La política fiscal del gobierno radica en que el superávit primario debe alcanzar, al menos, para pagar los intereses de la deuda. Esto significa que, a más endeudamiento, como el que se persigue con el FMI, o ante la decisión de reducir impuestos, como ocurrió recientemente con la baja de retenciones al agro o de las alícuotas a la compra de automóviles de lujo, mayor necesidad de recortar el gasto corriente.