Por Horacio González

Había llevado muy lejos la condición del crítico literario, convirtiéndola en una máquina irónica de trasmutaciones, pases asociativos sorprendentes y figuras encadenadas a la manera de un mito que muestra según las épocas, sus diversas figuraciones. Con eso, Josefina Ludmer elaboraba la risa del mundo en materia de escrituras críticas volcadas a comprender los “géneros argentinos” y la “Argentina como género”. Muchos la seguimos y la abandonamos, alternativamente, según su humor de graciosa acidez, que de vez en cuando reservaba dosis no escasas para los que todavía dábamos “conferencias” y nos empeñábamos en “escribir”. Lo de ella era una post-escritura, un “tableaux” de instancias y estructuras que se reiteran y mutan en oposiciones conjugadas y raras simetrías. Con eso convencía a nuevos feligreses y destinaba ciertos sarcasmos, nunca mal recibidos, a los “ensayistas de viejo cuño”. Josefina había descubierto determinado asociacionismo de imágenes como herencia del positivismo liberal-médico-enciclopedista de hace cien años.

Citaba entonces un trecho de Juvenilia, sometido a su ojo inexorable que espigaba pasmosas pepitas de sentido en las situaciones de las más anodinas apariencias. El narrador de Juvenilia había descubierto un método para burlar la vigilancia de los celadores del Colegio. Y dice: “Fue para mí un rayo de luz, la manzana de Newton, la lámpara de Galileo, la marmita de Papin, la rana de Volta, la tabla de Rosette de Champollion, la hoja enroscada de Calímaco”. A continuación, dirá Ludmer: “La asociación es totalmente borgeana y latinoamericana: a un elemento criollo sucede, inevitablemente, una enciclopedia. Esta asociación es una de las herencias que nos dejó la alta cultura liberal de 1880, y que Borges llevó a su culminación”.

Vemos en este breve párrafo una manifestación contundente del método de comprensión que Josefina desplegaba sobre un vasto conjunto cultural, hasta llegar a una tesis completa sobre los impulsos formativos de la cultura Argentina. ¿Se puede otorgar tanta responsabilidad a una frase ingeniosa cosechada de un texto? Se puede, si en la fuerte incitación que hacía la autora de El género gauchesco y El cuerpo del delito, quedaba asentada la idea de que cada percusión en un cuerpo documental, que puede ser una frase, incluso una palabra, está en condiciones de develar la figura entera de una cultura. Le creímos y no le creímos. Más bien le creímos, y fue y vino una relación que en los años que perduró, registró las pausas silenciosas, ni inevitables ni incomprensibles, que fundan finalmente toda relación. Nunca uno espera tener que escribir líneas como éstas; ella sabría burlarlas develando enseguida a qué género pertenecían.

* Josefina Ludmer falleció el viernes en Buenos Aires. Su obra como crítica literaria se proyectó con enorme influencia para escritores, críticos y estudiantes.