del Aborto, un pin del Ni Una Menos y una imagen de Santiago Maldonado. Al pie del monumento al general San Martín, dos estatuas de bronce que otrora podíamos caracterizar como representación heterosexual, se desconstruye en el nuevo contexto. Es una pareja. O quizá no. Punto. Expiró la antigua cultura que reclamaba reposición constante de mano de obra fabril, a cualquier precio. Las condiciones materiales se modificaron radicalmente y en Quilmes eso se nota a primera vista.

Un grupo pequeño del movimiento Evita lleva un cartel de cartulina rosa chicle, escrito a mano, con corazoncitos rojos recortados y pegados uno por uno. La mayoría son muchachos gays. Juegan al carnaval con banderas multicolor y tarros de espuma. Entre la cerveza de la línea de producción -lo que importa es la etiqueta- y la espuma de carnaval, dicen, cada vez hay menos diferencia. Vienen de los barrios del Quilmes profundo, bien hacia el sur y el oeste. El emblema de Quilmes fue por décadas la espuma producida por la familia Bemberg.

Arranca la marcha por las calles céntricas y comerciales del lado Este. Desfila por la catedral, por la Muni, por el palacio de Justicia, a pocos metros de la estación de ferrocarril. Primero en silencio. Hasta que las travestis le ponen letra y música, con sus consignas. “Las travas que vos mataste van a volver”, “Lo dijo Lohana y Sacayán, al calabozo no volvemos nunca más”. Carolina (30) lleva una bandera de arrastre con la leyenda “Por la autonomía de los cuerpos”. Refiere cómo marchan las cosas para muchas travestis del sur conurbano. “Cada territorio tiene su particularidad y hay que respetarla. Para nosotras está cada vez más difícil. Yo estudiaba trabajo social en la Universidad de Lomas y tuve que dejar. Hoy únicamente puedo pensar en sobrevivir. La mayoría de las travestis ya no pueden pensar en organizarse, viven la diaria. Nos preocupan especialmente las compañeras de Ruta 4 (Camino de Cintura). Son las que peor la están pasando”.

En la cabecera suena un bombo. Son dos cuadras de marcha por la avenida Hipólito Yrigoyen. A los costados, los comentarios son de dos clases. Admiración por la cantidad de manifestantes (“mirá qué bueno, son una banda”) y por otro, el odio (“ahí están los del Orgullo en la San Martín, chupando y arruinando todo”), en alto contraste con el flower power multicolor.

“No nos habilitaron escenario en CABA, pero las marchas se extienden en todo el país. Esto lo logramos con el trabajo de años”, dice Alfonsina (48), lesbiana, de Quilmes Oeste.

Y las marchas siguen. Mañana desde las 17, en Florencio Varela, desde la plaza de la estación (Perón y San Martín). Territorio difícil, con cárcel y pabellón trans y detenciones de travestis como programa habitual de la policía.