Originariamente una fisura significaba una casi imperceptible rajadura en algún material por donde podía deslizarse una leve pérdida de líquido que podía llegar a hacer colapsar a la estructura. Hace un par de décadas atrás, en el lenguaje coloquial urbano “un fisura” era un adicto a la cocaína, al cual se le había fisurado el tabique nasal por el elevado consumo. Obviamente, se trataba de una cuestión de salud mental. Actualmente ha derivado para denominar despectivamente a gente que vive en situación de calle, incluyendo también en esa categoría a cientos de marplatenses que se ganan la vida trabajando haciendo distintas actividades urbanas, aunque no sean “homeless”. El abanderado de esta última posición en Mar del Plata es el intendente, quien se ocupa de perseguirlos y maltratarlos con la recientemente creada Patrulla Municipal, como lo ha probado la Comisión Provincial de la Memoria, que presentó una causa judicial hace un mes. Llamarlos fisuras es una operación política destinada a criminalizar la pobreza, incluyendo a pibes que hacen malabares en los semáforos o limpian vidrios, vendedores ambulantes y a quien ande por la vía pública.
Claudio “linterna” Coria es el cuidacoches a la vuelta del Rectorado de la Universidad Nacional de Mar del Plata, casi siempre sonriente, caminando ayudado con un bastón. “A mí me gusta decir que soy franelita. Es nuestro símbolo, porque así fue como empezamos, ¿viste? Con el trapo naranja en la mano, por eso los chalecos que llevamos puestos son de ese color. Hace veintinueve años que cuido coches. Llueva o truene, yo estoy ahí, los vecinos de la cuadra lo saben muy bien. Hago una tarea de seguridad comunitaria, vigilo que esté todo normal, me cuentan cosas, los escucho, se descargan conmigo. Es como que soy de la familia, dijo uno el otro día. Me conocen y los conozco, y los ayudo con lo que puedo, y ellos a mí. Muchos nos defienden cuando la Patrulla nos persigue, nos arriman algo para comer o algo calentito para tomar en el invierno, casi todos los días como de “arriba”, solidariamente. Esto no es un trabajo para mí, es una forma de vida. Cada auto es mi responsabilidad, aunque sea alguien que estaciona por primera vez en la cuadra. No lo hago por el dinero, que se entienda bien, es una ética”.
Cuando toca estacionar por la zona, hay que buscar a Claudio, a ver si consigue un lugarcito. El nunca falla. “Mi vida ha sido muy dura, recién a los catorce años supe lo que era una dormir en una cama. Nací en Santiago del Estero, prácticamente no conocí a mi padre. Vivía con mi mamá y mis hermanos en Moreno, pero eso no era vida. A los nueve años, me escapé al centro de CABA. Y viví en las calles de Retiro y Constitución, abría puertas de taxi, me alimentaba de pedazos de pizza. A Mar del Plata llegué por error, solo, tenía doce años. Quise subirme al tren que iba a La Plata, y luego de unas horas me di cuenta que me habían indicado mal. Ni bien me bajé pregunté dónde estaba el mar. Quedé conmocionado mirándolo, parado en la mitad de la avenida Luro. Casi me atropellan, pero me quedé para siempre. Mucha gente me ayudó, entre ellos un guardavidas que se llamaba Charly Giménez. Durante años viví en el hogar Scarpatti, después en APAND, ahí me obligaron a hacer incluso la escuela secundaria, no sabés todo lo que me costó. Y nunca caí en el delito ni en el consumo, solo que me gustaba estar en la calle, me escapaba de todos lados, y hacía changas de lo que fuera".
"Cuando tenía veintiún años, un amigo me trajo a esta parada y me enseñó el oficio. Vos tenés que ganarte la confianza y observar, conocer a la gente que estaciona, me decía. El que viene con una sonrisa, generalmente es un falso que no te da nada; y los que traen cara de vinagre, suelen ser los más generosos. Y fui entendiendo que se trataba simplemente de ser confiable para el otro. Si yo fuera un jodido, no estaría hace tanto tiempo en el mismo lugar ¿no? Los mismos vecinos me echarían”.
“Tengo dos hijos que ya están grandes. Evelyn tiene veintiséis y Matías, veintitrés. Los criamos con la madre, y les pude dar de comer cuidando coches, muy dignamente. Cuando conocí a Carmen estaba en situación de la calle, nos enamoramos y alquilamos una piecita, y luego una casita en las afueras de Mardel. Y la fuimos apechugando. Luego nos separamos. Hace dieciséis años conocí a Lili, la flaca, con ella mantuvimos la parada durante años. Y en octubre ella partió, pobrecita. Tuvo una fractura de cadera porque la atropelló una moto en la parada y se fue complicando. Todavía no caí, no sabés como la extraño”.
La vida de Claudio es una de las tantas que se van haciendo, como pueden, a los tumbos. Es uno más de los tantos otros “nadies” que hacen cada día a la ciudad e increíblemente logran salir adelante, con poca ayuda del Estado. Son signos, como diría Gustavo Ceratti, que habrá que ir alojando y develando. Mientras tanto, nos tocará ir “uniendo fisuras”, aunque todavía puede que sean “figuras sin definir”, esa es nuestra tarea como sociedad.
“Hace tiempo nos organizamos en una rama de servicios de la UTEP, los trabajadores de la economía popular. Son gente excelente, jamás me pidieron ni un peso, y siempre ayudando. Hemos presentado proyectos de regularización de nuestra actividad. Porque sabemos que durante el verano viene gente de afuera, muchas veces nosotros también los sufrimos, pero pedimos que no nos metan a todos en la misma bolsa. En la Municipalidad no nos dan bola, no quieren que nos integremos, nos quieren arrasar; y nosotros solo queremos poder trabajar. No sabés lo que me gustaría tener otro trabajo, no cagarme de frio ni mojarme. Porque nosotros también somos marplatenses, aunque seamos gente humilde. Yo le preguntaría al intendente Montenegro si sabe lo que es ser un fisura. como nos llama él, si alguna vez en su vida pasó necesidad, si tuvo hambre. Él tendría que tender una mano solidaria, porque nadie está en la calle porque quiere. También le diría que la problemática de la inseguridad no está acá, que la busque por otro lado. Y le pediría que haga refugios como la gente para la gente que tiene que dormir en la calle, porque hay algunos lugares donde yo no llevaría ni a mi perro a dormir ahí”.
Al fin y al cabo, se trata de evitar que colapse la democracia, el sistema que aunque a veces no brinde todas las respuestas, al menos nos propone que todos seamos tratados como semejantes y no como descartes.