La reforma previsional que quiere el gobierno de Macri ilumina con inigualable nitidez el carácter groseramente clasista de su gobierno. La mal llamada “reforma”, en realidad una cruel “contrarreforma”, es una nueva modalidad de acumulación originaria, o acumulación por desposesión, como la denomina David Harvey, mediante la cual se produce una gigantesca transferencia de ingresos desde la población de la tercera edad hacia el gobierno y los capitales concentrados que aquél representa. Se les quita a los jubilados una cifra que gira en torno a los 100.000 millones de pesos para bancar el déficit fiscal y las astronómicas deudas contraídas por el gobierno de Macri en su fallido intento de otorgar sustentabilidad a un programa que claramente carece de ella. Habría que retroceder a la época de oro de la dominación oligárquica, en las décadas finales del siglo diecinueve, para hallar una situación comparable en donde de modo tan descarado el gobierno expoliaba al pobre y a los sectores más vulnerables e indefensos de la sociedad para enriquecer de manera fabulosa a los dueños de la tierra, en aquella época. Hoy son múltiples los sectores capitalistas –tanto nacionales como los que prestan dinero al gobierno de Macri desde afuera- que se benefician de este gigantesco atraco que, ciertamente, no quedará impune. Las formaciones políticas que constituyen Cambiemos, en su soberbia, su  inescrupulosidad para violar el Estado de Derecho y su autoritarismo represivo, creen que la historia terminó el 22 de Octubre, el día en que el macrismo ganó las elecciones legislativas. Craso error. No se dan cuenta que la historia recién comienza y que en menos de dos años, en el 2019, un pueblo empobrecido, con jubilados condenados a una perversa eutanasia social por la política gubernamental; vejado, privado de sus derechos más elementales, sometido a un apagón mediático e informativo sin precedentes en democracia, con dirigentes presos sin condena, luchadores sociales fusilados por la espalda (Rafael Nahuel) u otros desaparecidos y muertos en circunstancias aún no aclaradas (Santiago Maldonado). Un pueblo, en suma, que contempla azorado como la protesta social legítima y pacífica se reprime con saña para que los sectores más vulnerables e indefensos de la Argentina sean por ley obligados a pagar los costos del ajuste y que muy probablemente decida vengarse de sus victimarios en las próximas elecciones. Seguir apostando a la desmemoria del pueblo argentino podría llegar a ser fatal para el gobierno y sus aliados. Tal vez ciertos cambios moleculares en el imaginario popular no sean perceptibles para la mirada autocomplaciente del entorno presidencial y de sus medios adictos, pero un examen profundo de aquél demostraría que el vértigo regresivo de las políticas oficiales ha hecho nacer una sorda pero intensa animosidad en contra del oficialismo que, sin duda alguna, se cobrará sus víctimas entre los candidatos de Cambiemos el año próximo. Quien conozca la historia de la Argentina comprenderá que políticas como las que quiere imponer el gobierno de Macri -¡y de la forma en que pretende hacerlo!- siempre tropezaron con una formidable reacción popular. Y esta vez no será diferente; será aún más potente.