Una nueva mirada sobre la familia disfuncional. Renata Marrone se zambulle en ese universo con Las Hermanas Feller, su segunda puesta como autora y directora. En clave de comedia satírica, la joven teatrista indaga en los lazos familiares con una estética singular y un lenguaje no realista en una puesta que puede verse los domingos a las 20.30 en el Teatro Nün (Juan Ramírez de Velasco 419). Las entradas se adquieren en alternativa teatral">Alternativa teatral.
Interpretada por Malena Finamore, Mora Segade, Laura Amatto Loyarte, Nélida Prieto, Gabriel Schapiro y Jonás Volman, la pieza aborda la historia de tres hermanas adolescentes que son abandonadas por su padre y su madre e intentan ocultar su reciente orfandad a las personas que las rodean. Hasta que un día su madre vuelve, y ese hecho las lleva a tomar decisiones sobre su vida y a cuestionar los roles tradicionales de la familia.
“El texto y la puesta en escena estuvieron interrelacionados desde una etapa bastante temprana. Fue un proceso muy dinámico”, cuenta Marrone acerca de la obra que comenzó a escribir en un taller de dramaturgia de Sol Rodríguez Seoane. Tercera generación de artistas, Marrone es nieta e hija de Osvaldo y Rita Terranova, respectivamente. Actriz, dramaturga y directora, se inició en el oficio actoral a los 15 años en una adaptación de Otra vuelta de tuerca, de Henry James, dirigida por su madre.
“Hay algo primitivo en el teatro que hace que sea un refugio tan importante en estos tiempos. Es algo medio atávico, porque las personas necesitamos estar juntas, y para donde va el mundo estamos cada vez más aisladas. Y el aislamiento es muy peligroso a nivel político, y está muy vinculado con el surgimiento de las ultraderechas a nivel mundial, algo que lamentablemente ha llegado hasta acá y que nos la está haciendo pasar muy mal”, reflexiona la artista en diálogo con Página/12. “El teatro implica trabajar de manera colectiva y eso hoy es un gesto político. Poder fugarse de la identidad individual, y construir una identidad colectiva es liberador y apasionante”.
-Muchas obras de teatro toman a la familia como disparador del conflicto dramático. ¿Qué elementos del núcleo familiar advertís que son atractivos para construir una ficción?
-La familia es el primer contacto social que tenemos y funda muchos aspectos de nuestra afectividad. Y el teatro es una manera de tratar de comprender el misterio de las relaciones y de la identidad. Las Hermanas Feller es la historia de una familia, pero con un énfasis muy determinado en estas tres jóvenes que quedan huérfanas de un día para el otro, y en el efecto que esto tiene sobre ellas y sobre lo que deciden hacer con su vida de allí en adelante. Es la historia, quizá, de la fuerza del desamparo, y de cómo ellas hacen de su orfandad una bandera.
-En la puesta se alterna la ficción con un “documental apócrifo”. ¿Por qué decidiste combinar esos formatos?
-Fue algo que brotó de la obra. Me apareció el término “biodrama de ficción” porque tomamos recursos del biodrama para construir esta historia ficticia. Estas tres hermanas, de algún modo, representan las escenas de sus vidas que quieren mostrar con la ayuda de sus familiares. Y hay algunos guiños a distintos autores como Tennesse Williams, Chéjov o Shakespeare. Y también fue una gran inspiración Wes Anderson. Traté de llevar a un punto muy alto ese extrañamiento que tienen los personajes de sus películas, y su estética respecto de los colores, la simetría y el ascetismo. La exploración del mundo emocional de estos personajes fue apasionante. Es un mundo con su propia lógica de sentido.
-Este es tu segundo trabajo como dramaturga y directora. ¿Qué rol disfrutás más?
-Son roles complementarios. En la dramaturgia estás sola, y en la dirección, a pesar de que también es un rol solitario, se trabaja en equipo y eso es un alivio. Resulta muy enriquecedor y muy placentero el hecho de ir todos juntos hacia un mismo lugar. El proceso entre la escritura de la obra y su puesta en escena es fascinante. A mí me gusta mucho la música, y siempre pensé en el proceso de escribir y dirigir una obra como lo que hace una banda de rock, de pop o de tecno. Las obras son como los discos. Se escriben y después se presentan. Sólo que en el caso del teatro los integrantes de la banda cambian más seguido.
-Empezaste hace más de veinte años en la actividad teatral. ¿Cómo ves hoy a la escena independiente?
-Una de las cosas fantásticas que tiene nuestro país, entre muchas otras, es la cultura. Y a pesar de que se está haciendo todo lo posible para destruirla, tenemos una enorme capacidad de resistencia. Han desaparecido subsidios a nivel nacional, y la economía está casi imposible, pero sigue habiendo muchísimas obras en cartel gracias al esfuerzo desmedido que hacen los artistas, que sacan recursos de donde no tienen y se juntan a ensayar a horas absurdas. Todo el tiempo aparecen nuevas miradas y nuevas voces. En la Argentina, tenemos el mejor teatro del mundo. Y el fenómeno de los últimos años que posibilita el intercambio entre el teatro alternativo, oficial y comercial, hace que el arte se expanda y que no se convierta en algo de nicho.
-¿En qué otros proyectos estás trabajando?
-Estoy preparando otra obra que escribí: La fabulosa historia de Sarita, una comedia en verso sobre una niña asesina serial. El proyecto fue seleccionado por el Festival de Dramaturgias Fedras, que organizan Carolina Sturla y María Paula del Olmo, y se va a presentar el 3, 4 y 5 de junio en el Teatro del Pueblo, con la dirección de Santiago Tezza.